Visitando mi cuaderno Cantando por Fandangos, ahora convertido en EL MUSEO DEL FANDANGO, podrán elegir entre doscientos cincuenta (250) artistas distintos para escuchar este estilo de cante.

lunes, 30 de mayo de 2011

La corbata del Roni

Cuando en el curso 1966-67 llegué al C. M. San Juan Evangelista, ¿había colegiales aficionados al flamenco? Casi seguro que sí, pero yo los desconocía salvo a uno: un gaditano muy gracioso, que estaba terminando alguna Ingeniería Superior. No me acuerdo de su nombre, pero sí de su mote: El Roni. Tampoco recuerdo como nos conocimos, pero el hecho es que salíamos algunos fines de semana a las tabernas de ambiente andaluz: “Sherry” y "Los Camborios", a la derecha de la Gran Vía conforme se subía desde la Plaza de España, “Los Jiménez” y “La Vendimia Jerezana” en la calle Barbieri (la misma donde Caracol tenía su tablao "Los Canasteros), o “La Venta de Don Jaime” en Alberto Aguilera. Siempre encontrábamos gente con la que hablar de flamenco y esporádicamente escuchar a alguno que se atrevía con los cantes. Esto era más frecuente en la citada Venta, donde el propio dueño, Jaime, de la zona de los Puertos, se cantiñeaba muy bien.

No había dicho antes que El Roni era muy alto y ancho, tirando a gigantón, vamos. Hacíamos curiosa pareja porque yo, como saben quienes me conocen, siempre fuí bajito y delgadillo. Un sábado noche, volvíamos de nuestras correrías un poco chispados y, a la entrada del Colegio, un guasón me suelta:

-Coño, Andrés, si pareces la corbata del Roni.

Acabó su carrera y se marchó del Colegio. No he vuelto a tener noticias suyas, pero sigo conservando mi mejor recuerdo para este gaditano buen aficionado y buena gente.

viernes, 27 de mayo de 2011

Valderrama y El Pele (11 de julio de 2000)

Vivo en Córdoba donde, un año más, para refrescarnos nuestro calentito mes de julio, se celebra el Festival de la Guitarra. Mi amigo José Antonio Fontanillas, que siempre se acuerda de mí, que siempre me mima, me telefonea para preguntarme si quiero que me saque entradas para un espectáculo, anunciado como Desafío, en el que actuarán El Pele y Juanito Valderrama. Confieso que me sacudió el alma la simple propuesta del acto. ¿Nuestro Manuel Moreno Maya junto a Valderrama?

- Por supuesto que sí, Jose, saca entradas que allí estaremos mi mujer y yo.

Fue la noche del 11 de Julio de 2000. Yo iba con una curiosidad enorme. Nervioso al pensar qué podría dar de sí esta conjunción de un cantaor, gitano hasta la médula, como nuestro entrañable Pele con un maestro de la vieja escuela paya, al que, además, desde muchos círculos de afición se le ha negado (y se le niega aún en algunos) la fe de bautismo flamenco.

En la antesala del Gran Teatro, lugar para la celebración, encontré aficionados de los de siempre (Antonio Pino, Rafael Romero, Juan Ramón Martínez, el cantaor Rafael Ordoñez, Pepe Arrebola, Juan Pérez Cubillo, Juan Díez, Rafael Guerra y otros muchos). Su presencia me tranquilizó: no era yo el único que acudía a la cita...


Primera parte a cargo de El Pele y tres guitarras con nombres propios: Pepe Habichuela, Paco Cepero y Manuel Silveria, además de la contribución de una tribu (el apelativo se lo puso el propio Pele) de gitanitos con sus imprescindibles palmas e instrumentos de percusión. Impresionante la actuación del cordobés en todos los estilos que cantó: soleares, siguiriyas, malagueñas, tangos, alegrías, fandangos y, como no podía ser menos, bulerías.

Era el descanso y todos nos preguntábamos

- ¿Qué hará ahora Valderrama? El listón está muy alto.


