A mi compadre Salvador de Torro Ariza.
Después de tres años viviendo allí, en julio de 1969 (véase mi artículo Primera crisis en el San Juan Evangelista) abandoné el colegio mayor. ¿Cuál sería mi nueva residencia? A través de la novia de Tito conseguí que un pariente suyo nos alquilara un viejo chalet en la Colonia de la Paz del antiguo pueblo de Chamartín, muy cerca de la actual estación del mismo nombre y en zona limítrofe con el famoso colegio de los jesuítas. Calle Levante, número 28. Pequeño jardín, vivienda en dos plantas, patio posterior con unas habitaciones al fondo a las que llamaban "la casa del guarda".
Allí fui a parar con mi querido amigo y paisano Salvador de Toro Ariza, maestro en ejercicio y estudiante entonces de la recién creada Licenciatura en Sicología. También, desde el primer día, se estableció en la casa otro represaliado del San Juan: Francisco Gutiérrez Carbajo, cacereño que se había licenciado en Filosofía. Como disponíamos de bastantes habitaciones, se fueron incorporando otros que también procedían del Colegio Mayor: el matemático murciano Gabriel Vera Boti y los Ingenieros de Minas Paco Hidalgo Aznar, de Llerena (Badajoz), el aragonés José Mari Lanaja del Busto y el pamplonica Manolo Arana Oroquieta, además de otros que no reseño porque sólo vivieron allí temporadas cortas. Aquella pequeña sucursal de exiliados del San Juan funcionaba en plan de "comuna" y en tan buena armonía que en los dos años en que duró la experiencia no hubo entre nosotros ningún atisbo de desavenencia.
En el traslado ocurrió aquello que cantábamos en mi pueblo cuando niños: Vámonos de aquí, con la música a otro lao, vámonos de aquí, que aquí nos han espachao. Gabrielito Vera con su magnetófono Grundig y yo con mi tocadiscos. Clásica, jazz, pero, sobre todo, flamenco. Instalados los cacharros en el salón estaban a disposición de todos y prácticamente estaban sonando a todas horas. Por ejemplo, recién salida al mercado, no nos cansábamos de oír esta grabación con la que les dejo hasta otro ratillo:
Hola Andrés, no sé si sabes que en esa calle, creo que en el nº 1 o 2, vivió hasta que falleció Antonio Gades. Un pequeño chalet al principio de la calle. Un abrazo
ResponderEliminarDeduzco, Faustino, que conocerás la colonia. No eran casas de lujo (creo que habían sido construídas en los años treinta por una cooperativa de trabajadores), pero sí era un lujo vivir en ellas. Su estructura aislada (allí no entraba más gente que los que la habitaban) la convertían en un remanso de paz dentro del infernal Madrid. Gades supo elegir. Un abrazo
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