Me cuenta un buen cantaor y amigo mío que en cierta ocasión, al finalizar un festival flamenco, todos los cantaores hicieron un cante por fandangos menos uno que se limitó a decir más o menos:
-Yo no canto esas cosas.
Sería que sus mentores (por un lado los mairenistas, por otro los muy puros y puristas hermanos Moreno Galván) le habían enseñado que eso de cantar fandangos era flamencamente "pecaminoso". Pero nuestro personaje acabó cantándolos (vayan a este enlace y escuchen), si bien como "fandangos de la Puebla", una versión a caballo entre el folk-lore y el flamenco que, según dijo algún afamado crítico, el cantaor aceptó porque eran de su pueblo cuando en realidad eran de la onubense localidad de la Puebla de Guzmán. Posiblemente lo hiciera más veces, pero yo salto hasta 2004 para escuchar de nuevo unos fandangos en la voz de este cantaor. Oigan, por favor:
-Eso son rondeñas
me dice enseguida uno de ustedes. Claro que sí, pero ¿es que las rondeñas no son fandangos? El cantaor en cuestión pensaría que nada tenían que ver con esas cosas que cantaban gentes como Vallejo, Marchena, Carbonerillo, Niño de la Calzá, Aznalcóllar, Porrina y tantos otros "corruptores del flamenco". Además, él, en un alarde culto y cultista hasta había elegido unas letras tomadas de la comedia El remedio en la desdicha del clásico Lope de Vega, letras que, por cierto, parece que le sientan al cante como a un Cristo dos pistolas. Pero bueno, había que distinguir y nuestro personaje distinguió.
Todo esto me recuerda una anécdota que les voy a narrar. Un paisanete mío, buena gente aunque primitivo en sus conocimientos y opiniones, se afilió a un partido político y asistía a reuniones. Un día me cuenta:
-Pues mira, Andrés, que después de lo que ando aprendiendo yo no tendría reparos en ser amigo de un gay, pero mira, a lo que no llegaría nunca es a juntarme con un mariconazo.
Pues eso, que nuestro cantaor pensaría que la rondeña podría ser un gay pero los fandanguillos seguían siendo los maricones. ¿Me he explicado?
Todo esto me recuerda una anécdota que les voy a narrar. Un paisanete mío, buena gente aunque primitivo en sus conocimientos y opiniones, se afilió a un partido político y asistía a reuniones. Un día me cuenta:
-Pues mira, Andrés, que después de lo que ando aprendiendo yo no tendría reparos en ser amigo de un gay, pero mira, a lo que no llegaría nunca es a juntarme con un mariconazo.
Pues eso, que nuestro cantaor pensaría que la rondeña podría ser un gay pero los fandanguillos seguían siendo los maricones. ¿Me he explicado?
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