Por eso que llaman "ley de vida", llevo un tiempo retirado de casi todo acto público. Yo, que en otros tiempos me recorría media España buscando donde poder oír cante, me veo limitado a escuchar discos y más discos. Unos para incluir algún que otro cante en este mi cuadernillo de memorias, otros por simple placer personal. Entre éstos, hay un cantaor que suena con mucha frecuencia en mi casa: Pepe Pinto. Ya sé que se trata de un flamenco muy cuestionado no sólo por los pureros de la cosa flamenca sino también por los círculos de entendidos y cabales. A este respecto, les invito a que lean algunos párrafos dedicados al cantaor sevillano:
Pepe Pinto simboliza la pérdida inestimable de un gran cantaor flamenco. Muchos años de cante, pero muchos años también de facilonería teatral. Rico en facultades, conocedor largo de los estilos más rancios y, a la vez, dotado de una permanente juventud estilística, todo ello, no obstante y con ser mucho, lo sacrificó en aras de una incursión excesivamente modernista (y hasta extraflamenca) que le ha brindado ciertamente popularidad, pero justa retención en el juicio de los cabales. Se ha excedido a sí mismo y rara vez ha elegido con felicidad el terreno donde pudiese ofrecer el todo de su jondura.
Él se ha multiplicado -dividido en rigor- en su afán de reasumir eclécticamente todos los estratos modernos, clásicos y neoclásicos del cante para ofrecerlos, promiscuados, después de un cocinamiento inverosímil. Ha explotado la severidad y sobriedad andaluzas junto al despilfarro escénico y psicológico de la línea agitanada del cante. Todo parece haberle resultado útil e interesante. Previsiblemente, sólo ha conseguido la difuminación de su estilo.
Pepe Pinto ha hecho un abuso de la apoyatura literaria. Su recitación cansina, inarmoniosa y, sobre todo, extraflamenca, malbarata lo que realmente interesa de él, que es el cante puro y sus íntimas descargas emocionales. Esta acrobacia lírica, desprovista de todo valor, es una de las tantas preocupaciones "creativas" de Pepe Pinto, ignorando que lo fundamental del cante se da cuando prescinde de tales nexos y aparece limpio, directamente ofrecido.
(Anselmo González Climent, Bulerías, Jerez de la Frontera, 1961)
Pues será que uno ni defiende pureza alguna ni debe encontrarse entre los entendidos cabales, porque jamás he dejado de oír el
María Manuela, ¿me escuchas? Yo de vestíos no entiendo...
ni tampoco eso de que
mare no hay más que una y a ti te encontré en la calle.
Nunca me he asustado cuando el Pinto salta de un estilo de cante a otro. En su voz siempre me suena lo mejor de la soleá, de la seguiriya, de la malagueña, del fandango, porque a mi entender don José Torres Garzón nació flamenco y flamenco se murió.
Miren por dónde, hace un rato, me puse a digitalizar una vieja cassette de esas que comprábamos baratas en gasolineras y bares de carretera, de esas cassettes que no solían darnos las fechas de las grabaciones y con frecuencia ni los nombres de los guitarristas.
En dicha cassette encontramos este registro del Pinto cantando por fandangos
¿Se han fijado en la primera letra?
Como el hombre libertad,
si las mujeres tuvieran,
el mundo se alegraría
y quizás la humanidad
otro rumbo tomaría.
Diga usted que sí, don José, usted fue un adelantado del feminismo. ¡Pá que luego le tachen de antiguo y retrógrado! Claro que, teniendo la esposa que usted tenía, todo se da por explicado.