Don Juan Valderrama aparece en el escenario tal cual una figura del pasado: chaqueta de cuello-smoking y su imprescindible sombrero de ala ancha. Me recordaba la vieja canción de la peruana Chabuca Granda "Fina estampa" cuando decía aquello de
Ya sé que no se estila...
Guitarras también de lujo: Calderito, Niño de Pura y Manolo Franco. Con la mayor naturalidad, se inicia por malagueñas (de Chacón, de Personita y de la Peñaranda) y sigue con un par de tarantas de Linares. A continuación, soleares con el polo, mostrándonos esas magníficas soleares apolás que algunos parecían desconocer hasta que Mairena las grabó con el nombre de El Charamusco, pero que Valderrama ya las interpretaba en los años cuarenta. Cantó por farrucas y cantó una larga serie de fandangos. Siguiriyas, entre ellas las de Manuel Torre, martinetes y más martinetes. Entre dos de sus actuaciones, una señora de la primera fila le dice

- Juan, cántanos "El Emigrante"

a lo que el de Torre del Campo contestó

- Señora esta noche he venido aquí para cantar flamenco

Y eso es lo que hizo de una manera magistral. Si el público se entregó del todo al Pele (que por cierto siguió la actuación de don Juan muy atentamente y desde cerca, escondido entre los bastidores), volvió a hacerlo con el veterano cantaor.

Noche para la historia. Encuentro de dos enfoques distintos, pero no antagónicos, de nuestro Cante Flamenco.

martes, 24 de mayo de 2011

El viejo Juan Ramón seguía cantando


Corría 1954. El poeta Juan Ramón Jiménez ya había cumplido 72 años, pero seguía trabajando en la Universidad de Puerto Rico. A la vez, se afanaba en corregir y ordenar su ópera omnia, tal como su esposa Zenobia le escribía y comunicaba a varios editores españoles. Un excesivo ritmo de trabajo trajo consigo una crisis nerviosa que le obligó incluso a internarse en hospitales. Parece que fue el final de su etapa creativa. La esposa siguió clasificando el material del poeta, pero una enfermedad que le venía de antes, da fin a su vida en 1956. Dieciocho meses después, ya en 1958, muere el andaluz universal, el poeta que, junto a otros dos andaluces (Luis de Góngora y Gustavo Adolfo Bécquer), marca un máximo, yo diría que absoluto, de la lírica en castellano.
Del material con que trabajaban Juan Ramón y Zenobia, uno de los más avanzados era el referido a la obra en verso. Pasados unos cuantos años, en 1978, pudo publicarse, con el sello de Cupsa Editorial y prólogo de Antonio Sánchez Romeralo, el libro de título “Leyenda”, donde aparecen poemas escritos por Juan Ramón desde su juventud hasta su madurez, muchos de ellos modificados. Dejemos que nos lo diga el prologuista:
El lector encontrará en sus páginas poesías nuevas y mucha poesía antigua corregida y renovada o, como su autor gustaba de decir, revivida. Uno de los mayores placeres que el libro proporciona es, precisamente, el de ir comparando versiones nuevas de poemas de adolescencia y juventud con las antiguas que conocimos en los libros originales. ¡Cuántas sorpresas aguardan al lector en esa lectura!
¿Poesía retocada? No: poesía “revivida”, según el propio autor. Aquel que escribió
Mi vida fue salto, revolución, naufrajio permanente. Moguer, Puerto de Santa María, Moguer, Sevilla, Moguer, Madrid, Moguer, Francia, Madrid, Moguer, Madrid, América, Madrid, América…
texto al que, el más sensible de nuestros flamencos, es decir, el granaíno Enrique Morente, puso música para que lo cantara su hija Estrella. Moguer, Moguer, Moguer… Y, ¿cómo no iba a “revivir” el de Moguer sus “borradores silvestres”, aquellos “cantares” que compuso en su juventud? En anteriores entregas de este cuaderno, ya dimos a conocer veintiuna coplas de Juan Ramón. Vean ahora, cómo en su senectud, “revivió” algunas de ellas:
I
Me da pena cuando veo
en la alegre Primavera
algún arbolillo seco.
Me da pena cuando veo
en la primavera verde algún arbolillo seco.
VI
Las tumbas del campo santo,
parece que están calladas,
pero su silencio triste
¡qué bien lo comprende el alma!
La tierra del camposanto parece que está callada,
pero su silencio hondo ¡cómo resuena en el alma!
VII
“Seré siempre tuya”
me dijo en un beso;
y entonces sonaron con tristes gemidos
campanas de muerto.
“Siempre seré tuya”, le dijo en un beso.
Tú pusiste tu punto final, esquilón del muerto.
X
Parece una golondrina,
su pie no toca la tierra;
¡ay! a algunas criaturas
¡qué poco el alma les pesa!
Parece una golondrina, su pie no toca la tierra.
¡Golondrina, criatura, qué poco el alma te pesa!
XIII
Mirad qué arrogante pasa;
¡cuánto esplendor en el cuerpo!
¡cuánta miseria en el alma!
¡Mira que arrogante pasa,
cuánto lujo por el cuerpo, cuánta pobreza en el alma!
XVIII
El corazón se me parte
cuando a mi muerta recuerdo;
¡está la pobre tan sola,
tan sola en el cementerio!
El corazón se me parte si a la Macaria recuerdo.
Ella que fue tan de nadie, tan sola en el rincón seco.
Se me parte el corazón cuando mi dicha recuerdo.
Tú me la enterraste viva en el cementerio nuevo.
XIX
Era el pobrecillo ciego
y cantaba sollozando
la luz de unos ojos negros.
Era bien ciego aquel ciego
y cantaba sollozando la luz de unos ojos negros.
Que el lector haga las comparaciones a que nos invita el prologuista de “Leyenda”. Por mi parte, me limito a opinar sobre la última copla: entre “Era el pobrecillo ciego” y “Era bien ciego aquel ciego”, además del original y acertado capricho, tan propio de Juan Ramón, de poner en una sola línea dos octosílabos, la fuerza poética de la última versión es indudablemente superior.

