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domingo, 10 de enero de 2016

Cuando se canta, hay que saber lo qué se dice y decirlo correctamente.

El flamenco no se aprende en una academia, se canta con faltas de ortografía.

Así se expresaba ese cantaor, nacido en la gaditana localidad de Chiclana de la Frontera, año 1945, llamado Alonso Núñez Núñez, Rancapino para la afición, según el periodista y reconocido flamencólogo (¿?) madrileño Alfredo Grimaldos (1).

Admirador de tus buenas formas cantaoras, no seré yo, amigo Alonso, quien te contradiga. Sabemos tós, incluido este humilde aficionado cordobés que suscribe, que una grandísima mayoría de las figuras que nos ha legado la historia del flamenco carecían de lo que podría llamarse formación académica, carencia que no les impidió brillar como verdaderos artistas en su género. Muchos de ellos poseían tal grado de inteligencia natural que suplían con creces la poca o mucha cultura que pudieran haber adquirido en su paso por las aulas.

Entiendo, Alonso, la carga de ironía que lleva lo de cantar con faltas de ortografía, pero, ¿sirve eso para justificar  el que haya cantaores que no se sepan las letras que ejecutan?, ¿se les puede permitir que no respeten la métrica y metan sílabas de más (a veces de menos) en algunos versos de sus coplas? Por supuesto que no. El cantaor tiene obligación de saber lo que dice y de decirlo con toda corrección. Entre nuestros clásicos, son bastantes los que han abundado en este proceder, mostrando, además, un exquisito gusto a la hora de elegir las coplas a interpretar (pienso en Juan Varea, Antonio Mairena, Bernardo el de los Lobitos...). Lo inadmisible es encontrarnos con algunos ejemplos que comentamos a continuación.  

1) Muy clásica es esta soleá de cuatro versos

Al infierno que te vayas,
me tengo que ir contigo
porque yendo en tu compaña
llevo la gloria conmigo.

Pero un buen día, oyendo a un viejo cantaor en un viejo disco lepé, escuchamos lo siguiente:

Al infierno que te vayas
yo me tengo que ir contigo
me voy a ir contigo
me tengo que ir contigo
porque yendo en tu compaña
llevo la gloria consigo
porque yendo en tu compaña
llevo la gloria consigo.

Aparte de reiteraciones (tan habituales en el cante) lo que sorprende es el cambio del final:
consigo en lugar de conmigo

¡Que no, que no, que usted no se puede llevar lo que se lleva una hipotética tercera persona!

2) Hay una vieja copla santanderina, cantada por María Dolores Pradera, que dice

Se menean cuando paso
las barandillas del puente,
yo te quiero a ti solita,
de las demás no hago caso.

En órbita flamenca la cantó Antonio Mairena y la cantó Manolito María, si bien éste cambiaba, bucólico que era ese entrañable personaje, las barandillas del puente por las florecillas silvestres. Pero hubo otro cantaor que la hizo así:

Se meneaban cuando yo paso
Se menean cuando yo paso
yo te quiero a ti solita
y a nadie hacia yo caso

Aparte de ese "nadie" del último verso que pone en indefinido lo que "solita" había puesto antes en femenino, ¿puede usted decirme qué es lo que se menea?

3) Oyendo la copla

Malino era el querer
yo estoy loquito contigo
y tú por otra mujer

uno piensa que aquí hay un conflicto de sexos. Si en el segundo verso se pone loquito habrá que suponer que quien habla es varón, lo cual no cuadra con que el otro esté loquito por otra mujer. ¡Líos para camillas de psicoanalistas! Bueno, pero a todas éstas, ¿todos los versos son octosílabos? No conozco otras versiones de esta copla para poder comparar, pero yo la pondría en voz de mujer, por ejemplo así::

Es mu maligno el querer,
yo estoy loquita por ti
y tú por otra mujer.

4) Escucho cantar una soleá que dice:

En el cuello tan florido
en el cuello tan florido
saben toditos los serranos

que primero había sido mío.

y me paro a contar:
sa ben to di tos los se rra nos
nueve sílabas dentro de una estrofa octosilábica. Además, una incógnita, ¿qué es lo que sabían toditos los serranos que la hipotética moza llevaba en su cuello tan florido?

5) Lean y pónganse a contar las sílabas

Excusadita era la pregunta
excusada era la pregunta
sabiendo que por tu causa
compañerita mía
hombre nacido me gusta
que preguntas que si yo a ti te camelo
y excusadita era la pregunta

6) La tradición asigna a la señá Mercé La Serneta esta copla:

Fui piedra y perdí mi centro
y me arrojaron al mar,
y, al cabo de mucho tiempo,
mi centro vine a encontrar.

Pues bueno, años después, la oímos tal que así

Piedra y perdí mi asiento
y me arrojaron al mar
me arrojaron al mar
y me arrojaron al mar
y al cabo de mucho tiempo
a mi centro volví a buscar
fui piedra y perdí me asiento
y me arrojaron al mar.

¿Surrealismo? Pues sí, puede ser, pero más bien barato.

7) La soleá clásica dice:

No quiero querer a nadie
ni que me quieran a mí,
quiero estar entre las flores,
hoy aquí, mañana allí.

Pero viene un venerado cantaor y dice:

Yo no quiero querer a nadie
ni que me camelen a mí
ni que me quieran a mí
ni que me quieran a mí
quiero andar como las flores
hoy aquí mañana allí.

Bueno, hay algún problema de medida del que ya ni nos asustamos. Y más, ¿desde cuándo las flores andan? El cantaor parece que no se enteró que la letra original se refería a algún personaje casquivano (persona que coquetea y establece relaciones de forma pasajera, sin ningún compromiso serio, dicen los que saben de gramáticas).

