En mi primer año como colegial del San Juan mi actividad flamenca se redujo a escuchar mis discos, asistir a algún recital en otros colegios mayores y a salidas esporádicas a las tabernas de ambiente andaluz. De esto último ya conté algo en este cuadernillo (La corbata del Roni).
Al año siguiente, curso 1967-1968, empecé a frecuentar algunos tablaos: "Los Canasteros", con la fortuna de que alguna vez escuché al propio Manolo Caracol, "Las Brujas", donde conocí a Terremoto y al Perlo de Triana entre otros, "El Duende", local en el que actuaba un joven Lebrijano. De otros tablaos no recuerdo bien el nombre, salvo de uno que visité con frecuencia: "Las Cuevas de Nemesio". Por aquel entonces actuaba allí un cantaor por el que yo sentía debilidad: Porrina de Badajoz. Y los Hermanos Toronjo que cada noche hacían su ronda por los cantes de Huelva. Mi compañera habitual en todas estas visitas a los templos del cante era María la Austriaca, más enamorada del flamenco que de sus compatriotas Mozart o Beethoven.
Las obras seguían en el Colegio pues aún estaba sin terminar el bloque donde irían las viviendas para el director y para el subdirector general, los cuales, mientras tanto, ocupaban sendas habitaciones de colegiales. Los subdirectores de comunidad eran más afortunados pues cada uno, en la planta par de la suya, tenía un pequeño apartamento: dormitorio, cuarto de baño y despacho. En el bloque en obras también estaban previstas varias habitaciones para invitados, todo ello en la planta sótano. Más arriba irían la zona administrativa, la biblioteca y la sala de música. Y lo más importante: el salón de actos.
Es decir, el Colegio carecía de infraestructuras para posibles actividades culturales. Pero esto no era óbice para que dichas actividades se celebrasen desde el primer día de apertura. Fíjense, por ejemplo, que el comedor era usado para sesiones de "teatro leído" y de alguna conferencia, si bien éstas solían celebrarse en los vestíbulos de las comunidades donde para sentarte tenías que llevar la silla de tu propia habitación. La mayoría de ellas eran organizadas por los propios colegiales. Por mi parte propicié un "Cursillo de Lógica Matemática", a cargo de mi querido catedrático el jesuíta don Alberto Dou, e invité al profesor Fernández Viñas, recién llegado de París, para que nos hablase del más moderno "Análisis Matemático". También, como ya he referido en otro artículo de este blog, hice dos sesiones de audiciones comentadas de cante flamenco.
En mayo de 1968 se nos casa Andrés Esteban, el subdirector de la segunda comunidad. Para su sustitución, don Jesús Cobeta, que en medio de algún andamio ya se había trasladado a su vivienda como director, hizo una ronda de entrevistas y consultas con varios de los colegiales que ya éramos licenciados. Para sorpresa de todos (la mía más aún) el designado fui yo. Más adelante me atreví a preguntarle por su decisión y me contestó lacónicamente: "Fuiste el más sincero y, además, me criticaste". En mi artículo De cómo Mairena me quitó a Camarón, dejé narrada la forma en que celebré mi toma de posesión.
También por el final de curso se abrió, sin estar acabado del todo, el salón de actos que el propio director bautizó como "Corral de Comedias", pero de ello hablaremos otro día. Hoy he nombrado a Porrina. Con el gitano de Badajoz les dejo. Ejecuta una taranta y le acompaña a la guitarra Antonio de Córdoba.
Con un poco más de retraso que la enhorabuena por tu primer año de blog flamenco, te felicito por tu nombramiento como Subdirector de la Segunda Comunidad.
ResponderEliminar¿Qué tareas correspondían a un Subdirector de Comunidad?
Salud.
Había una cierta autonomía para montar actividades en cada una de las comunidades, las cuales eran coordinadas por el respectivo subdirector. Pero la gran virtud era la "cercanía": el subdirector vivía en la propia comunidad en contacto directo con los colegiales. Salud
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