viernes, 1 de agosto de 2014

Tonadas campesinas (VIII). Temporeras de la Campiña de Córdoba

Pagos de Lucena, de Aguilar, de Cabra, de Montilla...! Se fue dejando la Serrana jirones de su capote de monte en vuestras viñas, en vuestros olivos; pero jirones chiquitos, porque las manos que a él se asieron ni fueron duras, ni porfiadas.

¡Lucena! En tu seno, más blanco que la nieve, oí el el airoso cantar que llamáis las Temporeras.

Yo anduve por tus calles y tus campos a caza de ellas.

Sabedor de que en este pedazo de tierra existió un cante, patrimonio de las gañanías, con el que acompañaban su trabajo en la besana, fui de Ceca en Meca sin poder atraparlo. Tal que cual gañán, salmodiaba, trincado a su manera, un cante sin color ni estilo propio, mixto del de la Trilla y la Taranta. Tenía tanto más interés en dar con las Temporeras, cuanto que sospechaba fuera el lazo de unión entre Trilleras y Caleseras, pues al ceñirse al paso desigual de la yunta de mulos en la era, no participaría ni del rechinante fragor de las diligencias ni de la galbana de la era agostiza.

Por matar la tarde, fui a la casa de un amigo, hidalga y acogedora, de señoril fachada y portalón que achata el peso de un escudo de armas de ampulosos labrequines, tallado en piedra.

El zaguán, recién regado, dibuja con menuditos guijos una cruz calatraveña; al fondo, una puerta de cuarterones patinosos que luce en su centro, y en él reluce un pomposi aldabón de "oro de Lucena".

¡De oro se me llenó la mano cuando llamé!

Después del consabido: "Gente de paz", me colé por el patio de mi amigo, detrás de cuyo nombre se atropellan qué sé yo cuántos apellidos ilustres.

Este amigo mío lo es también de la tradición, de la heráldica y de la zambra.

Le expuse mi desencanto, y, tras de hacer memoria, con ese reposo con que en los pueblo se hace memoria, dijo:

-¡Tal vez Perrilleja, quizá Tenazo!...

En el patio trasero de la casa hay una parra umbrosa, y bajo ella abre su bocaza fría un pozo de brocal enjalbegado, sobre el que florecen macetitas de albahaca, macecitas de espliego.

Una moza, guapa y limpia, que se llama Araceli, nos trae, en bandeja de cobre, unas copas grabadas con la cruz de Calatrava, y una botella con el marbete de Mora, llena de solera, de las "Bodegas de Nuestro Padre Jesús". Al descorcharla nos acaricia con un olor a manzana, a florecillas de la sierra; luego canta en las copas en las copas con gorgoritos de jilguero.

Esperamos, y, ya el sol traspuesto, se entró por el patizuelo el ansiado
Perrilleja, acompañado del aperador de mi amigo. Ambos sabían las Temporeras, y como araban en el mismo olivar, quise escucharlas al día siguiente en el mismo salsero donde se sazonaron.

Al olivar de "Los Dorados" me encaminé, y en él oí este cante, tan característico, y que me enorgulleció encontrar, porque se acoplaba. como preveía, al lugar designado en la escala que hemos recorrido.

Inicia el gañán la copla cantando un verso, y, al terminarlo, otro lo recoge, anunciando su decisión con un "Voy", y así se turnan hasta que uno grita : "¡Fuera!", y remata la estrofa. Más moderno es que la termine el que la comienza; verdad que tampoco abundan los que saben cantarla. Así, es indiscutible , pierde el matizado que le da la variedad de voces y la alegría de los gritos que piden la voz.


Dan escolta a este cante en la besana el piar de las pipitas, que brincan en los camellones del surco recién abierto, y lo aroma el fuerte vaho que sale de la tierra herida y que huele a búcaro.

Luego, cuando el sol traspone y los calados de los olivos transparentan la amoratada luz del crepúsculo; cuando las campanas y campanitas del pueblo cercano llenan la campiña tocando la oración; libre la yunta del arado que quedó en el surco, apuntando con el timón al lucero que afanoso parpadea en el horizonte; al emprender el apero la vuelta al caserío, llevando cada yunta, a lomo, el gañán que la gobierna, riman las Temporeras con el alegre trotecillo de la querencia, más vivas, confundiéndose casi con un Fandango.

La tierra, con la llovía,
ha tomao mejor tempero;
y esto lo agradece el amo,
los gañanes y el apero.

El Sota trae una yunta
de dos mulas alazanas,
que ellas solitas s´atreven
con toíta la besana.

Tós los mulos del cortijo
de don Juan Manué Carrasco,
no le llegan a los míos
a las coronas del casco.


Foto de la ciudad de Lucena y sus alrededores para ilustrar esta larga cita tomada del libro De Cante Grande y Cante Chico que escribiera el prolífico malagueño José Carlos de Luna allá en el año 1926, si bien nosotros hemos usado una reedición fechada en 1942. Aquí se nos describen por vez primera (que nosotros sepamos) los cantes de arar, los cantes de besana de la Campiña de Córdoba, cantes nombrados en nuestra tierra como temporeras. De la Campiña, sí. Domingo Manfredi Cano, seguidor en muchas cosas de José Carlos de Luna nos dejó escrito en su libro Geografía del Cante Jondo (1955, después reeditado en 1963), en un epígrafe dedicado a la Temporera, lo siguiente::

Es un cante de gañanías. Su situación geográfica podría deslindarse con una circunferencia que teneindo su centro en Cabra, de Córdoba, encerrase dentro de ella a todos los pueblos y tierras comprendidos entre Castro del Río, Fernán Núñez, La Rambla, Baena, Montilla, Doña Mencía, Aguilar, Montuque, Lucena, Priego, Puente Genil, Rute, etcétera.

