Durante bastantes años, estuve divirtiéndome cada semana con la lectura de la sección La Cárcel de Papel que mantenía el humorista madrileño Evaristo Acevedo (1915-1997) en la revista La Codorniz (1941-1978). Nuestro hombre se dedicaba a buscar faltas, lo mismo gramaticales que de contenido, erratas y gazapos, en la prensa de aquellos días para someterlos a una crítica sarcástica y acabar, a la manera de los jueces, dictando sentencia a los correspondientes autores y mandándolos eventualmente a la imaginaria "carcel de papel".
Sin duda que las codorniceras lecturas de Acevedo acrecentaron mi tendencia (que arrastraba desde mis años adolescentes) a la lectura crítica. Salvo que el libro fuese de poesía o de novela, en cuyo caso mi mente quedaba libre para buscar solamente el posible deleite, yo solía tener siempre algún lápiz a mano para anotar en los márgenes tanto mis asentimientos como mis discrepancias con el autor en cuestión. Y, por supuesto, para marcar cada vez que me topaba con algún disparate o con algún error de bulto.
De esta mi buena o mala (¡vaya usted a saber!) costumbre, no se libraron por supuesto los libros sobre Flamenco que fui comprando desde el año en que culminé mis estudios de bachillerato(1). Deslumbrado en un principio, enseguida tuve que agarrar mi lápiz-bisturí porque la verdad es que en los libros dedicados al cante (les hablo sobre todo de los publicados entre 1955 y 1980) errores los había casi en la misma proporción que las certezas. Errores que se trasmitían, lo mismo que los genotipos, entre cada libro y el siguiente porque lo de "copiar y pegar" era muy frecuente entre aquellos escritores que, desde González Climent hacia acá, eran conocidos como flamencólogos.
En mi blog hay bastantes artículos dedicados a señalar algunos de los errores que yo mismo iba detectando en mis lecturas. Tantos que podría escribir una suerte de Cárcel de Papel Flamenca. Voy a recordar un solo ejemplo: el artículo en que les hablaba de una inexistente variante de fandangos que un flamencólogo clásico, en su fantasía, incluía entre los de Alosno, Lucena, etcétera y se quedaba tan pancho(2).
¿Y por qué me he acordado yo ahora de esa fantasmagórica variedad de fandangos? Pues miren, es que me topé el otro día con una página web, de la que es responsable uno de los valores más firmes de la flamencología del siglo XXI, donde se dan sendas relaciones de fandangos locales y personales que el autor ha encontrado en la discografía flamenca, relaciones repletas de errores, junto a más de una duplicidad. No quiero pensar y de hecho no lo pienso, que este autor haya escrito estas cosas por ignorancia. Más bien creo que ha sido ligereza por su parte. Se pretende escribir de todo, a veces se hace de prisa, y, claro, pasan estas cosas.
Pasa, por ejemplo, que entre los fandangos locales nombra a un Fandango Floreño. ¿Fandangos Floreños, de dónde serán? Me pongo a buscar y me encuentro con Casillas de Flores, un lugar de unos 200 habitantes en la provincia de Salamanca. No creo que allí tengan una variedad de fandango y mucho menos de fandango flamenco. Para mi regocijo, lo que sí me encuentro en Casillas de Flores es a un personaje al que he estado siguiendo semanas y semanas en el programa Saber y ganar del eternamente joven Jordi Hurtado en TVE2, me he encontrado al cultísimo ganadero José Pinto, eso sí rodeado de sus vacas pero no cantando fandangos.
Pero, si nuestro autor habla de la discografía flamenca es que en ella habrá algún fandango floreño, sí o sí. Y, como a otros de mis defectos. junto el de la terquedaz, busco, rebusco y vuelvo a rebuscar. ¡Vaya, pero si está hasta en You Tube! No es el televisivo ganadero José Pinto quien canta sino que lo hace el sevillano Pepe Pinto.
No, no pulsen sobre la imagen. Siguiendo mi costumbre, sólo inserto vídeos cuando no me queda otra opción. Mientras puedo, acudo a mis archivos de audio y, efectivamente, en un disco grabado por Pepe Pinto con el guitarrista Manolo Carmona para la firma Belter en los años sesenta, encontramos esto:
Todo claro. fandango floreño porque el bueno del Pinto dedica a las flores (amapolas, rosas y claveles) dos de sus letras.
Decía más arriba que Evaristo Acevedo, después de llevar algún tema a su Cárcel de Papel, acompañaba sentencia. ¿Qué hago yo ahora? Sencillamente, recordarle a este autor, si es que llega a leerme cuanto acabo de decir, que escriba más despacito y que corrija, que son errores menores, pero errores al fin y al cabo.
Decía más arriba que Evaristo Acevedo, después de llevar algún tema a su Cárcel de Papel, acompañaba sentencia. ¿Qué hago yo ahora? Sencillamente, recordarle a este autor, si es que llega a leerme cuanto acabo de decir, que escriba más despacito y que corrija, que son errores menores, pero errores al fin y al cabo.
(1) Léase, a este respecto, el artículo Mis primeras lecturas flamencas que publiqué en este mismo cuaderno el día 12 de junio de 2011.
(2) Publicado en el día 1 de abril de 2012, me estoy refiriendo a mi artículo Fandangos de Nati de los Lunares.
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