sábado, 21 de mayo de 2011

Más CANTARES de Juan R. Jiménez

Hace unos días dimos a conocer las 17 coplas que había publicado Juan Ramón Jiménez en la revista El Programa (Sevilla, 1899). Más adelante, en su libro Almas de violeta (Tipografía Moderna, Madrid, 1900) y bajo el título de "Cantares", aparecen nueve coplas, repitiendo las números I, VI, VII, X, XIII y XVII, si bien la número VII está modificada (y creo que mejorada). En lugar de
"Siempre seré tuya"
me dijo en un beso;
y entonces sonaron con tristes gemidos
campanas de muerto.
Juan Ramón la presenta así:
VII (Bis)
“Seré siempre tuya”
-me dijo en un beso-
y sonaban con tristes gemidos
campanas de muertos…
Por el contrario, en este libro publica tres coplas nuevas:
XVIII
El corazón se me parte
cuando a mi muerta recuerdo;
¡está la pobre tan sola,
tan sola en el cementerio!
XIX
Era el pobrecillo ciego,
y cantaba sollozando
la luz de unos ojos negros.
XX
¡Qué divinos eran
sus ojos risueños…!
¡pobrecita! ¡llorando una pena
quedóse sin ellos!
Dos años después se publica su libro Rimas (Fernando Fe, Madrid, 1902) en el cual encontramos, ahora aisladas, las cuatro coplas que hemos numerado como I, XVIII, XIX y XX, además de una nueva soleá:
XXI
Besad a esos pobres niños
que van solos por el mundo
sin encontrar pan ni abrigo.
Quedan fijadas, por tanto y en este cuaderno-blog, las 21 coplas que Virgilio Márquez encontró y que Ediciones Demófilo publicó en 1981.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Primeros CANTARES de Juan R. Jiménez

El 14 de Diciembre de 1981, festividad del poeta San Juan de la Cruz, la imprenta nos entregó el librito Cantares de Juan Ramón Jiménez del que nueve días después, o sea, el 23 de Diciembre, se cumpliría el centenario de su nacimiento y cuyo prólogo, firmado por Virgilio Márquez, dimos a conocer hace unos días. Veintiuna coplas en total, algunas ilustradas por el pintor Hidalgo del Moral, autor también de la cubierta. Diecisiete de ellas (2 soleares de tres versos, 6 de cuatro versos y 9 variantes de seguiriyas gitanas) fueron publicadas en la revista El Programa, número 18, Sevilla, 1 de Junio de 1899, es decir, cuando nuestro poeta no había cumplido los 18 años y cuyo aspecto vemos en la foto, hecha en ese mismo 1899, que hemos colocado a nuestra derecha.

Aquí les dejo con estos borradores silvestres (según el propio autor) del que llegó a ser una de las cumbres de la poesía española:





I
Me da pena cuando veo
en la alegre Primavera
algún arbolillo seco.


II
¡Cuán pronto tus flores,
marchitas cayeron!
Arbolito que apenas nacía,
¡qué joven te has muerto!

III
Mis besos amantes tal fuego tenían,
que las flores que ha poco me diste,
están ya marchitas.

IV
¿Y tú me preguntas que por qué estás pálida?
¿No sabes que pierde sus frescos matices
la flor deshojada?

V
Volando en el cielo,
en noche de calma,
las azules estrellas errantes
¡qué pronto se apagan!




VI
Las tumbas del campo santo,
parece que están calladas,
pero su silencio triste
¡qué bien lo comprende el alma!




VII
"Seré siempre tuya"
me dijo en un beso;
y entonces sonaron con tristes gemidos
campanas de muerto.

VIII
Cuando la muerte separa
dos almas que son dichosas,
pienso con pena: la muerte
¡ay! debe ser muy envidiosa.

IX
No comprendo por qué, niña,
te causan horror los muertos…;
eres joven y eres bella,
¿no te gustan los espejos?



X
Parece una golondrina,
su pie no toca la tierra;
¡ay! a algunas criaturas
¡qué poco el alma les pesa!


XI
Crees que estriba la ventura
en poder gozar sin tasa…;
¡ay! ¡cuántas veces la risa
hace que broten las lágrimas!

XII
Aunque muy orgullosa seas,
en orgullo no me ganas;
tú, te precias de tu cuerpo,
yo me precio de mi alma.

XIII
Mirad qué arrogante pasa;
¡cuánto esplendor en el cuerpo!
¡cuánta miseria en el alma!

XIV
¿Creerás que me importan tus fieros desdenes?,
busca bien en tu oscura conciencia,
¡verás como pierdes!

XV
Hermosa morena,
te adoro ya tanto,
que en llanto convierto, si quieres, mi risa
y en risa mi llanto.

XVI
Da siempre a los pobres,
la limosna Santa;
¿no es mil veces mejor que el dinero
la dicha del alma?


XVII
Qué tristes, qué tristes sois
sencillas coplas gitanas;
¿quién al oíros no sueña,
entre recuerdos y lágrimas?

domingo, 15 de mayo de 2011

¿Compuso Juan Ramón Jiménez poesía flamenca?

Cuando ideé este cuaderno-blog, me propuse hacer entradas breves y en tono preferentemente coloquial. Nada de erudiciones, que eso queda para los académicos, los ensayistas y, en fin, para los escritores de oficio, especies entre las nunca pretendí estar. Sin embargo, cuando en 1981 iba a cumplirse el centenario del nacimiento de Juan Ramón Jiménez, le propuse a mi pariente Virgilio Márquez que indagara sobre la posible obra flamenca del moguereño. Así lo hizo y su trabajo dio lugar a la edición, en tirada no comercial, de un librito que publicamos en Ediciones Demófilo. Les dejo a continuación con el prólogo que Virgilio redactó. La obra del poeta, sus cantares, los dejamos para otro día...



Desde siempre, es decir, desde que alcanzamos nuestro uso de razón como aficionados al flamenco, y quizás porque llegamos a él a la vez que al gusto por la poesía, no ha dejado de interesarnos la relación entre cante y literatura. Poco ha sido lo que hemos podido leer al respecto: referencias sueltas de la época anterior o en torno a 1850, tópicos sobre que “el 98” no entendió nuestro arte o sobre los neopopulistas que se congregaron en la Granada de 1922 alrededor de Lorca y Falla –exegetas cultos de un arte nacido de un pueblo inculto-, y casi nada más. Ricardo Molina tan indiscutible poeta como desigual flamencólogo, dedicó varios artículos al tema (1), interesantes sin duda, pero insuficientes. El padre de la moderna flamencología, González Climent, nos lega una Antología (2), en la que, a decir verdad, faltan tantos autores como sobran entre los seleccionados. Ramón Solís publicó un librito de título pretencioso (3) que nos desencantó enseguida al comprobar que se limitaba a seleccionar unos cuantos poetas actuales y unos poemas que sí pero que no en bastantes casos. Ortiz Nuevo logró interesarnos con algún hallazgo, pero hoy por hoy da la impresión de que tiene abandonado el tema. Para acabar con este breve e incompleto recuento, es de justicia señalar la labor de un autor que, “golpe a golpe, verso a verso”, va metiéndose con fino olfato en materia desde su jienense tribuna de “Candil” (4): Manuel Urbano, a quien desde aquí animamos para que continúe con una labor que puede ser larga, pero indudablemente muy atractiva.
Cuando años atrás, nosotros mismos nos dedicábamos a hacer rastreo de esta cuestión, nos extrañábamos de que nunca apareciera el nombre del “andaluz universal”. ¿Había tocado Juan Ramón Jiménez el tema flamenco? No en la bibliografía flamenca, sino en otro tipo de obras, pudimos encontrar algunos indicios que nos inducían a pensar que sí:
… otras (de sus) fuentes son españolas: Bécquer (…) y el romancero y cancionero españoles, sobre todo el folklore andaluz” (5).
La musicalidad, el sentimiento y la magia popular y secular del octosílabo asonantado, que suena efusivamente en todo oído español, son sin duda los motivos de que esta poesía haya llegado, de un modo u otro, y superando la expectación del autor, no solo a la minoría o a la inmensa minoría, sino a un público tan vasto como pudiera tenerlo cualquiera de los poetas populares. ¿Y es que acaso Juan Ramón no lo era? ¿No sería la fórmula popularismo aristocrático la que mejor lo definiría? Lo más logrado de su poesía es siempre copla, canción del más noble cuño tradicional” (6)
Juan Ramón es el descubridor literario de Andalucía, como la generación del 98 lo fue de Castilla” (7)
Por otra parte, su biógrafa Graciela Palau nos cuenta que en el curso 1896-97, a sus quince años, marcha a Sevilla donde, a la vez que inicia estudios de Leyes, entra en una escuela de pintura –afición que arrastraba de años precedentes-, justamente la del gaditano Salvador Clemente, pintor colorista, enraizado en su tierra, donde, se nos dice
aprendió a pintar flamencas”(8)
La misma Sevilla y en el mismo año en que se mantenía vivo un Ateneo que albergaba una peña poética, y donde el joven Juan Ramón
podía pasar el día y la noche escuchando la animada discusión de un grupo de personas”(9)
entre las cuales, señala Graciela Palau, se encontraban Francisco Rodríguez Marín y Luis Montoto, para acabar diciendo
Oyéndoles hablar empezó a concebir la ilusión de llegar a ser como uno de ellos”(10)
Pero, ¿dónde estaba, si es que la había, la obra de Juan Ramón compuesta “a la manera popular de los flamencos”? ¿No sería, todo lo más, que “lo jondo” estaba en el sustrato de su creación poética? En el libro de los hermanos Caba hay unos párrafos muy sugestivos:
Juan Ramón Jiménez, ternura cerebral, sensibilidad desnuda, velada por un ramaje de ideas, alborozo púdico de manantial y sereno temblor de río, busca la intimidad de los rincones; un rincón geográfico para vivir, otro lírico en la sensibilidad para hablar bajo, y otro, inédito y goloso, en las palabras para sugerir. Lo jondo está en todo él; en su aristocraticismo hermético de Faraón, en su quietismo musulmánico y en su gozosa ternura, que es su ingrediente de la pena. No importa saber en qué poemas se ha herido con lo jondo”(11)
Y en el genial Darío se encuentran citas como éstas:
He aquí un lírico de la familia de Heine, de la familia de Verlaine, y que permanece, no solamente español, sino andaluz, andaluz de la triste Andalucía
Y hay allí en esos versos admirables y exquisitos las mismas visiones y las mismas ansias que en las coplas populares que cantan las mozas enamoradas, y los sonoros, duros y aullantes cantaores”(12)
Sin embargo, un día encontramos, en cita de Cansinos Assens(13), un par de soleares compuestas por el poeta de Moguer. ¡Sí había "obra flamenca" en Juan Ramón! Nos propusimos, entonces, buscarla, y, digámoslo en honor a la verdad, no fue fácil encontrarla. Pensemos que las publicaciones primerizas de Juan Ramón, y en ellas estaba la clave, eran casi inencontrables. El propio poeta, que solía calificarlas de "borradores silvestres", negaba insistentemente sus reediciones, y, cuando incluía en sus famosas "Antolojías" algunas de sus producciones juveniles, lo hacía bajo forma de auténticas reelaboraciones. Pero, por fin, llega a nuestras manos un ejemplar de "Almas de Violeta", el segundo de sus libros (Tipografía Moderna, Madrid, 1900), en el que, bajo el título de Cantares, aparece una serie de nueve coplas, entre las que figuraban las dos soleares citadas por Cansinos. Y, más adelante, en "Rimas" (Fernando Fe, Madrid, 1902), encontramos cuatro de estas mismas coplas, ahora aisladas, además de una nueva soleá.
