domingo, 15 de mayo de 2011

¿Compuso Juan Ramón Jiménez poesía flamenca?

Cuando ideé este cuaderno-blog, me propuse hacer entradas breves y en tono preferentemente coloquial. Nada de erudiciones, que eso queda para los académicos, los ensayistas y, en fin, para los escritores de oficio, especies entre las nunca pretendí estar. Sin embargo, cuando en 1981 iba a cumplirse el centenario del nacimiento de Juan Ramón Jiménez, le propuse a mi pariente Virgilio Márquez que indagara sobre la posible obra flamenca del moguereño. Así lo hizo y su trabajo dio lugar a la edición, en tirada no comercial, de un librito que publicamos en Ediciones Demófilo. Les dejo a continuación con el prólogo que Virgilio redactó. La obra del poeta, sus cantares, los dejamos para otro día...



Desde siempre, es decir, desde que alcanzamos nuestro uso de razón como aficionados al flamenco, y quizás porque llegamos a él a la vez que al gusto por la poesía, no ha dejado de interesarnos la relación entre cante y literatura. Poco ha sido lo que hemos podido leer al respecto: referencias sueltas de la época anterior o en torno a 1850, tópicos sobre que “el 98” no entendió nuestro arte o sobre los neopopulistas que se congregaron en la Granada de 1922 alrededor de Lorca y Falla –exegetas cultos de un arte nacido de un pueblo inculto-, y casi nada más. Ricardo Molina tan indiscutible poeta como desigual flamencólogo, dedicó varios artículos al tema (1), interesantes sin duda, pero insuficientes. El padre de la moderna flamencología, González Climent, nos lega una Antología (2), en la que, a decir verdad, faltan tantos autores como sobran entre los seleccionados. Ramón Solís publicó un librito de título pretencioso (3) que nos desencantó enseguida al comprobar que se limitaba a seleccionar unos cuantos poetas actuales y unos poemas que sí pero que no en bastantes casos. Ortiz Nuevo logró interesarnos con algún hallazgo, pero hoy por hoy da la impresión de que tiene abandonado el tema. Para acabar con este breve e incompleto recuento, es de justicia señalar la labor de un autor que, “golpe a golpe, verso a verso”, va metiéndose con fino olfato en materia desde su jienense tribuna de “Candil” (4): Manuel Urbano, a quien desde aquí animamos para que continúe con una labor que puede ser larga, pero indudablemente muy atractiva.
Cuando años atrás, nosotros mismos nos dedicábamos a hacer rastreo de esta cuestión, nos extrañábamos de que nunca apareciera el nombre del “andaluz universal”. ¿Había tocado Juan Ramón Jiménez el tema flamenco? No en la bibliografía flamenca, sino en otro tipo de obras, pudimos encontrar algunos indicios que nos inducían a pensar que sí:
… otras (de sus) fuentes son españolas: Bécquer (…) y el romancero y cancionero españoles, sobre todo el folklore andaluz” (5).
