Pues ná, que me avisa un amigo madrileño de que en un foro de Internet un ponente anda despotricando de don Antonio Machado y Álvarez, el que firmaba como Demófilo, el que iniciara los estudios sobre el Cante Flamenco. Y, por si el personal no está bien informado acerca de la vida y obra de tan importante escritor, yo voy a dedicar una serie de artículos a esta cuestión. No me pidan orden en las fechas, lo haré como siempre a mi manera: cada día lo que se ocurra, si es que algo se me viniera a la memoria, pero todo irá saliendo a relucir. A modo de inicio, veamos de quiénes venía nuestro protagonista.
Hijo de don Antonio Machado y Núñez y de doña Cipriana Álvarez Durán, nació en Santiago de Compostela un niño al que pusieron Antonio por nombre. Fue el día 6 de abril de 1846. Así, para la historia, se nos apareció don Antonio Machado y Álvarez.
Al igual que La Pepa, Machado y Núñez nació en Cádiz en 1812. Médico y naturalista obtiene en 1845 la cátedra de Física y Química en la Universidad Compostelana y al poco de nacer su hijo vuelva a opositar para hacerse catedrático de Historia Natural en la Universidad Hispalense. Asentado en Sevilla, se convirtió en el primer propagador y defensor en España de las ideas de Charles Darwin (1809-1882), fue fundador de los museos de Antropología y de Arqueología y contribuyó a la puesta en marcha de la Sociedad Antropológica de Sevilla en 1.871. De ideas muy avanzadas participó en la revolución de 1868 y se afilió al Partido Progresista. En 1870 lo nombran Gobernador de Sevilla y colabora intensamente con Julián Zugasti, su homólogo en la vecina provincia de Córdoba, en acabar con la lacra del bandolerismo. Cuando en 1875 el gobierno de Cánovas del Castillo aparta de sus cátedras a Francisco Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate y otros, Machado se solidariza con ellos y dimite de todos sus cargos. Desde su fundación, por parte de Laureano Figuerola en 1976, la Institución Libre de Enseñanza (que había acogido a los profesores represaliados antes citados). tuvo la simpatía y el apoyo de don Antonio. Corren los años y en 1883 obtiene cátedra en la universidad central de Madrid. Allí trabajó y vivió hasta su muerte acaecida en 1896, dejando una importante labor docente e investigadora como muestran los muchos artículos que publicó en revistas especializadas. A modo de curiosidad citamos uno sólo: Avifauna de Doñana, Catálogo de las aves observadas en algunas provincias andaluzas, escrito donde por primera vez se puso en valor la importancia estratégica del actual Parque de Doñana.
Sevillana de 1827 era la madre, si bien de ascendencia extremeña. Su padre José Álvarez Guerra fue filósofo y escritor. Hermano de su madre era Agustín Durán (1789-1862), primer director de la Biblioteca Nacional y recopilador del Romancero General. Otro de sus tíos, Luis María Durán, al parecer el bohemio de la familia, fue el instaurador de la costumbre de montar casetas en la Feria de Sevilla, o al menos así lo cuenta su descendiente el poeta Manuel Machado en su delicioso libro Estampas Sevillanas (Virgilio Márquez, Editor, Córdoba, 1982). La propia doña Cipriana tenía una esmerada formación artística y literaria. Pintaba óleos y fue recolectora de coplas que más tarde ofrecería a su hijo Antonio, así como de cuentos y otras narraciones populares. Tenía gran habilidad para contarlos según testimoniaron sus nietos. Murió en Madrid en el año 1904.
Padre y madre sobrevivieron a nuestro Antonio Machado Álvarez, el cual, lo mismo en Sevilla que en Madrid, siempre vivió con ellos llevando consigo a su esposa y sus seis hijos.
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