sábado, 27 de septiembre de 2014

De los "guiris" y el Flamenco

Para Antonio Ruiz Ramírez, mi amigo de Priego de Córdoba.

Que los viajeros de allende nuestras fronteras, cuando recorrían la península allá por el siglo XIX, se interesaban por los cantos nacionales y en especial por el entonces incipiente Cante Flamenco, es cosa sabida de todos ustedes. También que actualmente lo siguen haciendo. Tanto que en estos últimos últimos días he leído varias veces que lo de la Bienal de Sevilla es un montaje para guiris. Ha debido de ser una constante en la historia y como botón de muestra les traigo el siguiente recorte de prensa:


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LOS EXTRANJEROS EN EL CAFÉ CANTANTE

Cuando cualquier extranjero viene por acá, yo no sé si con pretexto de enseñarle lo típico o por ser cosa en que toma parte nuestro entretenimiento, lo primero que le damos a conocer es una corrida de toros y una mijita de cante y baile flamenco en los establecimientos donde se cultiva este género. ¡Cuántos madrileños no han visto el Museo de Pinturas hasta que han tenido necesidad de acompañar a cualquir forastero en su visita!

En Sevilla, durante la feria, es inevitable la peregrinación de extranjeros, principalmente ingleses, a quienes en seguida se les orsequia con algo de la tierra: con una juerguecilla de cante y baile hondo. Y hay que ver la cara del inglés siguiendo atentamente las contorsiones de la bailaora en el tablado y los acompañamientos funerarios de los niños, mayores de edad todos, que con la seriedad propia de tan alto ministerio, se marcan llevando el compás y haciendo grandes esfuerzos al cantar, como si el cuello de la camisa les viniera corto. Hay que advertir que para las camareras de los cafés cantantes en Sevilla todos los extranjeros son ingleses y que en cuanto advierten la presencia de uno, rodean la mesa y se divierten poniéndole tropiezos en la conversación para que el inglés diga la mar de tonterías en una lengua que chapurrea dificílmente. La cuestión es que el inglés haga y alterne con toda la reunión, lo cual no deja de ser también muy típico. Pero la cosa llega a mayores y el divertimiento alcanza las proporciones de escándalo cuando el inglés, siguiendo las indicaciones de algún gracioso, se presenta en el café cantante con sombreo cordobés y andares flamencos. "¡Viva mi niño, y qué bonito viene!" Y le tocan las parmas, y hasta le piden el monóculo.

Yo creo que si los ingleses, especialmente, gustan de estas audiciones flamencas, es porque van muy bien con su carácter triste y excéntrico. Efectivamente, casi todos los cantares empiezan: Cuando se murió mi madre la llevamos a enterrar o Un beso di en una tumba, etc.; porque hay que tener en cuenta que cuanto más triste y sentimental, es más castizo el cante. Y después, que la manzanilla ayuda mucho a la compasión.

L. G.

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Revista Blanco y Negro, 3 de mayo de 1902. La firma debe corresponder a Luis Gabaldón pues por esas fechas publicó varias veces en la misma revista, siempre en torno al Flamenco, tema que sin duda debía de conocer y bien.

Addendum: Después de publicar esta entrada y tratando de informarme sobre más artículos de Luis Gabaldón, compruebo que el recorte que aporto ya apareció el día 16 de diciembre de 2012 en el blog Papeles Flamencos del buen amigo David Pérez Merinero. Perdona, David, ya sabes que lo mío no es copiar a los demás. Tenía fotocopia de ese recorte desde 1980 y decidí publicarlo porque el priegense Antonio Ruiz me pidió cosas escritas sobre flamenco en la época en cuestión. Si hubiera sabido de tu publicación me habría limitado a darle la referencia. Bueno, tampoco pasa ná: doble oportunidad para recuperar el nombre de Luis Gabaldón. 

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