viernes, 21 de febrero de 2020

¡FLAMENCO para todos, NAZIS incluídos!

Hace un tiempo, el amigo Gregorio Valderrama, no sé si mejor cantaor flamenco que estudioso o estudioso del flamenco mejor que cantaor, me mandó un par de fotos en las que la bandera nazi aparecía en medio de una fiesta flamenca. Me decía que yo sabría cómo sacarle partido y publicarlas. La verdad es que no sabía qué hacer con ellas dado que sobre las mismas no tenía ningún dato. Pero, he aquí, que hace unos días, cuando buscaba otras cosas en las hemerotecas al uso, me las topo junto al siguiente texto:
Fiesta flamenca ofrecida en la Alcazaba a una delegación de las Juventudes Hitlerianas en visita turística, 21 de abril de 1939, Archivo Temboury, Diputación Provincual de Málaga.

O sea se hicieron en Málaga, recién terminada la incivil guerra del 1936-1939, actuando de anfitriones los ganadores de la misma. Véanlas aquí:


Y es que del Flamenco usaron y abusaron ambos bandos creyéndolo cosa propia. Baste recordar las fiestas flamencas que le montaban en Sevilla al rebelde Queipo de Llano a la vez que el Gobierno legal y los sindicatos de clase en Madrid programaban toda suerte de espectáculos flamencos en los teatros de la capital.



Esto venía de lejos porque ya en el siglo XIX, cantaores de la talla de Juan Breva, lo mismo cantaban en palacios ante el mismísimo Rey de España que en el más humilde de los pueblos andaluces ante un público de jornaleros. Y siguió: el franquismo usó del flamenco a su antojo y la oposición democrática buscó sus propios cantaores. De la actualidad, mejor dejar que opinen aquellos que nos sucedan.

Citamos a Gregorio Valderrama, hijo del cantaor Ángel Valderrama y sobrino del muy popular Juan Valderrama. Nos despedimos por hoy oyéndole un cantecito:


Taranta de Escacena y Cartagenera de Chacón, con Juan El Calao, año 2019:

jueves, 20 de febrero de 2020

1902, Escándalo en un café

A finales del siglo XIX y principios del XX abundaron por toda España los llamados cafés cantantes donde se ofrecían actuaciones de los profesionales del flamenco, si bien mezcladas con otras actividades para divertimiento del personal. Abundantes fueron principalmente en Sevilla, en Madrid, en Málaga o en Barcelona siendo historiados por varios tratadistas de temas flamencos entre los que cabe destacar a José Blas Vega. En estos establecimientos no siempre reinaba la paz sino que, por el contrario, eran frecuentes las broncas llegándose a veces a ser heridas o muertas alguna de las personas participantes. Como muestra, les traemos hoy una historia.

En Madrid fue famoso el situado en el número 21 de la calle Jardines conocido como Café de la Marina. Se inauguró a finales del siglo XIX con la actuación de El Niño de Cabra y Francisco Lema Fosforito. Hasta 1911, año en que se transformó en una sala de cine, pasaron por él todas las figuras importantes del Flamenco, siendo curiosamente el local en que actuó por primera vez ante el público el guitarrista Ramón Montoya. También mereció la atención de la intelectualidad y, como muestra, dejamos aquí lo que dejó escrito Pío Baroja en su novela La Busca:

A la mitad de la calle de Jardines, bocacalle de la Montera, estrecha y obscura, brillaba un farol, que iluminaba la portada sórdida del café de la Marina. Empujó la puerta Leandro y pasaron dentro. Enfrente, el tablado con cuatro o cinco espejos, relucía lleno de luz en el local, angosto, la fila de mesas arrinconadas a una y otra pared no dejaban en medio más que un pasillo... En una mesa de al lado, un hombre con trazas de chalán discutía acerca del cante y del baile con un bizco de cara de asesino.

Ignoramos la cara que tendría José Lafuente Fita, conocido como el manco el Valenciano, dedicado a la reventa de entradas en los teatros, asiduo del café y admirador de las féminas que en él trabajaban. Este personaje fue protagonista del escándalo referido en el diario El Imparcial de Madrid, con fecha del 27 de marzo de 1902.




Una muestra, como dijimos al principio, la cual suponemos sería juzgada teniendo en cuenta un reglamento que las autoridades gubernativas habían publicado en la Gaceta de Madrid con fecha del 28 de noviembre de 1888 y que, para conjocimiento de ustedees hemos colocado a la izquierda.




