Visitando mi cuaderno Cantando por Fandangos, ahora convertido en EL MUSEO DEL FANDANGO, podrán elegir entre doscientos cincuenta (250) artistas distintos para escuchar este estilo de cante.

lunes, 29 de abril de 2013

Recuperando un texto de 1970

Si no fue la última semana de enero de 1970, fue la primera de febrero. Enrique Morente, acompañado a la guitarra por Antonio Piñana (Hijo) iba a dar un recital en el Colegio Mayor "Isabel de España" y en dicho acto se iban a cantar por vez primera y con moldes flamencos algunas letras del poeta Miguel Hernández. Conservo en mi archivo tres folios con el texto que, ante un salón de actos repleto hasta su máximo, leyó el presentador del acto.



Como no se leen muy bien, los transcribo a continuación:


Realmente yo estoy aquí para presentaros a Enrique Morente y Antonio Piñana, pese a lo cual me vais a permitir que no hable de ellos sino de cosas más generales.

Me interesa dejar claro dos cosas: el flamenco es un fenómeno típico de cultura popular y se ha dado en una geografía muy concreta -la andaluza-. Quiero decir que,  al menos históricamente hablando, los intelectuales no han hecho el flamenco ni los cantaores se han planteado nunca cuestiones profundas. El personaje flamenco ha sido siempre hombre del pueblo, ha expresado siempre sentimientos del pueblo y ha usado siempre el lenguaje del pueblo.

Por ello, si alguien quiere acercarse y conocer el flamenco, debe empezar por acercarse y conocer al hombre del pueblo andaluz. No basta con interesarse por una música y una canción más o menos exóticas ni  basta con la curiosidad, bien morbosa por cierto, de ver cómo se queja, cantando, el andaluz. No se pueden comprar las penas de un pueblo por quince pesetas ni siquiera por esos miles de duros que pagan los señoritos para que los flamencos les canten. La cosa requiere más seriedad!

Ciertamente, una de las características más sobresalientes del mundo espiritual andaluz del flamenco es la queja. Por supuesto, no la única. El andaluz se ha quejado en temas universales: la muerte y el amor sobretodo:

     Doblen las campanas,
     doblen con doló.
     Que me s'ha muerto la mare e mi arma
     e mi corazón.
                                                                                  Er queré quita er sentío,
                                                                                  lo igo por esperensia
                                                                                  porque a mí m´ha suseío.

Pero también se ha quejado de la vida. Quiero decir que se ha quejado de las circunstancias concretas en que se ha desenvuelto su propia vida: la cárcel, la persecución a los gitanos, el hambre y la pobreza, el dinero "ajeno", etc, etc:

    Te tengo comparaíta
    al cortijo del marqué:
    mucha tierra, mucha tierra
    y ni un grano que molé.
                                                                                 En el roar de la vía
                                                                                 van los ricos a caballo,
                                                                                 los del medio van a patas
                                                                                 y los probes arrastrando.
    Ya te lo he dicho, María,
    que en la casa e los probes
    dura poco la alegría.
                                                                                A la audensia van dos pleitos,
                                                                                una verdá, el otro no.
                                                                                La verdá perdió el juisio,
                                                                               qu´er dinero lo ganó.
    A unos los amarran por las manos,
    a otros los amarran por los pies
    y pá más martirio darnos,
    no nos daban de comé.
                                                                               Los geráis por las esquinas
                                                                               con velones y farol
                                                                               en alta voz se desían
                                                                               mararlo que es calorró.
    De madrugá,
    madrugá y trasnochar,
    subir y bajar la cuesta,
    ganar poquito jornal,
    eso a mí no me trae cuenta:
    yo a la mina no voy más!
                                                                              Gritaba un minero así
                                                                              en el fondo de la mina:
                                                                              en que soleá me encuentro,
                                                                              en mi compaña un candil
                                                                              y mi compañero muerto.

Esta queja no ha sido, desde luego, una protesta formal. El flamenco no ha sido un revolucionario. Simplemente al andaluz le han ocurrido cosas y él las ha expresado en su lenguaje, es decir, el cante flamenco.

Parece ser que el flamenco, al menos en las formas musicales conocidas, se gestó en el siglo XIX. No me interesa ahora hablar de su historia.. Quiero señalar únicamente un dilema que se le planteó: en principio se desarrollaba en comunidades cerradas, conservándose, por tanto, en su máxima pureza; al quererlo extender a núcleos más amplios corría el peligro de perder esa pureza; se conservaba puro a costa de no extenderse o se daba a conocer aún perdiendo pureza? De hecho se optó por la segunda solución. Hay, entonces, todo un largo proceso de pérdida de pureza, compensado, no obstante, por la creación de nuevos estilos que enriquecían su panorama y también por convertirse en patrimonio de todo el pueblo andaluz. Así se ha llegado hasta cerca de nuestros días: exactamente hasta los años cincuenta. Hay que señalar que en ciertos momentos (1930-1950) la degeneración del flamenco fue poco menos que alarmante. Se estaban perdiendo estilos fundamentales del cante y se explotaba la sentimentalidad de las gentes en su forma más epidérmica.