La musicalidad, el sentimiento y la magia popular y secular del octosílabo asonantado, que suena efusivamente en todo oído español, son sin duda los motivos de que esta poesía haya llegado, de un modo u otro, y superando la expectación del autor, no solo a la minoría o a la inmensa minoría, sino a un público tan vasto como pudiera tenerlo cualquiera de los poetas populares. ¿Y es que acaso Juan Ramón no lo era? ¿No sería la fórmula popularismo aristocrático la que mejor lo definiría? Lo más logrado de su poesía es siempre copla, canción del más noble cuño tradicional” (6)
Juan Ramón es el descubridor literario de Andalucía, como la generación del 98 lo fue de Castilla” (7)
Por otra parte, su biógrafa Graciela Palau nos cuenta que en el curso 1896-97, a sus quince años, marcha a Sevilla donde, a la vez que inicia estudios de Leyes, entra en una escuela de pintura –afición que arrastraba de años precedentes-, justamente la del gaditano Salvador Clemente, pintor colorista, enraizado en su tierra, donde, se nos dice
aprendió a pintar flamencas”(8)
La misma Sevilla y en el mismo año en que se mantenía vivo un Ateneo que albergaba una peña poética, y donde el joven Juan Ramón
podía pasar el día y la noche escuchando la animada discusión de un grupo de personas”(9)
entre las cuales, señala Graciela Palau, se encontraban Francisco Rodríguez Marín y Luis Montoto, para acabar diciendo
Oyéndoles hablar empezó a concebir la ilusión de llegar a ser como uno de ellos”(10)
Pero, ¿dónde estaba, si es que la había, la obra de Juan Ramón compuesta “a la manera popular de los flamencos”? ¿No sería, todo lo más, que “lo jondo” estaba en el sustrato de su creación poética? En el libro de los hermanos Caba hay unos párrafos muy sugestivos:
Juan Ramón Jiménez, ternura cerebral, sensibilidad desnuda, velada por un ramaje de ideas, alborozo púdico de manantial y sereno temblor de río, busca la intimidad de los rincones; un rincón geográfico para vivir, otro lírico en la sensibilidad para hablar bajo, y otro, inédito y goloso, en las palabras para sugerir. Lo jondo está en todo él; en su aristocraticismo hermético de Faraón, en su quietismo musulmánico y en su gozosa ternura, que es su ingrediente de la pena. No importa saber en qué poemas se ha herido con lo jondo”(11)
Y en el genial Darío se encuentran citas como éstas:
He aquí un lírico de la familia de Heine, de la familia de Verlaine, y que permanece, no solamente español, sino andaluz, andaluz de la triste Andalucía
Y hay allí en esos versos admirables y exquisitos las mismas visiones y las mismas ansias que en las coplas populares que cantan las mozas enamoradas, y los sonoros, duros y aullantes cantaores”(12)
Sin embargo, un día encontramos, en cita de Cansinos Assens(13), un par de soleares compuestas por el poeta de Moguer. ¡Sí había "obra flamenca" en Juan Ramón! Nos propusimos, entonces, buscarla, y, digámoslo en honor a la verdad, no fue fácil encontrarla. Pensemos que las publicaciones primerizas de Juan Ramón, y en ellas estaba la clave, eran casi inencontrables. El propio poeta, que solía calificarlas de "borradores silvestres", negaba insistentemente sus reediciones, y, cuando incluía en sus famosas "Antolojías" algunas de sus producciones juveniles, lo hacía bajo forma de auténticas reelaboraciones. Pero, por fin, llega a nuestras manos un ejemplar de "Almas de Violeta", el segundo de sus libros (Tipografía Moderna, Madrid, 1900), en el que, bajo el título de Cantares, aparece una serie de nueve coplas, entre las que figuraban las dos soleares citadas por Cansinos. Y, más adelante, en "Rimas" (Fernando Fe, Madrid, 1902), encontramos cuatro de estas mismas coplas, ahora aisladas, además de una nueva soleá.
Había más. Graciela Palau, en su libro ya citado, hablaba de unos Cantares publicados anteriormente por el joven poeta en un periódico sevillano. Empezó, entonces, nuestro deambular por bibliotecas y hemerotecas hasta encontrarlos. En efecto, diecisiete habían sido las coplas aparecidas en "El Programa" (Sevilla, número 18, 1 de junio de 1899); diecisiete de las cuales algunas se repetirían en "Almas de Violeta".
Eso es todo lo que hemos encontrado: veintiuna copla (repeticiones aparte) salidas de la pluma del más grande poeta andaluz del siglo, que hoy ponemos a disposición del público de EDICIONES DEMOFILO.
Debemos confesar que nos quedamos con la gana de hacer un análisis de su contenido poético y sentimental; coplas terriblemente tristes las de este adolescente, en cuya obra, se nos decía en la que podemos considerar como la primera crítica de su quehacer
"campeaba la nota del candor entre el fuego de la fantasía ardiente, arrebatada, con anhelos de escalar lo increado, para lo que le faltaba aire"(14)
No lo haremos, porque, a fin de cuentas, lo nuestro no es la crítica literaria. Nos limitaremos a señalar que fue éste un primer buceo por parte del moguereño en la tristeza del alma andaluza de que nos hablara más tarde Rubén Darío. Buceo que no podía hacerse sino a través de la copla, la más pura creación popular de nuestra tierra. Copla de la que el propio Juan Ramón, por esos mismos años(15), escribiría estas bellísimas estrofas:
"Aún palpita en el pecho el eco lastimero
de una guitarra lánguida..., el sollozo postrero
de una copla de amores..., de una copla de pena,
ahogada en una lágrima, igual que una azucena
rebosante de Sangre..., igual que un albo lirio
nadando en el espejo de un lago de Martirio...
