Este artículo ha sido levemente modificado a instancias de don Alfredo Grimaldos.
(15 de septiembre de 2013)
Ya les conté que, entre los regalos que recibí en la última festividad de san Andrés, estaba el libro "Historia social del Flamenco" del periodista Alfredo Grimaldos Feito (Madrid, 1956). Desde el primer momento tuve la sensación, como ya escribí el pasado 3 de diciembre, de que se trataba de un texto "un pelín sesgado hacia el gitanismo y el mairenismo". Leído más despacio, concluyo que en efecto el libro es algo tendencioso y poco objetivo. Para que no se me mal interprete, debo advertir que no tengo nada contra el gitanismo ni contra el mairenismo, pese a lo cual sí quiero manifestar mi desacuerdo con los gitanistas y los mairenistas que pretenden elevar su doctrina a única o, cuando menos, considerarla superior a otras posibles versiones del mundo flamenco. Entre estos personajes, dogmáticos y unidimensionales, creo que habría que situar a don Alfredo Grimaldos.
En el capítulo 5 de su libro, cuyo título reza como "Cantar para distraer el hambre", se nos cuentan siniestras, y desgraciadamente verídicas, historias de los años que siguieron a la incivil guerra del 36-39. Años de penalidades, que yo alcancé a vivir en mi infancia, fundamentalmente para las clases humildes y trabajadoras, incluidos grandes de núcleos de gitanos y flamencos en general. En un apartado de este capítulo dedicado a la obra discográfica "Archivo del Cante Flamenco" (Vergara, 1968), Grimaldos escribe:
José Manuel Caballero Bonald es el escritor actual más completo de este país y una figura muy importante en la tarea de recuperación del flamenco auténtico durante los duros años de la noche franquista.
Siempre he sido contrario a afirmaciones absolutas como esta de "es el escritor más completo de este país". ¡Ahí es ná! Y los jurados del Nóbel, del Príncipe de Asturias, del Cervantes, sin enterarse. Admito que Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 11 de noviembre de 1926) haya escrito buena poesía y buena novela, que haya sido justamente reconocido por ello, pero no podemos ignorar que entre sus contemporáneos, e incluso más jóvenes, hay muchos escritores de su misma o superior categoría y, desde luego, bastantes que lo aventajan en eso de la completitud. No, Grimaldos, no se puede ser tan categórico, hay que dejar siempre un resquicio para la duda.
Al hilo de la cita copiada más arriba del libro de Grimaldos, imaginamos que la "completitud" que éste adjudica a Caballero Bonald va ligada a su faceta de flamencólogo y, en especial, a su tarea de "recuperación del flamenco auténtico durante los duros años de la noche franquista". ¿Cómo es esto? ¿Es que en esa época se instauró un flamenco falso? Mire usted, Grimaldos, un "flamenco falso" no sería flamenco y la verdad es que éste se perpetuó incluso en la larguísima y negrísima noche del franquismo. La cuestión está, para entender lo que usted quiere decir, en el dogmatismo y en la unidimensionalidad en la que incurrió Caballero, siendo secundado, según he señalado ya, por usted mismo. El poeta jerezano era seguidor de las teorías de Ricardo Molina y Antonio Mairena según las cuales el cante nació en unas cuantas familias gitanas de la Baja Andalucía y, tras vivir una "etapa hermética", fue sacado a la luz, para su mixtificación y degeneración por gentes como Silverio Franconetti , labor continuada y ampliada más tarde por Antonio Chacón y rematada por "herejes" como Pepe Marchena y, no digamos, Juan Valderrama. No exagero: basta con leer cuantos textos ha escrito Caballero sobre flamenco. Más: me permito recordar que el estudioso Manuel Bohórquez en su blog "La Gazapera", el 16 de marzo de 2011, nos informaba de que, en una conferencia del jerezano en la Universidad de Sevilla, éste trató a Silverio y a Chacón poco menos que de "copleros".
La actual flamencología, impulsada fundamentalmente por José Blas Vega y desarrollada por Eugenio Cobo, Ortiz Nuevo, Faustino Núñez, Bohórquez y Gamboa, entre otros, ha desmontado con pruebas fehacientes y no con afirmaciones gratuitas todo el embrollo a que nos llevaron Molina y Mairena con su cohorte de seguidores.
Pero, volviendo a nuestro tema de hoy, leyendo a Grimaldos parece como si ese "flamenco auténtico", el de las pocas familias gitanas bajo-andaluzas, mantuviera una existencia soterrada hasta que Caballero lo recuperara con su famoso "Archivo". Por mi parte, aunque deje de lado esa exagerada interpretación, quiero agradecer al poeta de Jerez su aportación con esta antología. Rescates como el de Manolito de María, Diego del Gastor, Joselero o la Piriñaca, no tienen precio. En resumen: del Archivo respeto a cuantos intérpretes aparecen en él, pero rechazo la filosofía e intencionalidad que José Manuel Caballero le quiso imprimir. Acabemos, por hoy, oyendo a Manolito de María, el encantador flamenco de Alcalá de los Panaeros, cantando por bulerías: