Visitando mi cuaderno Cantando por Fandangos, ahora convertido en EL MUSEO DEL FANDANGO, podrán elegir entre doscientos cincuenta (250) artistas distintos para escuchar este estilo de cante.

jueves, 27 de octubre de 2011

Cela en Triana

Ya hemos hablado del paso de Cela en su “Primer viaje andaluz” por las provincias de Jaén, Córdoba y Huelva. Nos habíamos saltado la de Sevilla y hoy la recuperamos. Tal vez lo más bello, literariamente hablando, de este libro se encuentre en el capítulo donde el vagabundo narra su entrada en Sevilla. No se pueden decir tantos piropos y tan bien dichos como el novelista gallego escribió de la capital andaluza.

Pero nuestro interés va por otro lado. Es la cuestión que el viajero convive en su estancia sevillana con una curiosa tribu: la señorita Gracita Garrobo, Manuela la de Gerena de "tez morena , el cabello endrino, los ojos profundos y ágiles y el pescuezo sucio", madre de un hijo que tuvo que llevar a las monjas para ejercer su profesión de venta de favores. Su hermana mayor, Soledad Garrobo, Niña de Gelves, "mujer con mucha disposición para el cante chico: bulerías, tarantas y fandanguillos", madre de dos niñas "desnutridillas", fruto de su relación con José María Palomares, Chato de las Escuelas Pías, "lustrador de botas de oficio, ex banderillero". Estaba el padre de las señoritas Garrobo, enfermo de tisis, y estaba un hermano tonto que "quiso ser torero y, claro es, no pudo". "Para ayudarse, las señoritas Garrobo alquilaban, a veces, una alcoba que tenían a alguien que fuese de confianza". Y ese fue nuestro viajero quien previamente había conocido al Chato de las Escuelas Pías.

El viajero andurrea por nuestra capital y una tarde queda citado con Gracita Garrobo en el bar Altozano. “Triana es barrio vivo y latidor, barrio poblado por humildes gentes que cantan para espantar el hambre y beben vino, si cae, para ver el mundo con sus buenos ojos”. Cuando ésta llega le dice que también se encontrarán con su hermana. “Ar finá, a ve si hay suerte y nos metemos en un poquitiyo e juerga. ¿Tú eres aficionao ar cante y ar baile?” “Pues, sí… Entiendo poco, pero más bien sí…” En el bar el Chache efectivamente se encuentran con la hermana, el Chato y otro amigo: “Aquí Gregorio Morales, Finito, cantaor de lo caro. Aquí un amigo forastero”. El grupo se pasea por el barrio “bebiendo donde daban de beber”. En uno de los establecimientos el vagabundo comió un queso “que se conoce que estaba venenoso”. Un día de cama en casa de una amiga de la señorita Gracita y varios días más en el barrio sevillano, en el cual nos dice que “aprendió a distinguir algunos cantes y a gustar las esencias del jondo y del flamenco”.

Buen aprendizaje el de Don Camilo, quien, a lo largo de unas dieciocho páginas de su libro parece darnos una lección sobre este arte. Nos habla de cante “jondo, o grande, o caro”: la caña, el polo, la seguiriya gitana, la soleá, la debla y el martinete. Luego habla de la serrana, la toná, las malagueñas y las mineras, la saeta, los fandangos (destacando los de Lucena, El Breva y Huelva), la petenera, la trillera, la mariana, la nana, la granaína, la jabera, la rondeña, los verdiales. Uno a uno va glosando estos cantes, añadiendo algunas letras, preciosas y bien elegidas todas. Salen a relucir nombres históricos: Paco la Luz, la Parrala, Manuel Torre, Chacón, Silverio, Curro Dulce, el Nitri, el Mellizo, la Serneta, Joaquín el de la Paula, el Mochuelo, la Niña de los Peines…También varios coetáneos: Mairena, Caracol, Rafael Romero, Jarrito, el Chaqueta, Pepe el de la Matrona, Lolita Triana, Niño de Almacén, Pericón de Cádiz, Bernardo el de los Lobitos…

