Encuentro en las redes estas rotundas y sabias frases del académico Pérez Reverte. Sagrada profesión la de los maestros en cuyas manos está el futuro del país. Sagrada pero maltratada por los poderes públicos, no sólo en sus menguados sueldos, de lo que seguiremos hablando más abajo, sino en no potenciar su etapa de formación. Así había sido históricamente hasta la llegada, durante la Segunda República Española, del llamado "Plan Profesional", promovido por el ministro Marcelino Domingo (1884-1939), con el cual los estudios de magisterio alcanzaron un alto nivel. La pena fue que la mayor parte de los maestros formados en dicho plan tuvieron que optar tras la guerra del 36-39 entre el exilio o verse despojados de sus plazas.
En la posguerra, la preparación académica de nuestros maestros se volvió a devaluar. Por ejemplo, en mi época de bachillerato (Seis cursos rematados con el año de Preuniversitario) se accedía a las Escuelas de Magisterio con sólo los cuatro primeros cursos mientras que para otras carreras se precisaban los siete. Así fue hasta la llegada en 1971 de la "Ley de Educación" de Villar Palasí (1922-2012). Los futuros maestros ya deben tener los mismos requisitos que cualquier otro aspirante a los estudios universitarios. Las viejas "escuelas normales" se integran en las universidades en calidad de "Escuelas Universitarias", si bien su título no llegaba a Licenciatura (cinco años) sino que se quedaba en Diplomatura (tres años). El nivel de nuestros maestros subió considerablemente y, además, hubo un factor decisivo: se potenció la figura del "acceso directo" (creada unos años antes) mediante la cual los alumnos de mejor nota media de cada promoción se incorporaban al cuerpo de magisterio sin tener que pasar la correspondiente oposición. Este incentivo hizo que alumnos muy brillantes en lugar de matricularse en alguna Licenciatura lo hicieran en la Escuela de Magisterio, dispuestos a dejarse el pellejo pero asegurarse el puesto de trabajo. No hablo de oídas porque durante bastantes años ejercí como Catedrático de Matemáticas en la Escuela Universitaria de Magisterio de la Universidad de Córdoba. Por mis aulas pasaron alumnos, algunos de los cuales habían cursado hasta seis asignaturas de matemáticas, por los que pondría la mano en el fuego asegurando que habrán sido unos buenísimos maestros.
En esas estábamos hasta que surge el primer gobierno del ahora rico nuevo llamado Felipe González, incluyendo a José María Maravall (1942) como Ministro de Educación Éste, a su vez, llevaba como número dos en su Ministerio a un conocido personaje: Alfredo Pérez Rubalcaba (1951), al cual según mi entender se le debe un considerable retroceso en lo que a los estudios de magisterio se refiere. Tan "social-listos" políticos debieron de pensar que aquello del acceso directo no era igualitario y se lo cargaron de un plumazo. Por tanto, potenciales maestros de gran nivel intelectual ya no acuden a las Escuelas de Magisterio sino que se van directamente a las Facultades o a las Escuelas Técnicas. Pero no es sólo esto. Rubalcaba y sus consejeros deciden potenciar los aspectos pedagógicos y sicológicos frente a las asignaturas de contenidos académicos superiores. Se llega al gran disparate de "hay que enseñar cómo se enseñan las matemáticas" a la vez que se iban suprimiendo las asignaturas de matemáticas a secas. Como yo decía en aquellos años a los defensores de las corrientes que primaban el didactismo: "Queréis convertir la didáctica de las matemáticas en la didactica del conjunto vacío". Consecuente con mis ideas y comprendiendo que mis conocimientos matemáticos no iban a ser usados, pedí traslado y me volví a las enseñanzas técnicas que eran en las que yo un día lejano (1971) gané por oposición libre mi puesto de catedrático.
Podría pensarse que en la actualidad se ha revalorizado la formación de los futuros maestros por cuanto las escuelas universitarias han pasado a Facultades de Educación y en ellas se imparte una "carrera de grado" de igual nivel académico que las restantes titulaciones universitarias. ¡Ojalá sea así!, aunque yo soy pesimista al observar que dichas facultades están dominadas por pedagogos y sicólogos con sus acólitos los "didactas" en que han derivado los antiguos "profesores de contenidos"..
Mi visión pesimista no es óbice para que me una al deseo de Pérez Reverte. Ahora más que nunca deberíamos mimar, tanto académica como económicamente, a nuestros futuros maestros.
He dicho "económicamente", porque con tanta congelación y supresión de pagas extras podríamos retornar a épocas históricas en que era usual la frase
Pasas más hambre que un maestro
Aún se decía en mi nlñez, si bien en aquellos años el hambre estaba bastante generalizada
Porque, dirán ustedes que qué hago yo hablando de estas cosas en un blog que se supone de memorias flamencas. Me explico: ayer, a la vez que me topo con la cita de Pérez Reverte con la que he iniciado este artículo, estaba ordenando mi discografía y me aparece la antítesis del deseo del académico, es decir me aparece esta alusión a las penurias de nuestros maestros:
(Tanguillos grabados en 1910. Canta El Mochuelo y toca la guitarra Joaquín El Hijo del Ciego)