Vuelve a repetir cosas del libro del malagueño y, al final, añade un par de letras:

Las uvitas de tu parra
están diciendo comerme,
pero los pámpanos dicen
que viene el guarda, que viene.

Los surcos de mi besana
están llenos de terrones,
y tu cabeza, serrana,
está llena de ilusiones,
pero de ilusiones vanas.


Tres comentarios a estos testimonios escritos:

1) En el relato de José Carlos de Luna aparece el personaje de Perrilleja. Creemos que será el mismo que nosotros conocíamos a través de una saeta popular lucentina.

2) Las letras que nos ofrecen uno y otro escritor son cuartetas o quintetas pero de versos octosílabos. Es decir, estrofas adaptables al cante por fandangos, al que alude Carlos de Luna al final de su texto. ¡Curioso!, igual que ocurría con el Canto del Güeyero de los canarios. También igual que ocurría con los cantos de arar de Málaga, tanto en la versión flamenca de El Niño de Bonela como en la grabación que la acompañaba, en la cual, por cierto, se hace la letra de Los surcos de mi besana, recordada por Manfredi. Versos octosílabos, rara avis en el mundo de las tonadas campesinas donde domina la estrofa de la seguidillan. Más aún: hay otra variedad de cantos de besana, como son las Pajaronas de Bujalance que sí usan la copla de seguidillas. Es decir, sin salir de la provincia de Córdoba, hay dos modalidades de cantes de besana: las Pajaronas de Bujalance y las Temporeras de la Campiña, con un punto común y es que se trata de cantos dialogados, pero una diferencia grande en cuanto a la métrica usada.

3) ¿No les suena de algo una de las letras que anota Carlos de Luna? Me refiero a la de Tós del mulos del cortijo... Agustín Gómez, siempre tan pespicaz, nos señala que esta letra de Temporera la hacía Antonio Ranchal como Carcelera. Sí, muy extraño lo de conjuntar cárcel con besana. Yo llego incluso a sospechar que lo que el cantaor lucentino grabó como Carceleras estaba más cercano a las tonadas campesinas que a lo que los flamencos conocen como tonás, martinetes, etcétera. Merece la pena que la oigamos:



En la bibliografía flamenca, tan dada a copiar lo ya escrito por otros, hablando de temporeras, se repite una y otra vez lo dicho por José Carlos de Luna y Manfredi Cano, con la honrosa excepción de Agustín Gómez que en su libro otras veces citado Cantes y Estilos del Flamenco, nos habla también de las pajaronas, de los cantos de arar malagueños y de las temporeras de Montefrío (Granada), a las que nosotros dedicaremos una entrada en breve.

Afortunadamente en Córdoba, nos quedó una prueba grabada en los años setenta de lo que fue la temporera que hoy comentamos. Primero en disco (con la firma RCA) y luego en una intervención en TVE, programa "Rito y Geografía del Cante Flamenco", el cantaor de Puente Genil Pedro Lavado nos dejó su testimonio. Reproducimos lo que cantó y dijo para TVE:


Ya ven que la descripción del cante coincide con la apuntada por Carlos de Luna en 1926. ¿Y la letra?

Aperaor del apero,
no me dejes el cornejal,
que mis mulas son nuevas
y me van a marear.

Pues mire usted por donde, y acabo, me encuentro una copla parecida en el folk-lore de la provincia hermana de Murcia:

Las penas que pasa un perro
cuando le cortan el rabo,
las mesmas que paso yo
en cá cornijal que saco.

4 comentarios:

  1. Andrés, hace tiempo que no aparecía por aquí pero hoy, leyendo en Facebook tu entrada "Hacer comentarios", me he animado a volver. Y lo hago con una duda.
    Agustín Gómez, en el libro que citas, al referirse a la copla que canta Pedro Lavado, escribe el segundo verso así:
    "no me dejes el conejar",
    mientras que tú escribes "cornejal" que es lo que a mí me parece oír al cantaor. ¿En qué quedamos

    Ariza de F. Núñez

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    1. Sigues como siempre, Ariza, con tus finos matices.
      1) Lo de conejal, o conejar, entendido como tierra habitada por conejos, podría tener sentido. Si el gañán llegaba a uno de ellos, las mulas podían asustarse al ver a los conejos saltar para huir. Puede que el amigo Agustín lo haya interpretado así.
      2) Cornejal es tierra poblada por cornejos, una especie de arbusto. No tiene sentido que en una besana te encuentres uno de esos cornejales. Pero, ojo, en el castellano antiguo, propio de gentes de campo, también se usaba el término "cornejal" para indicar las esquinas de una finca en las cuales la labranza era más complicada y la cosecha solía ser peor. Yo creo que la copla de Lavado, tomada de la tradición, iría por ahí y no se refería a conejo alguno.

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  2. Hola Andrés y gracias por tus valiosas aportaciones al saber flamenco. Un cometario personal: La primera saeta anónima me suena a Antonio Pozo El Mochuelo. Aquí una serie de cantes suyos, donde en alguno como las Guajiras se asemeja mucho la voz: https://www.youtube.com/watch?v=eoIhASbdDaw&t=1822s
    El segundo anónimo, a mí personalmente me suena a Canario Chico.

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  3. Gracias por dedicarle este estudio a las temporeras, que no reciben la atención que merecen. Para mí son cimientos del cante. Qué joya esta de Aperaor del apero. Lavado lo borda. Y perfectamente cuadra la explicación del cornejal como esquinas de la finca que resultarían difíciles de arar con el mamotreto del arado tirado por las mulas.

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