Antonio Villarejo Perujo es un Ingeniero Agrónomo nacido a mediados del siglo XX en el seno de una familia de labradores en el malagueño pueblo de Cuevas del Becerro, próximo a la ciudad de Ronda. Titulación y herencia familiar, le han llevado a dedicar su vida al campo y de manera especial a la ganadería, llegando a montar una factoría de elaboración de quesos de cabra comercializados bajo el nombre de Rey Cabra.
Cursó su carrera entre las Escuelas de Agrónomos de Córdoba y de Madrid. En la primera cuajó como aficionado al Arte Flamenco, llegando a promover varios recitales de cante. A uno de ellos, en el que cantaba El Lebrijano, pude asistir porque me cogió de paso por mi ciudad. Cuando Antonio se marchó a Madrid, se hizo residente del Colegio Mayor San Juan Evangelista. Allí ya funcionaba el Club de Música, promovido por el almeriense Alejandro Reyes Domenech-Rodríguez, y Villarejo se integra en él con la función de organizar recitales flamencos.
Buscaba por Madrid a las mejores figuras y lograba convencerlos para que acudieran a cantar en el Colegio por la módica cantidad de 5000 pesetillas. De esta forma, por el salón de actos del San Juan fueron desfilando todos aquellos que eran alguien en el mundillo Flamenco. Cuando Antonio acabó sus estudios y volvió a su tierra, esta labor tuvo continuidad y podemos afirmar que el Colegio se convirtió en un templo sagrado del cante, destacando la presencia frecuente de dos figuras irrepetibles: Camarón y Enrique Morente.
Debo añadir que Antonio Villarejo también ejerció la crítica flamenca en prensa, concretamente en el desaparecido diario Informaciones de Madrid, quedando en su haber la última entrevista concedida por el genial Pepe Marchena.
De vuelta a su pueblo malagueño, Antonio se dedicó, como hemos señalado arriba, a ejercer su profesión de Agrónomo en sus propias tierras. Tan intensa debió de ser su dedicación que Villarejo dejó de lado su faceta de aficionado flamenco. A instancias mías, apareció por Madrid el 17 de octubre de 2008, en un recital de Enrique Morente y Pepe Habichuela presentado por cuatro viejas glorias del estudiantado entre las que estaba él y estaba yo, precisamente los dos colocados a derecha e izquierda de Habichuela en la foto del lateral.
Pasaron 6 o 7 años de este evento y un buen día nuestro Antonio Villarejo aparece por las redes queriendo hablar de Flamenco. Le di la bienvenida y lo presenté en foros donde se trataba el tema. A las pocas semanas detecté que venía con unas ideas de renovación un tanto extremas. Por ejemplo, recuerdo que redactó un documento sobre concursos flamencos en los que se exigiría a cada aspirante presentar un cante de su creación. ¡Por Dios!, eso era desconocer del todo el terreno que Antonio había dejado de pisar casi 40 años antes. En ese afán renovador estaba cuando amaneció en el firmamento flamenco el fenómeno Rosalía. A Villarejo le vino como anillo al dedo para explayar su visión de un nuevo flamenco en el que la catalana jugaría papel de primerísima figura. Tal fue su fijación rosaliana que lo apartó de mi amistad y hoy por hoy jugamos en equipos con más rivalidad que la histórica entre Sevilla y Betis.
La cosa es que mi viejo amigo Antonio no está solo en este empeño de considerar como cantaora a la cantante Rosalía. Él secunda a gente famosa en este mundillo como pueden serlo la cantaora Rocío Márquez o los flamencólicos Faustino y su Guitarra, Ortiz el Viejo, etc. En la actualidad parece que mucha de esta gente defiende un cante más de fiesta que el añejo cante jondo. Y afirman que eso es lo que busca la juventud actual. "Las nuevas generaciones son alérgicas al sufrimiento", viene a decir Villarejo hablando de la nacional fiesta de toros y, saltando enseguida al flamenco, dice que los jóvenes esperan que el flamenco les "traiga más luz y menos quejío".
Como es natural, los aficionados de siempre (ahora nos llaman de todo) sabemos que eso es falso y que el Flamenco se sigue sustentando en el dolor y el gozo, en la pena y la alegría. ¿La gente joven? Creo que los que predicen la muerte del quejío debieran de oír cosas como éstas:
1) El Boleco, 17 años (Fandangos)
2) El Toto Hijo, 22 años (Soleares de Alcalá)
3) Ángeles Toledano, 23 años (Soleares)
4) Belén Vega, 24 años (Tarantas de Linares)
5) Enrique Afanador, 34 años (Malagueñas del Mellizo)
6) Alicia Morales, 37 años (Seguiriyas)
Como es natural, los aficionados de siempre (ahora nos llaman de todo) sabemos que eso es falso y que el Flamenco se sigue sustentando en el dolor y el gozo, en la pena y la alegría. ¿La gente joven? Creo que los que predicen la muerte del quejío debieran de oír cosas como éstas:
1) El Boleco, 17 años (Fandangos)
2) El Toto Hijo, 22 años (Soleares de Alcalá)
3) Ángeles Toledano, 23 años (Soleares)
4) Belén Vega, 24 años (Tarantas de Linares)
5) Enrique Afanador, 34 años (Malagueñas del Mellizo)
6) Alicia Morales, 37 años (Seguiriyas)
Sí, debieran de oír estas muestras y tantas otras similares que son cantes de hoy hechos por gente joven de hoy. ¿Quién se atreve a decir que el quejío va a perderse? Lo que sí que debiera de perderse definitivamente es la manía de los moderneros talibanes de la flamencólicofilia de querernos hacer que comulguemos con ruedas de molino pretendidamente flamencas como las de las siguientes grabaciones:
7) Rocío Márquez, 33 años (El último organito)
7) Rocío Márquez, 33 años (El último organito)
Dejando a un lado al Niño de Elche, a quien niego toda posibilidad de tomarme el pelo, creo que tanto Rocío Márquez como Rosalía, son dos artistas profesionales que intentan crear su estilo y triunfar con un sello propio. Rosalía ya lo ha hecho y Rocío lo está intentando, pero la misma libertad que ellas tienen para crear, tengo yo para distinguir lo que es flamenco y lo que son canciones con algunos rasgos aflamencados. Y lo dice ella misma y su prensa más fervorosa. Por ejemplo la entrevista que titula David Pérez “Bendita impureza” sobre su último disco “Visto en Jueves” comienza con la pregunta “¿Dónde se fragua este nuevo proyecto de “acancionar” cantes y hacer que latan palos flamencos en las canciones?” Ella asume ese planteamiento y habla de “sus canciones”, y yo dicho así no tengo nada que objetar.
ResponderEliminarLo que sí me parece una interpretación digna de disfrutarse, actual, con personalidad propia, con la emoción y el sentimiento propio del flamenco, es la siguiriya de Alicia Morales. El sonido antiguo de El Boleco me gusta, y en directo es igual, aunque a veces me da la impresión de que es un poco forzado ese tono “achocolatado de la voz”, siendo tan joven.
Perdón por extenderme, y gracias por esta estupenda entrada.
No hay nada que perdonar. Gracias por sus comentarios.
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