Visitando mi cuaderno Cantando por Fandangos, ahora convertido en EL MUSEO DEL FANDANGO, podrán elegir entre doscientos cincuenta (250) artistas distintos para escuchar este estilo de cante.

martes, 25 de octubre de 2011

Flamenco en el viaje de Camilo J. Cela por Andalucía

(Este artículo apareció en mi blog hace unos tres meses. Lo he modificado un poco y he añadido dos grabaciones. Aquí está de nuevo).


En diciembre de 1978 compré el siguiente libro de Camilo José Cela:
Primer Viaje Andaluz, Ed. Noguer, 4ª edición, Barcelona, 1977
De Cela se podía (más bien se debía) comprar todo, pero yo tenía especial interés por este título porque me habían dicho que varias veces hablaba de flamenco, cosa cierta según comprobé al leerlo. Al margen de ello, sobre lo que volveré después, digamos que nuestro personaje se introduce en Andalucía por Despeñaperros (Venta de Cárdenas) y se marcha por el Guadiana (Ayamonte), haciendo a pie gran parte de las provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla y Huelva. Hasta pasa por mi Fernán Núñez natal. Todo narrado con una prosa preciosa y precisa, acorde con su fervor por Don Francisco de Quevedo. Con un dominio impresionante de la geografía y la historia de cuantos lugares visita, su lectura se hace muy fluida y muy amena, vamos que te engancha, como dicen los castizos. Pero, de vez en cuando, yo encontraba cosas algo chocantes. Por ejemplo, ya en Córdoba capital, dice pasar por la calle Maese Luis Tornillo. Yo, que por aquellas fechas vivía en la calle Maese Luis, sabía muy bien que la calle Tornillo era otra, si bien prolongándose entre sí. Puede que el novelista pasara por ellas, pero al escribir el libro está claro que se informaba con un plano, donde la confusión es explicable. Este detalle y otros que no narro por no cansar, me hicieron dudar: ¿es cierto que este genial gallego anduvo todo lo que dice que anduvo? Así como en su popular "Viaje a la Alcarria" está comprobado su paso por cuantos lugares nombra, en este deambular por Andalucía puede ser que se conjuntaran la información y la fabulación, un viajero incansable y una pluma de primera.
Pero vayamos al cante. En Córdoba se junta con un tal Leoncio Romero, natural de Pozoblanco, quien le propone tomar unas copas y oír un poco de flamenco. Se van hacia la Sierra, más allá de la estación, donde según Leoncio están las tabernas donde se oye el mejor cante de Córdoba y, ahora las palabras son de Cela,
"... se baila el vito y la soleá y se escuchan las soleares de Córdoba y el fandango, que son quizás los dos cantes más propios de esta tierra... La soleá de Córdoba es bronca y recia en sus modulaciones..."
Habla de los fandangos de Lucena y Cabra, habla de Rivas y del Niño de Cabra. Habla de las soleares cordobesas y dice que José Moreno, Onofre, es el más puro cantaor de las mismas. Como se ve, don Camilo está bien informado, pero choca un poco eso de las tabernas de la sierra. En esa época, que tuvo que ser, según he podido deducir, en los últimos años cincuenta, el único barrio detrás de la estación era el de "Las Margaritas", donde no había tabernas flamencas que yo sepa. Éstas estaban todas en "La Judería" y otras zonas de la Córdoba histórica. En el extrarradio sólo había un barrio, flamenco entonces y flamenco hoy: el Campo de la Verdad, precisamente el más alejado de la Sierra. En ésta se cantaba, claro que sí, pero en los "peroles" que se organizaban en pleno día y al aire libre, a los que, por cierto, acudía con frecuencia el nombrado Onofre.
El segundo sitio donde Cela habla de cante fue Sevilla capital, pero vamos a saltarlo. Camino hacia Huelva, allá por Bollullos de la Mitación, el novelista se hace coplero y, hablando del culo de las andaluzas, verdulero como siempre, canta por bulerías
Un gallego, mirando
pa el bullerengue
de una andaluza, dijo:
¡Viva mi suerte!

¡Ay madre, qué trasero
jacarandoso!
No me canso de verlo
tan saleroso.
Las estrofas son de seguidillas, es decir, de sevillanas, pero vaya usted a saber porque por bulerías se canta todo... Ya por tierras de Almonte, la joven Rocío Barragán le canta por fandangos:
Son las lagunas de Almonte
difíciles de contar:
Talmoril, Mata del Moro,
Matalagrana y la Mar,
Vento, Pozas, Río Loro,
la Pajarera y cien más.
Llega a Moguer. No quiso entrar en la casa natal de Juan Ramón Jiménez, pero sí fue al cementerio a ponerle flores al poeta y su mujer Zenobia. En ese pueblo se hace amigo de un negro (en varios municipios de Huelva sigue habiendo negros cuyos ancestros llegaron hace siglos a la península) conocido como Pinete y que canta fandangos para el viajero y para unos turistas franceses:
El ser negro no te afrente
que esto no quita la fama,
que en un zapatito negro
luce el pie la linda dama.

Que si mi color es prieto,
mi dinero es español,
que tienen cruz y corona
las armas de mi señor.
Hay alguna que otra copla más en el texto de Cela. Como ésta que cita cuando atraviesa el río Tinto, para ir de Palos a Huelva:
Las gaviotas de Huelva
se manchan de mineral
por los caminos que llevan
desde las minas al mar.
En otra ocasión volveremos sobre este libro y los días de juerga que don Camilo José vivió nada más y nada menos que en el barrio de Triana. De momento, escuchemos al Niño de Cabra, citado por don Camilo, interpretando, junto a la guitarra de Manolo de Badajoz, unos Fandangos de Lucena.
Y, como el vagabundo abandona Andalucía para irse a Portugal, lo despedimos con unos Fandangos de Huelva del histórico Antonio Rengel con Niño Ricardo, en los que se nombra a la limítrofe tierra del Algarve lusitano. 

5 comentarios:

  1. Te agradezco que lo nombres, el libro, me refiero; porque lo estoy leyendo y cuando lo termine volveré a estos comentarios tuyos.

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  2. ¿Conoció usted a Andrés Sierra, el que tenía una librería-anticuario en la calle Diario de Córdoba?
    El me contaba que muchas de las cosas del libro de Cela eran falsas: por ejemplo que visitó no sé qué capilla, la cual ya ni existía. Habría leído algo sobre ella en algún libro antiguo y ya está. Pero, escribía tan bien el puñetero, que te creias todo. Saludos de un viejo cordobés

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  3. Lo conocí y gocé de la amistad de aquel entrañable librero y bibliófilo.

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  4. Cuando Cela pasa por tu pueblo y el mío, dice que en Fernán Núñez las tierras se miden por aranzadas. He preguntado a los más viejos y a nadie le suena eso: aquí, lo mismo para el olivar que para la tierra calma, siempre se ha medido por fanegas.
    Un Ariza

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  5. Lo tomaría de algún libro del siglo XIX, digo yo. Pero no deja de ser curioso que usemos la fanega para medir tierras de olivar. No me extraña que para éste haya existido una medida propia, porque la fanega es una medida ligada al cereal: una fanega de tierra era la extensión que se podía sembrar con una fanega (medida de capacidad, ahora)llena de trigo. Así se explica que, pasada a metros cuadrados, la fanega cambie de unas provincias o regiones a otras: no todas las tierras tienen la misma capacidad de crianza. Saludos, paisano, y gracias por tu comentario.

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