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martes, 24 de mayo de 2011

El viejo Juan Ramón seguía cantando


Corría 1954. El poeta Juan Ramón Jiménez ya había cumplido 72 años, pero seguía trabajando en la Universidad de Puerto Rico. A la vez, se afanaba en corregir y ordenar su ópera omnia, tal como su esposa Zenobia le escribía y comunicaba a varios editores españoles. Un excesivo ritmo de trabajo trajo consigo una crisis nerviosa que le obligó incluso a internarse en hospitales. Parece que fue el final de su etapa creativa. La esposa siguió clasificando el material del poeta, pero una enfermedad que le venía de antes, da fin a su vida en 1956. Dieciocho meses después, ya en 1958, muere el andaluz universal, el poeta que, junto a otros dos andaluces (Luis de Góngora y Gustavo Adolfo Bécquer), marca un máximo, yo diría que absoluto, de la lírica en castellano.
Del material con que trabajaban Juan Ramón y Zenobia, uno de los más avanzados era el referido a la obra en verso. Pasados unos cuantos años, en 1978, pudo publicarse, con el sello de Cupsa Editorial y prólogo de Antonio Sánchez Romeralo, el libro de título “Leyenda”, donde aparecen poemas escritos por Juan Ramón desde su juventud hasta su madurez, muchos de ellos modificados. Dejemos que nos lo diga el prologuista:
El lector encontrará en sus páginas poesías nuevas y mucha poesía antigua corregida y renovada o, como su autor gustaba de decir, revivida. Uno de los mayores placeres que el libro proporciona es, precisamente, el de ir comparando versiones nuevas de poemas de adolescencia y juventud con las antiguas que conocimos en los libros originales. ¡Cuántas sorpresas aguardan al lector en esa lectura!
¿Poesía retocada? No: poesía “revivida”, según el propio autor. Aquel que escribió
Mi vida fue salto, revolución, naufrajio permanente. Moguer, Puerto de Santa María, Moguer, Sevilla, Moguer, Madrid, Moguer, Francia, Madrid, Moguer, Madrid, América, Madrid, América…
texto al que, el más sensible de nuestros flamencos, es decir, el granaíno Enrique Morente, puso música para que lo cantara su hija Estrella. Moguer, Moguer, Moguer… Y, ¿cómo no iba a “revivir” el de Moguer sus “borradores silvestres”, aquellos “cantares” que compuso en su juventud? En anteriores entregas de este cuaderno, ya dimos a conocer veintiuna coplas de Juan Ramón. Vean ahora, cómo en su senectud, “revivió” algunas de ellas:
I
Me da pena cuando veo
en la alegre Primavera
algún arbolillo seco.
Me da pena cuando veo
en la primavera verde algún arbolillo seco.
VI
Las tumbas del campo santo,
parece que están calladas,
pero su silencio triste
¡qué bien lo comprende el alma!
La tierra del camposanto parece que está callada,
pero su silencio hondo ¡cómo resuena en el alma!
VII
“Seré siempre tuya”
me dijo en un beso;
y entonces sonaron con tristes gemidos
campanas de muerto.
“Siempre seré tuya”, le dijo en un beso.
Tú pusiste tu punto final, esquilón del muerto.
X
Parece una golondrina,
su pie no toca la tierra;
¡ay! a algunas criaturas
¡qué poco el alma les pesa!
Parece una golondrina, su pie no toca la tierra.
¡Golondrina, criatura, qué poco el alma te pesa!
XIII
Mirad qué arrogante pasa;
¡cuánto esplendor en el cuerpo!
¡cuánta miseria en el alma!
¡Mira que arrogante pasa,
cuánto lujo por el cuerpo, cuánta pobreza en el alma!
XVIII
El corazón se me parte
cuando a mi muerta recuerdo;
¡está la pobre tan sola,
tan sola en el cementerio!
El corazón se me parte si a la Macaria recuerdo.
Ella que fue tan de nadie, tan sola en el rincón seco.
Se me parte el corazón cuando mi dicha recuerdo.
Tú me la enterraste viva en el cementerio nuevo.
XIX
Era el pobrecillo ciego
y cantaba sollozando
la luz de unos ojos negros.
Era bien ciego aquel ciego
y cantaba sollozando la luz de unos ojos negros.
Que el lector haga las comparaciones a que nos invita el prologuista de “Leyenda”. Por mi parte, me limito a opinar sobre la última copla: entre “Era el pobrecillo ciego” y “Era bien ciego aquel ciego”, además del original y acertado capricho, tan propio de Juan Ramón, de poner en una sola línea dos octosílabos, la fuerza poética de la última versión es indudablemente superior.

3 comentarios:

  1. "Retocados", "revividos", "reeditados", "rehechos", "renovados", ...

    Da igual si son del maestro del "Moguer", "Platero" y ...

    Saludos flamencos desde Cáceres

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  2. Retocadas, corregidas, renovadas o como sea, el verso de Juan Ramón siempre llegará al alma.
    Por favor añade a los poetas andaluces "monstruos" a Rafael Alberti y a los Machado, y no sé si se me olvida alguno. Esta Andalucía hay que ver que cosecha dio.
    Un abrazo.

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  3. Para Pedro y para Ramona: por supuesto que llevando la firma de Juan Ramón, todo es bueno; aún así, yo he querido significar que cuando "revivía" un poema, era para mejorarlo. Comentaba la copla del "ciego", pero ¿qué decir de esta otra?
    “Seré siempre tuya”
    me dijo en un beso;
    y entonces sonaron con tristes gemidos
    campanas de muerto.
    revivida como
    “Siempre seré tuya”, le dijo en un beso.
    Tú pusiste tu punto final, esquilón del muerto.
    Impresionante la última versión.

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