...Los Amores gimientes, los pálidos Amores
que se elevan en el Alma cual suspiros de flores
enlutadas...; Amores que viven en la hirviente
flama de un sonriente Corazón que presiente
un negro soplo helado que con dulzura engaña...;
que divisa en la sombra una negra Guadaña...
Los pálidos Amores, pulsaron en la Lira
una canción amarga que sueña y que delira...
... Atrás queda flotante la triste Andalucía,
cual Visión sollozante de angustiosa Harmonía..."
Virgilio Márquez,
Córdoba, Noviembre de 1981.
(1) Ricardo Molina, Obra Flamenca, Ediciones Demófilo, Madrid, 1977. Ver el capítulo “Los Escritores y el Flamenco”, páginas 63 a 86. donde el autor trata a escritores como Cervantes, Pío Baroja, Bécquer, Lorca, Rubén Darío, Eloy Vaquero, Bergamín, y músicos como Falla, Yepes, Odón Alonso o Mauricio Ohana.
(2) Anselmo González Climent, Antología de Poesia Flamenca, Escelicer S. A., Madrid, 1961.
(3) Ramón Solís, Flamenco y Literatura, Libros Dante, Madrid, 1979.
(4) Candil, Revista de Flamenco, Peña Flamenca de Jaén. Entre sus dieciséis primeros números, pueden encontrarse, con firma de Manuel Urbano, estudios siempre en relación con lo “jondo”, sobre Bergamín, Villalón, Rueda, Sánchez Dragó, Blas Infante, Antonio Machado y otros.
(5) Juan Ramón Jiménez, Antología Poética, edición de Vicente Gaos, Ediciones Cátedra, 5ª tirada, Madrid 1979. La cita es de V. Gaos y se encuentra en la página 31.
(6) V. Gaos, obra citada, páginas 60 y 61.
(7) V. Gaos, obra citada, página 63.
(8) Graciela Palau de Nemes, Vida y obra de Juan Ramón Jiménez, tomo 1, 2ª edición, Editorial Gredos, Madrid, 1974. Ver la página 72.
(9) Graciela Palau, obra citada, página 73.
(10) Graciela Palau, obra citada, página 73. La autora señala la importancia de Rodríguez Marín como folklorista. En efecto, no debe olvidarse que, tanto él como Luis Montoto, habían sido fundadores, con Machado y Alvarez “Demófilo”, de la primera sociedad de estudios folklóricos y de la revista “El Folklore Andaluz” que les sirvió de portavoz.
(11) Carlos y Pedro Caba, Andalucía, su comunismo y su Cante Jondo, Biblioteca Atlántica, Madrid, 1933. Ver las páginas 67 y 68.
(12) Rubén Darío, La tristeza andaluza, artículo aparecido en la revista “Helios”, número XIII, 1904. Darío lo publica a manera de crítica del libro “Arias tristes” de Juan Ramón Jiménez, y fue recogido en sus “Tierras Solares”, Madrid, 1904.
(13) Rafael Cansinos Assens, La Copla Andaluza, Ediciones Demófilo, Madrid, 1976. Ver página 18.
(14) Francisco Ramos García, Galería de escritores y poetas sevillanos, D. Juan Ramón Jiménez, en el número 21 de "El Programa", Sevilla, 3 de septiembre de 1899.
(15) Juan Ramón Jiménez, Epilogal, publicado en el libro "Alma Andaluza" (Madrid, 1900) del poeta malagueño José Sánchez Rodríguez, recientemente rescatado en edición facsímil, y con una introducción de Antonio Sánchez Trigueros, por la Editorial Don Quijote de Granada. Es de los libros que no se comprende cómo han podido pasar tantos años ignorados.

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