martes, 21 de octubre de 2014

La desmemoria de un imprescindible Edgar Neville


Edgar Neville Romrée, nació en Madrid el 28 de diciembre de 1899, hijo de un ingeniero inglés y de una aristócrata española, uno de cuyos títulos heredó, pues fue IV Conde de Berlanga del Duero. Murió en Suiza el día 23 de abril de 1967. Escritor, autor teatral, director de cine, pintor, humorista, gastrónomo y, sobre todo, personaje vitalista.

Estudió en el colegio El Pilar que los jesuitas regentaban en el todavía barrio-pueblo de Chamartín. Sin gran entusiasmó inició la carrera de Derecho en Madrid aunque después empezó a matricularse en universidades sin tanto nombre pero en las que resultaba más fácil conseguir el aprobado. Por Murcia andaba cuando su amigo Federico García Lorca le sugirió que cambiase la matrícula a Granada y así podría ser testigo del Concurso de Cante Jondo que se estaba organizando para el mes de junio de 1922. Así lo hizo y el joven Edgar, además de titularse como abogado por la universidad granadina, vivió intensamente y en primera persona el desarrollo del tan traído y llevado concurso. De ahí debió de venirle su afición al cante que ya nunca abandonó. Tanto que, una vez convertido en un reconocido director de cine, en 1952 rodó la cinta Duende y misterio del flamenco, documental que en mi opinión y a día de hoy sigue sin ser superado pese a las muy valiosas realizaciones de Carlos Saura y otros. Pero donde hay luces, también hay sombras y de ello vamos a seguir hablando.

En un libro de nuestro amigo Eugenio Cobo (El Flamenco en el Cine, Sevilla, Signatura Ediciones, 2013) se hace una cita de otro libro (Marino Gómez Santos: 12 hombres de letras, Madrid, Editora Nacional, 1969) en el cual, entre otros, se entrevista a Edgar Neville. Y dice éste, en referencia al Concurso de 1922 y a Manuel de Falla, su principal impulsor:

Falla quería, y consiguió, detener la decadencia del cante, que en aquel momento llegaba a zonas abisales. Se habían olvidado los cantes grandes y sólo imperaban unos insoportables cuplés aflamencados, unas afeminadas colombianas y toda una serie de fandanguillos de gorgorito a cual más ridículo. Nadie sabía escuchar las tonás, ni las deblas, ni los martinetes, ni las siguiriyas, ni la caña, ni el polo, ni las serranas, con su preludio de liviana. Falla era de una severidad total, y eliminó en las pruebas a todos aquellos folklóricos del momento, que sólo sabían los cantes gachones de las cuevas del Sacromonte y las cantiñas para patio de vecindad.

Pues, ¡vaya por Dios, don Edgar!, que era usted mayorcito pero no tanto como para haber perdido memoria de los hechos:. Por ejemplo,

1) Que hable usted de las "afeminadas colombianas" cuando está más que documentado que este cante nació hacia 1932.

2)  Y los "fandanguillos de gorgorito" también eran desconocidos en 1922. Los recogidos en la discografía anterior suelen llevar alguno de los sellos malagueño, granadino o lucentino. También estaban los de corte alosnero, u onubense en general, pero no existían los que luego se llamaron "fandangos personales" que son a los que parece aludir usted.

3) Si "gachones" se refiere al término con que los gitanos nombran a los que no son de su raza, es muy extraño que se oyeran "cantes gachones" en las cuevas del Sacromonte, regidas por calés de pura ley.

No, señor Neville, hay cosas que no cuadran. Usted fue sin duda un adelantado del "neopurismo" que nos invadió a raíz de la Antología de 1954, de la publicación del libro Flamencología de González Climent y de la celebración del Concurso del año 1956 en Córdoba. Usted fue un mairenista antes de que se instalase el mairenismo. En sus últimos años de vida ya estaba en la calle la "biblia flamenca" de Ricardo Molina y Antonio Mairena. Usted se la creyó y, en lugar de hacer un auténtico ejercicio de memoria, habló en las declaraciones que antes le hemos recogido por boca de los citados Molina y Mairena. Aún así, esto no le resta a usted mérito alguno. Los aficionados siempre lo recordaremos por su citada película Duende y misterio del flamenco. Gracias por haberla realizado.

Para acabar, les dejo unos minutos del documental de Neville, aquellos en los que el inolvidable Antonio baila martinetes junto al Tajo de Ronda. La voz es del cantaor madrileño El Pili.

5 comentarios:

  1. Juan Iglesias Hernández21 de octubre de 2014, 2:12

    Lo jodido es que hace poco usé la palabra bailarín para un bailaor que no le llegaba a la suela del zapato a d. Antonio Ruíz, y a poco más me despellejan, cuando esos mismo al referirse a d. antonio siempre dicen Antonio el bailarín

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    1. Personalmente no acostumbro a poner ni "Antonio el bailaor" ni "Antonio el bailarín". Pongo simplemente "Antonio" y creo que por el contexto todo sabrá que hablo de don Antonio Ruiz Soler. ¡Qué grande hay que ser para que con un nombre de pila tan usual como Antonio, todos sepamos que Antonio no ha habido nada más que uno!

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  2. Andrés Raya Saro tu entrada es crema. Me parece súper interesante lo que comentas en particular la mala memoria de este hombre o bien su contaminación por el neoclasicismo de la revalorización. Me parece particularmente interesante el hecho de que este hombre fuera en realidad el verdadero puente entre el concurso del 22 y la revalorización

    Paca La Monea Flo

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    1. Sí, siempre he pensado que el puente "intelectual" entre 1922 y 1956 pudo ser Neville. Fue valedor de Antonio Mairena al que conoció porque le cantaba al gran ANTONIO de quien Neville era muy amigo. Años después fue padrino de boda del pontanés Antonio Fosforito y en sus últimos años de vida se dedicó a soltar parches y pegos que decimos los cordobeses.

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