Hemos nombrado al Niño de Cabra y a Fosforito. ¡Qué pena que éste no dejase grabadas sus preciosas malagueñas! Sí lo hizo su compañero de trabajo y, con el Niño de Cabra junto al guitarrista Ramón Montoya, también nombrado en este artículo, les dejo estas Malagueñas de Fosforito grabadas en el año 1913:

miércoles, 19 de febrero de 2020

ORTIZ NUEVO, usted no es el albacea del legado de ENRIQUE MORENTE

Cuando hace tres o cuatro años se dio a conocer la cantante Rosalía como presunta cantaora de flamenco, una de las primeras personas de cierto relieve en el mundillo de lo jondo que la recibió con todo tipo de elogios fue José Luis Ortiz Nuevo. La piropeaba y la defendía frente al numeroso grupo de aficionados que la considerábamos como una invasora carente de la expresividad que caracteriza a nuestro arte. En ese empeño sigue cual medieval caballero batallando por la dueña de sus desvaríos.


Recientemente ha dado una conferencia en el Taller de Músics de Barcelona bajo el título
La Rosalía: más flamenca no pué sé
Fue a las 12 horas del martes día 21 de enero de 2020. Parlamentó durante una hora y media y al día siguiente en Diari Ara en castellano Xavier Cervantes nos dio crónica que pueden ustedes leer pulsando en este enlace


¡Vaya, y nosotros sin enterarnos de nada! ¡Es que somos unos puristas irredentos, sordos y ciegos ante lo nuevo!

Después de este bolo, nuestro hombre, al que algunos nombran como El Poeta de Archidona, es entrevistado por la revista La Famenca. Lean, lean por favor:


¿No estaré soñando?, ¿cómo un flamencólogo de su nombradía puede hablar así? Mejor disco del XXI, revolucionaria como en 1910 lo fuera la Niña de los Peines, constructora de un mundo musical contemporáneo partiendo de dos manifestaciones básicas del flamenco como son la bulería y la bulería, envidiada por quienes la cuestionan porque ella ha triunfado en muy poco triempo, ganando mucho dinero y careciendo de origen andaluz, etc. Y de pronto el habitualmente manso Ortiz, látigo en mano, se pone a fustigar a personajes como José Mercé, Farruquito y Miguel Poveda.

Hasta aquí, todo este affaire del enamoramiento del Poeta, de la defensa cuasi medieval de la muchacha de Sant Esteve Sesrovires, la conferencia y la entrevista, únicamente me han producido risa. ¿Qué podíamos esperar de un personaje que desde unos años hacia acá se presenta en muchos escenarios como un cómico del flamenco? ¡Una gracieta más de quien ha jugado a mosquear al personal!

Pero la cosa no queda ahí. Le nombran a Estrella Morente, la hija mayor de Enrique, y nuestro hombre suelta esto:
Cómo es posible que desde que murió su padre no haya hecho ninguna aportación seria al flamenco contemporáneo con el conocimiento profundo, la garganta prodigiosa y la belleza que ella tiene. ¡Que lo tiene todo! ... ¡Cómo es posible que siendo hija de quien es esté muda y haciendo galas como si fuera Rocío Jurado! ... Aunque suene a reprimenda, me da mucho coraje que una artista de la envergadura de Estrella Morente vaya camino de convertirse en su madurez en un revival de la copla española del siglo XX cuando ella tendría que estar abriendo puertas en el siglo XXI.
¡Pobre Estrella! Claro que no se queda sola porque seguidamente Ortiz la toma con Arcángel:
(Incluyo a Arcángel en esta crítica contundente) porque fue uno de los artistas jóvenes más queridos por Morente y ha hecho cosas importantes, detalles saludables, con las Voces Búlgaras y la Accademia del Piacere, siguiendo el camino del maestro ... El flamenco que representan ellos (Estrella y Arcángel) está ausente, caduco y sólo mira al pasado.
¿Cómorrr? ¿Es usted el albacea de la herencia de Enrique Morente por un casual? Dígame, don José Luis, ¿en qué notaría esta guardado ese mandato? No, usted no es nada de eso, usted lo ha soñado en la modorra de alguna siesta cervecera. Usted, con sus palabras, cae en la mayor de las contradicciones:
el gran crítico de los talibanes del mairenismo, se convierte en el mayor talibán del morentismo.