No, no voy a seguir aunque podría hacerlo. Aclaro que todas las coplas comentadas fueron cantadas por un mismo cantaor, el cual gozó de la simpatía de cuantos "pureristas" de la cosa flamenca nos invadieron desde finales de los años cincuenta, secundados después por huestes que han llegado hasta nuestros días. Insisto en mis comentarios iniciales: la falta de formación académica de muchos de nuestros flamencos no puede justificar estos atropellos a los textos cantados. Otros cantaores, también ayunos de academias, no cayeron en ellos porque eran conscientes de que debían cantar coplas bien medidas y con sus mensajes claritos como el agua de los arroyos serranos. 


Pues mire usted, amigo lector, la cosa no acaba aquí porque hace unos días, adelantando en Facebook algo de lo que hoy he expuesto, un amigo me alertaba de que la copla comentada en último lugar figuraba en libro con este preciso texto

No quiero querer a nadie
ni que me quieran a mí,
quiero ser como las flores
hoy aquí, mañana allí.

Efectivamente, esta copla está en la página 426 del libro que referenciamos a pie de página (2). Que un cantaor sin formación académica conceda movilidad a las flores, pase, pero me declaro totalmente incapacitado para comprender ese quiero ser como las flores que nos transcriben dos Catedráticos de Lengua y Literatura. Será que como uno, además de catetillo de pueblo, es de Ciencias, pues que apaguen que me voy.


(1) Alfredo Grimaldos, Historia social del flamenco, Ediciones Península, 2ª edición, Barcelona, 2011.    

(2) Juan Alberto Fernández Bañuls y José María Pérez Orozco, La poesía flamenca lírica en andaluz, Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla, 1983

5 comentarios:

  1. Estimado señor:
    Yo no sé expresarme bien pues por circunstancias familiares estuve poco en la escuela. Pero sé algo de cante. Estas líneas me las está escribiendo un amigo mío que es maestro. Parece que al cantaor al que se refiere usted es Juan Talega. Ese cantaor que gozó de la simpatía de los “puretistas” fue mi tatarabuelo. El palabro puretista parece que quiere expresar una mezcla de purista y de pureta. En el asunto de la pureza no quiero entrar porque cada uno lo entiende de una manera. Pero lo de pureta no se ajusta a la realidad pues conozco a muchos aficionados jóvenes a quienes les gusta Juan Talega. Incluso muchos jóvenes cantaores hacen cosas de él.
    En el cante flamenco tan importante es que el canta como el que escucha. A veces se elude el primer verso de la copla porque sí, porque le apetece al cantaor. Si quien escucha es buen aficionado quizás conozca la letra completa. Si no la conoce pero es inteligente lo más seguro es que esa elipsis la complete en su mente, lo cual tampoco está nada mal.
    En cuanto a lo de las sílabas… Escuche el fandango de Marchena (a quien yo admiro, pues me gusta cómo creaba cantes y la dulzura y afinación que tenía) con Niño Ricardo que empieza con un primer verso que dice:
    Que yo estoy pasando grandes duquelas por ti.
    El segundo fandango comienza así:
    Me tiene Dios que mandar un castigo de los grandes

    Cuente sílabas, por favor.

    Y lo de la calidad de las letras, allá cada cual con sus gustos. Por ejemplo Valderrama en una de sus canciones más memorables cantaba aquello de “Tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil”. ¡Habrá imagen más siniestra y terrible!

    Por cierto, mi amigo me dice que en la frase que encabeza el artículo el segundo “que” no lleva tilde, y tampoco llevan tilde los que aparecen en la frase que cierra el apartado 1), o sea: Que no, que no.

    Un cordial saludo

    Salvador Fernández Gómez

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    1. Mis saludos cordiales y respetuosos para usted y su amigo. Mi agradecimiento por las correcciones que me indica sobre mi mal uso de algunas tildes. Procuraré corregirme.

      Por lo demás, sigo defendiendo que el cantaor debe cantar las letras sin alteraciones que pueden cambiar el sentido de las mismas. Y que deben medir bien, sobre todo en cantes como la soleá, reina y señora del compás y la cuadratura. Los fandangos, al ser cantes libres, permiten algún exceso.

      En cuanto al tema de las letras comparto con usted que haya que buscarlas de buen gusto. Lo de los dientes para hacer un rosario siempre me pareció un despropósito.

      Quiero señalarle una cosa: yo no he escrito "puretista" sino "purerista". De hecho la palabra "pureta" no está en mi vocabulario. Ironizando, sí uso el término "purero" para referirme a los que exceden en su condición de "puristas". Por ahí iban los tiros.

      Lo dicho, saludos cordiales desde Córdoba

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  2. Pues tienes toda la razón. Los cantaores debería cuidar el repertorio que la tradición les ha legado, sobre todo los actuales, que ya existe una mayor formación e información. El cambio de una sola palabra, puede transformar el sentido de una bella composición y convertirla en un disparate semántico (además de geográfico). El baluarte no era 'invisible' (para el Beni), era invencible, (seguiriya en tiempos de Demófilo, aunque a nosotros haya llegado en forma de romera). Napoleón Bonaparte, con sus escoltas, claro, no pudo pasar del 'barrio de la Vitoria' (para el Torta), porque en Cádiz no existe ningún barrio llamado así (no sé en San Sebastián...); como tampoco existen las campanas de los ríos, en soleá de Paquirri. Hay cientos de ejemplos y tú lo has ilustrado muy bien. Un abrazo.

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    1. Gracias, Javier. Habría tema casi pá un libro. Un abrazo.

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  3. En Cádiz sí hay una playa de la Vitoria.

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