En mi primera entrega sobre el libro de Cela expresé una duda: ¿es cierto que este genial gallego anduvo todo lo que dice que anduvo? Miren ustedes la última lista de cantaores. De Mairena dice que “en la venta de Antequera canta –cuando le da la gana y hace bien- el martinete, la caña, la soleá y todo lo que le echen”. Cita a Caracol para decir que es nieto de Curro Dulce (en realidad, es bisnieto). ¿Y los demás? Son los intérpretes de la famosa “Antología de Hispavox”, aparecida en España en 1958. Además, de esta Antología son bastantes de las letras que Cela cita. No cabe duda: al redactar el libro, Cela tenía sobre la mesa los discos y el folleto que los acompañan. Escribe el novelista: “Las siguiriyas al cambio –cabales les dicen algunos- suenan con el sonar del arpa en la voz del Chaqueta, gitano respetuoso con los estilos y con la tradición”. A continuación transcribe dos coplas:

Desde la Polverita
hasta Santiago,
las fatiguitas de la muerte
m'arrodearon.

No digas que no,
que tú habías sío
la causa más grande
de mi perdición.

Escuchen ustedes esta grabación donde se reproducen las cabales que El Chaqueta grabó para la Antología. Por favor, saquen sus propias conclusiones.


Yo insisto más: hace citas muy tópicas en los libros como, por ejemplo, ésta: “La primera piedra de la resurrección del cante jondo la puso Manuel de Falla, ayudado por Lorca, Ignacio Zuloaga y otros amigos”, referida, aunque Cela no lo diga, al Concurso Granadino de 1922. También es esclarecedor cuando teoriza sobre el término "flamenco", rechazando que tenga algo que ver con Flandes y defendiendo que procede del "fallah mencus", traducido más o menos como "campesino huído", teoría que ya expuso en los años treinta el padre del andalucismo don Blas Infante, a quien Cela tampoco nombra.

Mucho hablar de flamenco, pero uno echa en falta alguna fiesta concreta. Sí la hay, pero viene al final del capítulo. Estaba el vagabundo con las señoritas Garrobo y con Palomares El Chato, cuando aparece el cantaor Finito y se los lleva al “patio del señor José Torres, Zurraque, anfitrión de forasteros de rango”. “Veníos, que hay parné”, había dicho Finito. Allí estaba Tomás Pizarro, Niño de la Almadraba, templando su guitarra. Se arranca al cante Soledad Garrobo, Niña de Gelves, y lo hace por bulerías:

Mariquilla María,
la de mi barrio,
que hasta el agua bendita
toma con garbo.

Su hermana Gracita, Manuela la de Gerena, le hace el baile. Sigue Soledad por alegrías…

Más esgraciaíta que yo,
creo que no ha nacío e mare,
yo me encuentro en un camino
con dos veredas iguales

baile con el que Gracita no se atreve. Alternando con Finito, la Niña de Gelves recorre el flamenco a través de las solearillas, farrucas, el mirabrás, tangos, caracoles y para acabar, ¿cómo no?, sevillanas:

En el río de amores
nada la dama
y su amante, a la orilla ,
llora y la llama.

¡Ay, que te quiero,
y como no me pagas
de pena muero.

El vagabundo dice no guardar memoria de lo que sucedió después, salvo que, aprovechando la jumera de la señorita Gracita, y “para no hacerla sufrir inútilmente con la despedida, que siempre es dolorosa, se largó a la francesa y fue a despertarse, ya el día crecidito, en una cuneta y a la vista de Castilleja de la Cuesta”. Allí iniciaría, como contamos en nuestra anterior entrega, su camino hacia Huelva.

2 comentarios:

  1. Gracias, Sr. Raya. Queda clarísimo que Cela no aprendió nada de cante en Triana sino en los libros.

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  2. Libro de viaje auténtico y genial de Cela es El Viaje a la Alcarria (sigue a Plá) En vista del éxito escribió más libros de viajes, en donde Cela echa mucho oficio y buen gusto narrativo. Los personajes trianeros entran dentro de esa inmensa galería de personajes celianos tanto de sus novelas como de sus ensayos o seudoensayos. Pero Cela se documenta en buenas fuentes como muestra Raya, nada menos que en el disco de Hispavox.
    Hay libros estupendos de viajes como el aludido de La Alcarria y otros buenos pero menos como éste, pero donde no deja de ser imaginativo sin caer en lo supertrillado. Un libro de oficio, pero de buen oficiante.
    Pacohidalgo

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