domingo, 11 de noviembre de 2018

Cantaores de mi niñez (I): MANOLO EL MALAGUEÑO

De chico yo pasaba cuantas horas podía (pocas pues el grueso de ellas las pasaba en el colegio o jugando con los otros nenes) pegado a un aparato de radio enorme (recuerdo que de marca telefunken) que tenían mis padres. Siempre buscaba música y, de ser posible, andaluza o de otros folk-lores hispanos. Así mis oídos se familiarizaron con jotas navarras y aragonesas, con muñeiras, habaneras o seguidillas, a la vez que a los fandanguillos de Huelva, las alegrías de Cádiz, las sevillanas, serranas o milongas. De paso, me iba quedando con nombres como los de Angelillo, Pepe Marchena, La Niña de la Puebla, Juanito Valderrama, Manolo Caracol, etc., y, algo más tarde, La Paquera de Jerez, Fosforito o Porrina de Badajoz.

En el etcétera que he colocado más arriba cabrían tantísimos nombres que sería una pesadez nombrarlos a todos, pero hoy, que vuelvo a mi cuadernillo de memorias después de cuatro semanas, me da por acordarme de uno de ellos, de uno que gozó de grandísima popularidad y que se paseó por toda España, pese a lo cual hoy parece borrado no ya de los libros de flamenco, cuyos autores siempre se fijaron en figuras de más relumbrón, sino hasta de la afición más popular, más del pueblo llano.

Si digo que se llamaba Manuel Pendón Rodríguez, ni a jóvenes ni a mayores les dirá nada ese nombre. Si digo que era Manolo El Malagueño, al menos la gente de mi generación, aunque algunos lo tengan en el olvido, sabrán de quién hablo.

Manolo nació en Málaga en un día de la primavera de 1912. El cinco de noviembre de 1975, un infarto acabó en Sevilla con su vida. Imagino que por razones familiares se trasladó a Córdoba ciudad en la que se hizo mozalbete y desde la que acudió, para pisar por primera vez un escenario, a la cercana, aunque jienense, población de Andújar. Por ese entonces (hablamos de 1930), El Niño de Marchena era una figura más que consagrada y Manolo se convierte en seguidor e imitador(*) de don José Tejada Martín. Más adelante llegó hasta oídos del Maestro el cante que hacía El Malagueño y Marchena lo ficha para que debute junto a él en el teatro madrileño Fontalba en el año 1943. De ahí parte la popularidad, la fama de Manolo llegando a recibir halagos de gente culta como el comediógrafo Jacinto Benavente.   

Como buen marchenero, su cante fue dulce y, a veces, filigranero(**). Alternó el Flamenco propiamente dicho con la Canción Española, llegando a interpretar temas de un enorme impacto popular como la composición El niño perdido, couplet por bulerías, que la grabó bastantes veces a lo largo de su vida y que siempre se la solicitaba el público en sus tournés.

El Malagueño dejó una amplia discografía tanto en pizarra como en vinilo. Grabó con los guitarristas Manolo y Justo de Badajoz, Alberto Vélez, Antonio Arenas. José Luis de Zamarrilla, Antonio de Linares (Pucherete), Manolo Sanlúcar y Pepe Martínez. En esta discografía, quitados los cuplés, aparecen preferentemente fandangos, malagueñas, granadinas, mineras y tarantas, milongas y guajiras. Hago una pequeña selección de sus cantes para conocimiento de las nuevas hornadas de aficionados y refresco de memoria para la gente de la vieja afición entre la que siempre estaré.


1) En 1958, acompañado por Antonio de Linares, hizo una Soleá y un par de Fandangos
  

2) Con el tocaor sevillano Pepe Martínez, en 1962, grabó estos cantes por Granadinas.

3) Manolo Sanlúcar acompañó en 1969 estas Malagueñas del Mellizo.


4) De nuevo Antonio de Linares, año 1958, acompaña dos Tarantas de Linares.


5) Grabación por Milongas del año 1960 acompañada por José Luis de Zamarrilla.


6) Manolo de Badajoz acompañó esta grabación de 1947 de un cante por Serranas.


7) Manolo Sanlúcar, año 1969, acompañó este par de Fandangos Verdiales


8) En 1959, Antonio Arenas fue el guitarrista de este cante por Fandangos.


(*) La verdad es que a Pepe Marchena le surgió toda una legión de imitadores, la mayoría de los cuales no cuajaron. Sin dejar la escuela marchenista, sí forjaron personalidad propia y triunfaron Luquitas de Marchena, Pepe Guillena y nuestro Manolo El Malagueño.

(**) Ese modelo dulce y filigranero usado por Marchena en su segunda etapa cantaora fue criticado y rechazado por escritores como González Climent, Ricardo Molina y todos los flamencólogos que siguieron a este último. Fue catalogado poco menos que como no cante por algunos partidarios del Neoclasicismo Flamenco y por los fieles al Mairenismo. Afortunadamente, al eclipsar el siglo XX y entrar en el actual, Marchena (y con él todo el marchenismo) ha sido restituido al sitio de honor que le corresponde en los anales de la Historia del Flamenco.

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