Nota: Por razones que no vienen a cuento ser explicadas, este artículo, publicado el 19 de febrero pasado,  ha estado unos días quitado del público. 

martes, 4 de febrero de 2020

La Marquesina, una cantaora que se salvó de la violencia de género

Homo lupus hominen, la violencia entre personas particulares siempre ha existido y no se percibe donde estará el umbral de su final aniquilamiento. En particular, violencia doméstica, más grave aún por producirse entre seres que duermen bajo un mismo techo y que, de entrada, debieran de ser "seres queridos los unos de los otros". Violencia de género, en casa o fuera de ella, entre esposos, ex esposos, novios y ex novios. Dentro de esta clase de violencia, casos hay en que la víctima es varón si bien en la mayor parte de los casos quien sufre, quien es herida o asesinada suele ser mujer. ¡Cómo si las féminas no soportaran ya bastantes discriminaciones en esta sociedad, este enorme pedrusco ha caído de lleno sobre su colectivo!

Como nuestro Arte Flamenco (Cante, baile, toque) está perfectamente imbricado en la sociedad, se ha visto afectado por el látigo de la violencia que denunciamos. No más que en otros colectivos humanos, como han afirmado algunos flamencólicos desbocados y algunas artistas feminijondas. No, los flamencos son igual de fieros lobos que los otros homo sapiens, pero también igual de mansos corderos. La violencia está en la sociedad, no en el gremio. 

En la Historia del Flamenco ha habido unos cuantos casos de violencia incluso con muerte. El más conocido de ellos fue la muerte de Juan Reyes Osuna (El Canario de Álora), con sólo 28 años, por apuñalamiento a mano de Lorenzo Colomer Ricart. Ocurrió en la noche del 13 de agosto de 1885 junto al local La Nevería del Chino, aledaños del sevillano Puente de Triana. El asesino era el padre de la cantaora La Rubia de Málaga y en tan feo asunto hubo una gran dosis de tortuosos amoríos entre El Canario y La Rubia, sin que se descarte la incidencia de algún tipo de celos profesionales. La historia ha sido bien estudiada por Manuel Bohórquez Casado, un firme puntal en la complicada investigación de la Historia del Flamenco. De nuestro amigo Manolo hemos tomado nuestros datos y la foto adjunta.

En realidad no escribo este artículo para hablar de El Canario sino que mi intención es darle a conocer otra historia que he encontrado en mi labor de curiosón de la prensa del período 1850-1940. Es una historia humilde, casi anodina, porque se trata de una cantaora totalmente desconocida para el gran público y, desde luego, para mí. Ella se llamaba Amparo Martí y era nombrada en los escenarios como La Marquesina. Separada de su marido Vicente Infante, se establece en Sevilla donde encontró trabajo en un café cantante. Enfurecido el marido porque ella había iniciado trámites de divorcio la busca y cuando la encuentra saca una pistola con ánimo de dispararle, si bien un hermano de Amparo, de 17 años y que la acompañaba, logra arrebatarle el arma. Pasa un tiempo y Vicente se hace con un nuevo revólver. En la noche del 30 de enero de 1915 se hace el encontradizo con La Marquesina y el hermano, mantiene con ella una violenta discusión que remata con disparos sobre ella y sobre el joven. Éste, con la pistola arrebatabada a Vicente el día anterior, le dispara sin llegar a herirle. El malhechor huye y los hermanos heridos fueron trasladados a la Casa de Socorro. Ambos sobrevivieron y del violento no se volvió a saber, si bien se decía que se había suicidado.

Esta es la simple historia de esta víctima de la violencia de género. Así nos la contó el diario El País de Madrid en su edición del 1 de febrero de 1915. Intencionadamente la he recogido porque no todo va a ser hablar de Antonio Chacón o Manuel Torre, de Pastora o Vallejo, de Mairena o Caracol, de Camarón o Morente. En la historia del flamenco han existido muchos cientos de jornaleros y jornaleras del cante, personas cuyos ayes u olés no dejaron recuerdo alguno, pero de los que hay que acordarse porque sin ellos el mantenimiento de lo jondo a través de décadas y décadas no habría sido posible. 

Y para no irnos de vacío en lo escuchar cante, aprovechando que hemos citado al Canario, les dejo con sus famosas malagueñas(*). La primera la canta Cayetano Muriel en 1905 con la guitarra de Enrique López y le añade un fandango de corte lucentino. La segunda es del Niño de Vélez, junto a Pepe de Badajoz, en grabación de 1954.






(*) Estos cantes están tomados del disco compacto que a compaña al libro (que recomiendo a quien no lo conozca) El Cartel Maldito, Vida y muerte del Canario de Álora, de Manuel Bohórquez Casado, publicado en 2010.