Dedicado a todos los universitarios que conocieron las cárceles de aquellos años.
El Colegio Mayor "San Juan Evangelista" es conocido en los ambientes madrileños como "El Johnny". Nunca me gustó ese apelativo y por eso procuro no usarlo. Yo recuerdo otro bastante extendido en los primeros años de su refundación: "San Juan de la Hoz y el Martillo". La razón es tan simple como la constatación de que por aquellos tiempos el colegio fue sede de muchos estudiantes activistas de la izquierda. No, no se piense que el P.C.E. de Santiago Carrillo estaba detrás de todo aquello. La mayoría de estos colegiales eran independientes y los que militaban en algún grupo eran de ideología trotskista, cuando no maoísta. Su lucha se desarrollaba en la correspondiente facultad y varios de ellos hubieron de pasar por los calabozos de la entonces llamada "Dirección General de Seguridad" (D.G.S).
Es sabido que la citada Dirección tenía gente matriculada en los centros más conflictivos (Económicas, Filosofía, Derecho, Ciencias...) sin más misión que la del "chivateo", es decir, el seguimiento de todos los presuntamente "peligrosos".Y nuestro Colegio no se libró: en el curso 1968-1969 nos colocaron dos "topos". Levantaron sospechas en otros colegiales porque casi nunca iban a su facultad pero sí cogían habitualmente el metro con dirección al centro de Madrid. Decidieron seguirlos y, efectivamente, comprobaron que iban a la misma Puerta del Sol y se colaban, como Pedro por su casa, por las puertas de la D.G.S. Por fin, una mañana, los "espías de los espías" se plantaron en su habitación y les dijeron claramente que sabían que trabajaban para la policía. Esto debía de ser cierto porque los dos salieron ese día del colegio con intención de abandonarlo. Se marcharon con lo puesto y, pasada una semana, el director don Jesús Cobeta me llama y me dice:
-Andrés, esta noche te toca guardia. Me han llamado de la policía para comunicarme que los muchachos esos que se fueron el otro día volverán a una hora en que la gente ya ande durmiendo para llevarse sus cosas. Como son de tu Comunidad, deberás acompañarlos.
Acudieron sobre las tres de la madrugada junto a un agente de la secreta. Recogieron todo y no volvimos a saber de ellos. Pero no quiero acabar esta historia sin referirles que al día siguiente nos dio por mirar su expediente y nos encontramos con la sorpresa de que su solicitud de ingreso en el colegio venía acompañada de una "recomendación" de un alto cargo del Rectorado de la Complutense. Sin duda, la gente de la D.G.S. estaba en todo.
En mi espera de aquella noche, como siempre, yo oía flamenco en mi habitáculo. Me acordaba de los varios colegiales que estaban detenidos y por eso escuché una y otra vez este cante por carceleras del lucentino Antonio Ranchal:
Es sabido que la citada Dirección tenía gente matriculada en los centros más conflictivos (Económicas, Filosofía, Derecho, Ciencias...) sin más misión que la del "chivateo", es decir, el seguimiento de todos los presuntamente "peligrosos".Y nuestro Colegio no se libró: en el curso 1968-1969 nos colocaron dos "topos". Levantaron sospechas en otros colegiales porque casi nunca iban a su facultad pero sí cogían habitualmente el metro con dirección al centro de Madrid. Decidieron seguirlos y, efectivamente, comprobaron que iban a la misma Puerta del Sol y se colaban, como Pedro por su casa, por las puertas de la D.G.S. Por fin, una mañana, los "espías de los espías" se plantaron en su habitación y les dijeron claramente que sabían que trabajaban para la policía. Esto debía de ser cierto porque los dos salieron ese día del colegio con intención de abandonarlo. Se marcharon con lo puesto y, pasada una semana, el director don Jesús Cobeta me llama y me dice:
-Andrés, esta noche te toca guardia. Me han llamado de la policía para comunicarme que los muchachos esos que se fueron el otro día volverán a una hora en que la gente ya ande durmiendo para llevarse sus cosas. Como son de tu Comunidad, deberás acompañarlos.
Acudieron sobre las tres de la madrugada junto a un agente de la secreta. Recogieron todo y no volvimos a saber de ellos. Pero no quiero acabar esta historia sin referirles que al día siguiente nos dio por mirar su expediente y nos encontramos con la sorpresa de que su solicitud de ingreso en el colegio venía acompañada de una "recomendación" de un alto cargo del Rectorado de la Complutense. Sin duda, la gente de la D.G.S. estaba en todo.
En mi espera de aquella noche, como siempre, yo oía flamenco en mi habitáculo. Me acordaba de los varios colegiales que estaban detenidos y por eso escuché una y otra vez este cante por carceleras del lucentino Antonio Ranchal:
Por mis mayores (militantes en la izquierda, por favor no confundir con Psoe o PCE) se de las cosas que cuentas. De como había "chivatos" y colaboradores del régimen en todos los lugares posibles, desde estudiantes falsos, porteros, taxistas y entre los propios compañeros de partido... Te recomiendo un libro que te va a traer muchos recuerdos El vano Ayer (2004) de Isaac Rosa. Lo jodido de esto es que nunca han pagado por sus crímenes tanto los torturadores como sus lacayos y además ahora están volviendo ellos, sus hijos, sus nietos. Estaban en la sombra pero vuelven, nunca se han ido.
ResponderEliminarPor supuesto, tenían todo absolutamente controlado.Yo siempre he pensado que la dichosa Ley de Amnistía que aparentemente iba dirigida a los no afectos al Régimen, se hizo como muralla para salvoguardarse ellos mismos. Lo de Garzón me ha dado la razón. En cuanto al retorno, espero que no sea efectivo en el terreno de las libertades públicas. Esto está muy mal, pero yo espero, en el tiempo que me quede de vida, poder expresarme sin miedo alguno. Que pueda escuchar las carceleras por puro gusto flamenco sin tener que acordarme de gente "con la libertad perdía", como dice Ranchal.
EliminarDebemos seguir en guardia. Gracias por recordarlo.
ResponderEliminarPreciosas carceleras.
Puede que los poderes fácticos sigan teniendo sus topos repartidos por todos lados. Pero, ahora, no pueden acusarnos por simples delitos de opinión. Entonces, sí. Gracias a ti, mi niña de Teruel.
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