sábado, 3 de diciembre de 2016

De peones, oficiales y MAESTROS en el cante

En todos los gremios había personas experimentadas, conocedores de su parcela laboral, que enseñaban a nuevas generaciones para perpetuar su oficio. Maestro albañil, maestro herrero, talabartero, carpintero, confitero, músico... Los demás, eran sus oficiales o sus peones, con la excepción de los maestros por antonomasia, "los maestros de escuela" que no tenían ni oficialillos ni peoncillos a su alrededor sino chiquillería en calidad de alumnos.

¿Y en el cante flamenco también existe esa figura? Claro que sí, aunque el proceso de trasmisión de saberes no se haga de la misma forma que en los artesanos tradicionales. Aquí puede darse el caso de que alguien aprenda escuchando a otro, en directo o en grabaciones, sin que medie contacto directo alguno. Y a mí se me ocurre distinguir dos clases distintas de maestros:

1) Los que lo son sin pretenderlo. Que sí, que esta figura ha sido y es frecuente en la Historia del Flamenco. Cantaores que gustan tanto al personal que provocan que muchos quieran seguirlos, ser como ellos, cantar como ellos cantan. Hay muchos nombres pero por dar solamente dos, lean ustedes: Manolo Caracol y Camarón de la Isla.











2) Los que intencionadamente quieren propagar sus saberes y sus formas de entender el cante. ¡Cómo disfrutaba ese viejo Matrona cuando se le acercaban en Casa Gayango (la taberna que para él era oficina) artistas más jóvenes sedientos de saberes!
-Mira, muchacho, esto era así, a este cante hay que ponerle un detalle que pocos conocen, pá ese remate hay que...
Otros maestros incluso han montado toda una filosofía en torno a su arte. Claro que estoy pensando, como imagino que ustedes también, en el gran don Antonio Mairena.











Hay más maestros, pero no muchos. Los demás pueden ser grandísimos cantaores, "oficiales" del cante, o simples "peones", jornaleros del cante, pero nada de llamarles "Maestro". Y lo digo porque observo que últimamente se abusa muchísimo de esa palabra (también pasa con la de "genio" pero ese es otro asunto) y califican de maestro a quien, por mucho y bien que haya cantao, no ha dejao, no tiene escuela. Se me ocurren, ¿cómo no?, bastantes nombres pero, sin que nadie lo tome a mal ni vea torcidas intenciones en mí, ahora mismo pensaba en José Menese y pensaba en José Mercé.














(Perdonen que hoy no les haya invitao a ustedes a escuchar nada de esas cosas que tanto nos gustan. Ea, que me he puesto peripatético, que uno también es de los que piensan y opinan.)  

4 comentarios:

  1. Amigo Andrés: es difícil aventurar nombres, porque sobre gustos no hay nada escrito, pero desde tu página quiero rendir homenaje al último gran Maestro desaparecido, Lebrijano. Su obra, rica, profunda, renovadora y a la vez respetuosa con el pasado, está impregnada de un halo de eternidad. Un abrazo, José Ignacio Primo.

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    1. Gracias, querido amigo, por recordar al entrañable Juan Peña que vivió dándonos lecciones de buen hacer flamenco. Un abrazo.

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  2. A ellos, a los maestros (a los de verdad), les debemos muchísimo la afición... No solo enseñan cante, permiten aprender a artistas y aficionados lo que ellos no enseñan, esas maneras que enriquecen tanto al flamenco, arte donde hay muestras de auténticos maestros que se lanzan flores, como el Genial Pepe Marchena y grandes humildes como la inmensa Pastora, Tomás o Morente, que pudieron presumir de todo y al parecer, prefirieron la modestia, maestros también de comportarse sabiamente.

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