jueves, 17 de noviembre de 2016

¿Comercializar el Flamenco supone necesariamente pérdida de pureza?

Un tema tópico en el mundillo flamenco (flamencólogos, artistas, aficionados) es la comercialización de nuestro arte y las supuestas consecuencias que ésta conlleva en la pérdida de pureza. En otra ocasión (10 de agosto de 2014) pusimos en nuestro blog una frase (para mí terrible) de un famoso escritor cordobés:
cualquier fuente de emoción se transforma en una fuente de ingresos y eso siempre amenazó el flamenco.
En ese mismo artículo, yo objetaba:
¿por qué esa condena tan frecuente a un flamenco comercial? ¿Es que quieren que los flamencos sigan analfabetos, nazcan en la pobreza y vivan con ella?


Pero, como decía al principio, esta cuestión se ha convertido en tópica. Son bastantes los tratadistas que de una u otro forma se han planteado un dilema para mí falso. Y hasta resultan repetitivos los adjetivos que esos autores dedican a los artistas que según ellos se han vendido a lo comercial.. Un ejemplo de cuanto digo es el texto que les ofrezco a continuación. Se habla de un gran artista flamenco y lo escribió hacia el año 2002 un reconocido flamencólogo. Advierto que he podado el texto para evitar nombrar al artista a que se refiere, a la vez que he omitido el nombre de su autor y el medio en que se publicó. Si, por casualidad, estas líneas que ahora escribo llegaran a dicho autor y éste me manifiesta que quiere que se dé su nombre, yo lo haré con sumo gusto. De momento, lean ustedes y saquen sus propias conclusiones:

Seguramente a él, como a otros intérpretes de su generación (nació en ...) la tentación del dinero fácil a cambio de pachangueo a destiempo y falsetas histéricas para consumo de turistas, le corrió por el cuerpo. Eran tiempos difíciles para el Flamenco. En realidad siempre lo ha sido, lo sigue siendo, para este arte tan justo y delicado, tan auténtico como revestido de dignidad, que cuenta la historia triste de un pueblo maltratado, el gitano-andaluz, que come un pan amargo por el que incluso le piden cuentas los planificadores de su desdicha: ""Desgraciaíto de aquel / que come el pan de mano ajena / siempre mirando a la cara / si la ponen mala o buena"".
La mayoría de ellos cedieron ante el empujón brutal del hambre y el desamparo, y abandonaron ese patrimonio jondo, que se llama así porque viene de lo más profundo del acontecer de nuestras gentes, para embarcarse en la historia de unas músicas facilonas y unas letras serviles y aduladoras, cuando no en la tarea de vestir a nuestro arte con unos faralaes de guardarropía a base de cuplés amañados y de fáciles calas en la sensibilidad gimoteante de una pequeña burguesía que disfrutó abrevando en las aguas turbulentas de aquel arte, a cambio de hacerlas más llevaderas para sus pesadas digestiones.
Pero hubo algunos que no. Al contrario, respondieron con orgullo al grito desgarrado de Tomás: ""En mi hambre mando yo"", para no someterse y continuar, a compás, narrando con el cante, el baile o la guitarra la verdadera historia de sus antepasados. Estos, los que resistieron, a pesar de ser más pobres, y menos valorados en su momento que aquella legión de ""Niños"", endomingados de lunares, que cantaban fandanguillos inconsistentes a los que le echaban de comer, son nuestros héroes, los ídolos a los que veneramos un grupo de aficionados que sabemos distinguir las voces verdaderas de los ecos mentirosos. Entre ellos destaca (...), a quien la (...) acaba de conceder (...) en un  acto en el cual (...) estuvo acompañado por un grupo reducido pero vigoroso, de flamencos de verdad.
Han estado ausentes los cantamañanas de los discos fáciles y la gestualidad impostada. Tampoco estaban sus mentores, esos que dicen sin el menor recato que el Flamenco, tal como lo hace (...) y algún otro loco, es un anacronismo. Pero daba igual. Ya lo dijo con emoción (...). Él llevaba colgado un escapulario que sus antepasados le impusieron, con un mensaje muy claro: ser transmisor de ese arte centenario, no dejar que los lobos que manejan el parné devoren el calcañar a los que que cabalgan sobre el flaco Rocinante de ilusiones y vivencias familiares. Sobre el pecho de (...) ese escapulario inexistente, sobre el que se instaló (...) el escudo más seguro para protegernos de tanta desvergüenza.    

3 comentarios:

  1. Cuando sale este tema me acuerdo siempre de Caracol. ¿Será capaz algún pureta de ponerle pegas? Para mi, seguramente la voz más flamenca del siglo XX. Desde el guiri hasta el más pureta, pueden disfrutar de su arte. Es cuestión de elegir el tema.
    En el fondo las dos posturas son complementarias, porque aunque la pureza en el flamenco nunca existió, y su riqueza seguramente se debe a lo contrario, del juego de esas dos fuerzas (puristas e innovadores), se debe que haya un filtro donde se queda la morralla, y lo bueno siempre se abre paso.

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  2. ...perdón me dejé atrás un detalle: normalmente el desprecio es siempre unidireccional, de los "puristas" hacia los otros. O sea los puristas admiradores de Tomas Pavón reniegan de Valderrama, pero a los que nos gusta Valderrama también admiramos y disfrutamos de Tomás o del Niño de Mairena.

    Saludos.
    Antº Granado.

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    1. De acuerdo,amigo Granado, aunque hoy día proliferan otra suerte de "puretas" (o "pureros" en mi argot particular) que ya no admiten ni siquiera a Tomás. Sólo les valen voces rotas y negras al estilo, por ejemplo, de Manuel Agujetas.

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