Había más. Graciela Palau, en su libro ya citado, hablaba de unos Cantares publicados anteriormente por el joven poeta en un periódico sevillano. Empezó, entonces, nuestro deambular por bibliotecas y hemerotecas hasta encontrarlos. En efecto, diecisiete habían sido las coplas aparecidas en "El Programa" (Sevilla, número 18, 1 de junio de 1899); diecisiete de las cuales algunas se repetirían en "Almas de Violeta".
Eso es todo lo que hemos encontrado: veintiuna copla (repeticiones aparte) salidas de la pluma del más grande poeta andaluz del siglo, que hoy ponemos a disposición del público de EDICIONES DEMOFILO.
Debemos confesar que nos quedamos con la gana de hacer un análisis de su contenido poético y sentimental; coplas terriblemente tristes las de este adolescente, en cuya obra, se nos decía en la que podemos considerar como la primera crítica de su quehacer
"campeaba la nota del candor entre el fuego de la fantasía ardiente, arrebatada, con anhelos de escalar lo increado, para lo que le faltaba aire"(14)
No lo haremos, porque, a fin de cuentas, lo nuestro no es la crítica literaria. Nos limitaremos a señalar que fue éste un primer buceo por parte del moguereño en la tristeza del alma andaluza de que nos hablara más tarde Rubén Darío. Buceo que no podía hacerse sino a través de la copla, la más pura creación popular de nuestra tierra. Copla de la que el propio Juan Ramón, por esos mismos años(15), escribiría estas bellísimas estrofas:
"Aún palpita en el pecho el eco lastimero
de una guitarra lánguida..., el sollozo postrero
de una copla de amores..., de una copla de pena,
ahogada en una lágrima, igual que una azucena
rebosante de Sangre..., igual que un albo lirio
nadando en el espejo de un lago de Martirio...
...Los Amores gimientes, los pálidos Amores
que se elevan en el Alma cual suspiros de flores
enlutadas...; Amores que viven en la hirviente
flama de un sonriente Corazón que presiente
un negro soplo helado que con dulzura engaña...;
que divisa en la sombra una negra Guadaña...
Los pálidos Amores, pulsaron en la Lira
una canción amarga que sueña y que delira...
... Atrás queda flotante la triste Andalucía,
cual Visión sollozante de angustiosa Harmonía..."
Virgilio Márquez,
Córdoba, Noviembre de 1981.
(1) Ricardo Molina, Obra Flamenca, Ediciones Demófilo, Madrid, 1977. Ver el capítulo “Los Escritores y el Flamenco”, páginas 63 a 86. donde el autor trata a escritores como Cervantes, Pío Baroja, Bécquer, Lorca, Rubén Darío, Eloy Vaquero, Bergamín, y músicos como Falla, Yepes, Odón Alonso o Mauricio Ohana.
(2) Anselmo González Climent, Antología de Poesia Flamenca, Escelicer S. A., Madrid, 1961.
(3) Ramón Solís, Flamenco y Literatura, Libros Dante, Madrid, 1979.
(4) Candil, Revista de Flamenco, Peña Flamenca de Jaén. Entre sus dieciséis primeros números, pueden encontrarse, con firma de Manuel Urbano, estudios siempre en relación con lo “jondo”, sobre Bergamín, Villalón, Rueda, Sánchez Dragó, Blas Infante, Antonio Machado y otros.
(5) Juan Ramón Jiménez, Antología Poética, edición de Vicente Gaos, Ediciones Cátedra, 5ª tirada, Madrid 1979. La cita es de V. Gaos y se encuentra en la página 31.
(6) V. Gaos, obra citada, páginas 60 y 61.
(7) V. Gaos, obra citada, página 63.
(8) Graciela Palau de Nemes, Vida y obra de Juan Ramón Jiménez, tomo 1, 2ª edición, Editorial Gredos, Madrid, 1974. Ver la página 72.
(9) Graciela Palau, obra citada, página 73.
(10) Graciela Palau, obra citada, página 73. La autora señala la importancia de Rodríguez Marín como folklorista. En efecto, no debe olvidarse que, tanto él como Luis Montoto, habían sido fundadores, con Machado y Alvarez “Demófilo”, de la primera sociedad de estudios folklóricos y de la revista “El Folklore Andaluz” que les sirvió de portavoz.
(11) Carlos y Pedro Caba, Andalucía, su comunismo y su Cante Jondo, Biblioteca Atlántica, Madrid, 1933. Ver las páginas 67 y 68.
(12) Rubén Darío, La tristeza andaluza, artículo aparecido en la revista “Helios”, número XIII, 1904. Darío lo publica a manera de crítica del libro “Arias tristes” de Juan Ramón Jiménez, y fue recogido en sus “Tierras Solares”, Madrid, 1904.
(13) Rafael Cansinos Assens, La Copla Andaluza, Ediciones Demófilo, Madrid, 1976. Ver página 18.
(14) Francisco Ramos García, Galería de escritores y poetas sevillanos, D. Juan Ramón Jiménez, en el número 21 de "El Programa", Sevilla, 3 de septiembre de 1899.
(15) Juan Ramón Jiménez, Epilogal, publicado en el libro "Alma Andaluza" (Madrid, 1900) del poeta malagueño José Sánchez Rodríguez, recientemente rescatado en edición facsímil, y con una introducción de Antonio Sánchez Trigueros, por la Editorial Don Quijote de Granada. Es de los libros que no se comprende cómo han podido pasar tantos años ignorados.