Por eso fue muy positivo el resurgir que tuvo a partir de los cincuenta y tantos. Libros, antologías discográficas, concursos nacionales, cantaores jóvenes que rompían con las formas en boga para buscar la continuidad del viejo cante. Hemos llegado a la actualidad en la que algunos hablan incluso de una nueva época de oro del cante. Esto habría que analizarlo. Particularmente encuentro las dos siguientes objecciones:
      1) Aunque muchos escritores han dedicado su atención al cante, es verdad que una buena parte de ellos se han dedicado a exaltar por exaltar, de una forma seudopoética, las maravillas del flamenco, olvidándose de su sujeto, es decir del hombre, y de los problemas concretos del pueblo andaluz. Creemos que algunos de estos escritores, a falta de una auténtica altura intelectual en su labor creadora, han tenido que recurrir a mal copiar la cultura de un pueblo que, paradójicamente, ha sido siempre analfabeto.
      2) De nuevo se cantan los estilos más antiguos del cante flamenco, pero este volver a la tradición se ha limitado a su aspecto formal. Quiero decir, por ejemplo, que se nos cantan las siguiriyas del Planeta, pero con la misma temática de aquella época. No! Si la cultura ha de ser dinámica, el cante que se haga hoy, ha de incorporar los problemas de hoy. Esta sería la vertiente que puede librar al flamenco de una posible momificación.

En esta línea se nos presenta Enrique Morente. Al mismo tiempo que cultiva las formas musicales más puras del flamenco, intenta ampliar su temática dando cabida en la misma a problemas actuales. Así, ha cantado al campesino andaluz, al emigrante, etc. En esta búsqueda de nuevos temas, ha tropezado recientemente con los textos de un poeta que, si bien no es andaluz, se adecua por su carácter de poeta populista al carácter del cante. Nos referimos a Miguel Hernández. En este recital Enrique Morente estrenará algunas letras del mismo. La validez o no validez de este intento, es algo que dejo a vuestro juicio, y sobre esto, y cualquier otro tema que afecte al cante, creo que podremos dialogar al final del acto.

Salvo algún párrafo donde el autor del texto muestra que estaba bajo la influencia del libro "Mundo y Formas del Cante Flamenco" de Ricardo Molina y Antonio Mairena (influencia que me consta superó poco después), estas líneas muestran a las claras por dónde iban las cosas en el Madrid de algunos inquietos aficionados de aquella época. Cuarenta y tres años después, yo las suscribo. Ustedes, ¿qué piensan?

martes, 16 de abril de 2013

Noche de cante en Fernán Núñez

Si en los años 1971 a 1975 mi amigo José Luis Ortiz Nuevo no estuvo en más festivales flamencos es porque no los habría. En 1974 pasó por mi pueblo y presenció la final del Concurso de la Espiga de Oro. A los dos años nos mandó este artículo que se publicó en la Revista de Feria que cada mes de agosto edita nuestro Ayuntamiento. Merece la pena leerlo.


Una simple aclaración: la foto que aparece no corresponde al actual local de la Peña "El Mirabrás" sino a un salón en el Bar Santi que fue sede de la misma durante unos años. 

martes, 9 de abril de 2013

¿Bandoqué? y Zángano

En el breve transcurso de la historia del Cante Flamenco, parece que ahora, más que nunca, están de moda las "etiquetas". Asistimos a un recital y el cursi erudito de turno que se ha sentado al lado nuestro nos suelta:
- Ésta es la variante número tal del estilo por lo que sea que creó Perico el de los Palotes.
Un pasito más y los entendíos acabarán poniéndole "código de barras" a cada cante que se escuche. Esta fiebre vino con la época del Neoclasicismo Flamenco de los años sesenta, que tan bien estudiado fue por el maestro Agustín Gómez, y desde luego no se caracterizó por el rigor.

Éste, unido a los métodos analíticos, vino más tarde con el trabajo que en su día publicaron Luis y Ramón Soler sobre las Soleares y las Seguiriyas, así como el más reciente de Rafael Chaves y Norman Kliman sobre los Cantes Mineros. Son obras impagables y clarificadoras aunque no en todo tengamos por qué estar de acuerdo con sus conclusiones.

Pero yo hoy voy a referirme a un "etiquetaje" de los aludidos años sesenta. Voy a la marca "Bandolá" o "Cante Abandolao" que pusieron en circulación los de la Peña Juan Breva de Málaga para aludir a una serie de fandangos incorporados al flamenco que provenían de los verdiales folk-lóricos presentes en Jaén, Almería, Málaga, Granada, Sur de Córdoba y Serranías de Cádiz. No me la recuerden, por favor, porque ya me sé la manida historia de no sé qué instrumento llamado "bandolina" o algo parecido que se usaba en tiempos pretéritos. Tampoco me digan, aunque eso está escrito en la red, que el nombre proviene de que en algunas de sus letras se mientan a los "bandoleros". La cuestión fue que bajo ese nombre metieron muchos cantes del Breva, de Frasquito Yerbabuena, las jaberas y los jabegotes, las rondeñas tanto las asociadas a Jacinto Almadén como a Rafael Romero, los zánganos y todos los cantes de Lucena. Eso no sería grave pero sí lo fue, en mi opinión de aficionao de base, el ponerle a todo la "denominación de origen" malagueña. ¿Ignoraban, por ejemplo, que en pleno siglo XIX muchos de esos fandangos se nombraban como granadinas? ¿Ignoraban también que en el repertorio de Silverio y sus seguidores figuraban los fandangos lucentinos  que se asocian a la memoria de Dolores la de la Huerta?

Vamos a parar un poquito y a vamos a sentir cante:


Ya han oído: Melchor de Marchena acompañando al entrañable Perico Lavado en una verdial lucentina y en un zángano de su Puente Genil natal. ¿Dónde apareció esta grabación? Pues en un vinilo E. P.


cuyo título pueden ver, publicado en 1964. ¿Con qué etiqueta? En la contracubierta del disco se lee literalmente: "Bandolá" y zángano. Ya ven... Y yo digo ¿Bandoqué?