martes, 8 de noviembre de 2011

Ángel Ganivet y Paco el del Gas


Aún recuerdo de mis estudios de bachillerato la figura del escritor Ángel Ganivet, precursor, nos decían los profesores, de la Generación del 98 y cuya obra fundamental, al parecer, era su Idearium español. De segundo apellido García, había nacido en Granada en 1865 dentro de una familia de clase media. Realiza estudios de bachillerato y las carreras de Derecho y Filosofía y Letras, doctorándose en 1888. Oposita al Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, siendo destinado a la biblioteca del Ministerio de Fomento. En 1891 se hace amigo de Unamuno, cuando ambos preparaban oposiciones a cátedra de griego. Como sabemos, el vasco la ganó para la Universidad de Salamanca, pero el de Granada no pudo superarlas. Al año siguiente, se empareja con Amelia Roldán Llanos con quien tuvo dos hijos. Ese mismo año ingresa por oposición en el cuerpo consular. Su primer destino estuvo en Amberes, ciudad en la empezó a escribir. En 1895 pasa a Helsinki, donde desarrolló la mayor parte de su obra literaria. Separado de Amelia, en 1898 es destinado a Riga (Letonia), donde cae en una profunda depresión que le lleva hasta el suicidio (29 de noviembre de 1998).


Y ustedes pensarán qué hago yo, en un cuadernillo dedicado al flamenco, hablando de este granadino que pasó a la historia como pensador. Me explicaré, pero antes debo advertir que, además de ensayista, Ganivet también escribió prosa, novela, teatro e incluso poesía. Ayer les hablaba de la letra Lejos muy lejos de España, yo me llevé un ruiseñor..., que cantaba Valderrama como fandango de Paco el del Gas (versión granadina del malagueño jabegote). Pues miren por dónde, su autor fue Ángel Ganivet. En mi anterior artículo dije que este Paco era sucesor de Yerbabuena e inmediatamente Arturo Fernández me comunica que no, que él creía que era anterior. En efecto, Francisco Rubio López (Paco el del Gas) nació en 1873, ocho años después que Ganivet pero diez antes que Francisco Gálvez Gómez (Frasquito Yerbabuena). Aclaradas las fechas, les diré que la letra de Valderrama (¿no sería el propio Ganivet, en su estancia en Helsinki, quién se sentía tal como si él mismo fuera ese añorante ruiseñor?) formaba parte del repertorio de Paquillo. ¡Vaya!, en contra de la afirmación, por parte de algunos sesudos flamencólogos, de que los cantaores no solían hacer letras de poetas cultos. Ganivet aparte, les diré que la copla

Se vistió de gala el sol
el día que tú naciste,
se vistió de gala el sol,
hubo en el cielo una juerga
que hasta el mismo Dios bailó.

que hace unos días le oíamos a Cobitos, también era usual en el del Gas. Y es que las letras, una vez adoptadas por algún cantaor, se transmiten de generación en generación.

Es de justicia aclarar que los últimos datos los he tomado de un libro que recomiendo a todos:
El flamenco en Granada, Miguel Sánchez, Editor, Granada, 1974.
Su autor es el importante periodista e historiador granadino Eduardo Molina Fajardo (1914-1979). Yo lo adquirí en 1975 y dormía en mi biblioteca. Ahora que lo releo, pienso cuánto habríamos ganado si otros autores hubiesen tenido el rigor y la metodología de don Eduardo.

1 comentario:

  1. Amigo ANDRÉS, este libro era el que ayer iba a echar mano y me encontré con el sitio, seguramente que lo preste y ya sabes lo que pasa con los libros que se prestan. Ya hoy lo he estado buscando para volverlo a comprar. Un saludo por granainas.
    P.D. Te escribo como anónimo por que me es más fácil.

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