jueves, 12 de mayo de 2011

Morente en el Cielo

En este blog publiqué unas líneas con el título Hoy en el cielo no duerme nadie que escribí el día en que murió Enrique Morente (13 de diciembre de 2010). En ellas, hablaba de una fiesta flamenca montada en el cielo para recibirlo. No fui el único en apreciarlo así: si no, vean esta viñeta que por aquellas fechas publicó Forges.


El dibujante llega más lejos que yo al colocar al Buen Dios como guitarrista. Yo lo ponía como un aficionado más, o, mejor, como el Señorito que presidía la juerga.

lunes, 9 de mayo de 2011

Morente, a su aire hasta el final


Se ha dicho muchas veces que una buena "viñeta" vale más que sesudos textos. Así es y como prueba de ello, vean ésta firmada por "Puebla". Morente, como artista flamenco, tal vez haya sido el más libre de la historia. Cantaba lo que daba la real gana, cuando le daba la real gana y donde le daba la real gana. Nunca quería repetir moldes preestablecidos. Y, claro, si nos decían que al morir los angelitos te cogían por los hombros para subirte al cielo, Morente, fiel a sí mismo, quiso subir a su aire.

viernes, 6 de mayo de 2011

Y yo la mandé callar


Luisa Romero, cantaora y bailaora, hija del entrañable Rafael, fue contratada en un tablao de nombre "Caripén", allá por la calle Leganitos. El padre, que nunca paraba de contar las excelencias de su Luisa, me insistió varias veces en que fuéramos a verla. Aprovechamos un día que Rafael tenía descanso en "Zambra" y allá nos fuimos. Cuando llegó la actuación de su niña, resulta que una señora, sentada en la mesa de al lado, no paraba de hablar y hablar, y, además, en alto. Cansado de oirla me levanto un momento y digo:
- Por favor, silencio. Un respeto al cante.
Rafael casi se escondió debajo de la mesa.
- Pero, ¿que haces? ¿No ves que es Lola, la dueña, y que como me vea despide a mi hija?
En efecto, se trataba de la famosísima Lola Flores. Pero he aquí que la Faraona se vuelve hacia mí y me dice:
- Tié usté razón. Ya me callo.
Por supuesto no hubo represalias y Luisa siguió trabajando allí.

martes, 3 de mayo de 2011

Primera Audición Flamenca en el San Juan




Hace unos días, Alejandro Reyes, Presidente del "Club de Música y Jazz" del Colegio Mayor "San Juan Evangelista" de Madrid, me remitía el siguiente telegrama que, a su vez, le había enviado la Señora Ministra de Cultura:




A PROPUESTA DE LA MINISTRA DE CULTURA Y PREVIA DELIBERACIÓN DEL CONSEJO DE MINISTROS EN SU REUNIÓN DEL VIERNES 8 DE ABRIL DE 2011, S.M. EL REY HA TENIDO A BIEN OTORGAR AL CLUB DE MÚSICA Y JAZZ SAN JUAN EVANGELISTA, LA MEDALLA AL MÉRITO EN LAS BELLAS ARTES EN SU CATEGORÍA DE ORO, CORRESPONDIENTE A LA EDICIÓN DEL AÑO 2010. MI MÁS CORDIAL ENHORABUENA, UN AFECTUOSO SALUDO. ÁNGELES GONZÁLEZ SINDE.

Esta noticia debe alegrarnos a todos los aficionados porque entre las actividades de este club la segunda en importancia, después del Jazz, ha sido el Cante Flamenco. En efecto, a lo largo de 40 años han pasado por él casi todos nuestros artistas. Fundamentalmente Morente, que lo hizo en muchas ocasiones, y Joseíto El Camarón que dio allí el último concierto de su vida, unos meses antes de que en julio de 1992 nos abandonara.

Pero lo que yo les voy a contar hoy pertenece a la "prehistoria" de este club. En el año académico 1967-1968, segundo de vida del nuevo San Juan Evangelista, el Colegio aún carecía de todo tipo de instalaciones complementarias. Por ejemplo, no existía la Sala de Música ni había tocadiscos, ni altavoces, ni ná de ná. Aún así, recuerdo que invitamos al compositor Luis de Pablo a que nos hablara de su obra; así lo hizo en el vestíbulo de la planta cuarta y, para mostrarnos una pequeña ilustración, llevó un disco que tuvimos que reproducir en un tocadiscos de mi propiedad. ¡Tiempos heroicos y colegiales sedientos de cultura...! Yo me acordé de las "Audiciones comentadas" que presenté en cursos anteriores y de las que ya se ha hablado en este blog. Amplié mi guión y la cosa dio para dos sesiones. El "pinchadiscos" en esta ocasión era un jovencito, malagueño de Archidona, que arrastraba de su niñez hambre de todo lo andaluz. Les estoy hablando de José Luis Ortiz Nuevo, que por aquellas fechas recibió el apodo de "El Poeta". Se lo puso el hoy famoso actor de teatro Rafael Alvarez "El Brujo", mote que a su vez recibió de Ortiz. Rafael fue uno de los colegiales que siguió con mucho interés la audición, como lo fueron Miguelito Romero "El Moro de Melilla", el cartagenero Leoncio Sánchez o el malagueño Daniel Muriel. También el cacereño Francisco Gutiérrez Carbajo que hoy posee algunas publicaciones sobre flamenco, pero que por aquel entonces estaba aún completamente en ayunas, el murciano y matemático Gabriel Vera, el ingeniero y novelista Paco Hidalgo, de Llerena (Badajoz), el castellonense Luis Florit "El Portero del Infierno" o mi inseparable paisano Antonio Jesús Luna "El Cumaco", así como otros cuyos nombres no recuerdo.

Después de estas audiciones, mi habitación (la 314) era el foco al que acudían uno y otro para oír mis discos y leer mis libros, sobre todo Ortiz Nuevo que en poco tiempo se comió todo y, además, no se empachó. La verdad es que logré aglutinar un grupo de nuevos aficionados que en años posteriores dio bastante de sí. Pero de eso se hablará más adelante.