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miércoles, 1 de febrero de 2017

Fernando QUIÑONES visita las obras de EL MIRABRÁS


Corría diciembre de 1979 o quizás enero de 1980. Era viernes y en la Librería Luque de la cordobesa calle de Cruz Conde se presentaba el libro Las mil noches de Hortensia Romero del poeta y novelista Fernando Quiñones, viejo conocido de mi etapa madrileña. Naturalmente que acudí y el bueno de Fernando puso dedicatoria en el ejemplar que adquirí y leí de corrida en los días siguientes. Pero dejemos de lado su libro y vayamos a otra historia. Me dice Fernando que al día siguiente tenía prevista una conferencia en Cabra, que iba a ir acompañado por Antonio Povedano, el pintor, y que aún no habían preparado el cómo hacer el viaje.


-Nada, Fernando, yo os llevo en mi coche pero hay que salir tempranito.

Como saben los aficionados de mi pueblo y alrededores (entre los cuales incluyo a Córdoba capital), en 1978 en una asamblea de socios de la Peña El Mirabrás se decidió la compra de un solar, a la salida casi del pueblo, con intención de edificar en él un buen local para sede de la sociedad. También es sabido que las obras duraron dos años aproxidamente y que fueron íntegramente realizadas por los propios peñistas en turnos obligatorios de sábados y domingos. ¿Por qué les dije yo a Quiñones y a Povedano que había que salir con tiempo? Sencillamente porque quería hacer una parada en Fernán Núñez para que conocieran en directo la marcha de nuestras obras ya bastante avanzadas por aquellas fechas.

Así fue y a la puerta del patio al salón hice yo mismo un par de fotos de grupo, de las que sólo conservo una. No tiene mucha calidad, pero es suficiente para dejarla como testimonio. De pie y en el centro aparecen los dos visitantes; por la izquierda veo a Antonio Cantarito y a  Gaspar Mendoza; a la derecha tenemos a Manolo del Rosal y a Pepe el Málaga;  agachados reconozco a Salvador Miranda, Juan Velasco y Manolo Polonio. 

martes, 6 de marzo de 2012

Quiñones y Valderrama


Fernando Quiñones Chozas nació el 2 de marzo de 1930 en Chiclana de la Frontera (Cádiz). Murió en la Tacita de Plata el 17 de noviembre de 1998. Buen poeta y buen novelista recibió premios literarios en España y otros países, promotor cultural. Gran aficionado al flamenco, hacía sus pinitos como cantaor, tal como vemos en la foto contigua. En todo caso, persona entrañable que se hacía querer por cuantos tuvieron (bueno, yo puedo decir tuvimos) la suerte de conocerlo.



Miembro destacado del grupo de poetas metidos a flamencólogos, nos dejó, entre otros escritos, dos libros muy populares: De Cádiz y sus Cantes (1964, con una 2ª edición, aumentada y corregida, en 1974) y El Flamenco vida y muerte (1971).

Como casi todos los poetas-flamencólogos arrimó el ascua a la sardina del "filo-gitanismo" y fue crítico feroz del cante y los cantaores de la etapa de la "Ópera Flamenca". En la página 207 de El Flamenco vida y muerte dejó escrito el siguiente párrafo que resume muy bien lo que estos flamencólogos pensaban de la época de la dichosa ópera:

Chacón, artista de amplio repertorio y grandes facultades, sube al fin el cante a los escenarios teatrales. El paso es decisivo. Con él se pone en movimiento un fuerte volumen de intereses económicos a los que es necesario servir, y tal servidumbre desencadena una descomposición artística que sólo en nuestros días se está reparando, pero que, de cara sobre todo a los grandes públicos, afectará ya para siempre a un entendimiento de la verdad del flamenco.

Más adelante, y después de justificar en parte la figura de don Antonio Chacón, nos dice:

Queda claro que todo el ruiseñorismo a que ya aludimos procede del valioso pero flaqueante estilismo de Chacón, propicio a todo género de posteriores flautinerías, que han encontrado luego en José Tejada, Niño de Marchena, su menos censurable representante actual y que han resbalado después hacia los floripondios de Valderrama, Antoniosmolinas y demás canoros, faltos de temperamento flamenco.

No deja de ser curioso que Quiñones se muestre hasta comprensivo con el maestro de Marchena, objeto que fue de tantos y tantos ataques y negaciones por parte de algunos flamencólogos de su misma cuerda. Tal vez Fernando era consciente de la devoción que muchos flamencos gitanos sentían por la figura de José Tejada. Lo que es seguro es que ignorara el aprecio y la defensa del cante de Valderrama que hicieron, entre otros, gente como Pastora y Tomás Pavón. Aquí Fernando se equivocó del todo: podría gustar o no gustar del arte del cantaor jienense, pero lo que no podía hacer era negarle "temperamento flamenco".

La ojeriza hacia el de Torredelcampo fue mostrada por el chiclanero en más ocasiones. No sé dónde la publicaría, pero, en la página 235 de su Historia del Cante Flamenco, Ángel Álvarez Caballero, refiriéndose otra vez a Valderrama, nos deja una cita de Quiñones que es una auténtica perla:

... filoxera de gorgoritos y repipieces que nada tienen que ver con el cante por alegrías ni con ningún otro cante puro que pueda llamarse tal.

¿Filoxera? Me sonaba que era una enfermedad de la vid y, en efecto, el DRAE nos dice que filoxera es un "insecto hemíptero de menos de medio milímetro de largo, que ataca primero las hojas y después los filamentos de las raíces de las vides, y se multiplica con tal rapidez que en poco tiempo aniquila los viñedos de una comarca". ¿Gorgoritos? Está claro que se refiere a "quiebros que se hacen con la voz en la garganta, especialmente al cantar". ¿Repipieces? El diccionario dice que son "las cualidades de repipi", sin olvidar que repipi suele decirse de "un niño afectado y pedante". Y uno se imagina al "diminuto Valderrama" con sus gorgoritos, sus afectaciones y sus pedanterías, atacando y destruyendo todas las hojas y todas las raíces del árbol del Flamenco. ¡Qué barbaridad!

¡Ay, Fernando, Fernando! Supongo que en el "Cielo de los Flamencos" te habrás encontrado con Valderrama y, con lo buena gente que erais los dos, habréis firmado las paces. Y disfrutarás, como lo hacemos los mortales que todavía caminamos por este "valle de lágrimas", escuchando cositas como ésta: