jueves, 30 de junio de 2011

Cuando Enrique Morente entró en Zambra

Hoy no me voy a poner ni charlatán ni crítico. Directamente voy a cederle la palabra a mi querido amigo el holandés Humberto Wilkes, "Humberto el Paíyo" o "El payo Humberto". Solamente una frase mía: no hay mejor historia que la que cuentan los que la han vivido.

lunes, 27 de junio de 2011

¿Quién sabe de Teodoro Villanueva?

Bajando de la Plaza Mayor por el Arco de Cuchilleros, llegábamos a la Cava Baja. Avanzando por su acera izquierda había dos tablaos flamencos. En primer lugar, "Las Cuevas de Nemesio" que visité con frecuencia y del que hablaré otro día. Luego, haciendo una esquina, había otro de cuyo nombre no logro acordarme. Sí, de que allí iba a escuchar al exquisito Enrique Orozco y de que había otro cantaor conocido como Villanueva. Siempre aparecía en el escenario con su sombrero de ala ancha y cantaba muy bien, especialmente por malagueñas y otros estilos levantinos.

Otro cantaor, como Antonio El Escobero, del que se tienen pocas noticias. Blas y Ríos en su Diccionario, se limitan a esta nota:

VILLANUEVA PÉREZ, Teodoro. Villanueva del Ariscal (Sevilla), siglo XX. Cantaor. Se proyectó artísticamente en los años cuarenta participando en diversos espectáculos en giras por la geografía española. Más tarde frecuentó las reuniones de cabales del Colmao Villa Rosa y de las ventas de Madrid.

¿Cómo es posible que haya artistas del siglo XX de los que no hemos guardado memoria? Yo tengo un solo dato que añadir: Enrique Morente me contó alguna vez que este Villanueva fue el que lo llevó a la Peña El Charlot y lo presentó al venerable Pepe el de la Matrona. Dada lo prolífica que fue la amistad de Enrique con el viejo trianero, este detalle es mérito más que suficiente para interesarnos por el cantaor del que hablamos.

Con El Escobero ha habido suerte: Manuel Bohórquez nos ha dado algunos datos, que esperamos se amplíen, y Pedro Delgado ha recuperado sus grabaciones. Para oírlas, sólo tienen que acceder a su blog "Quejío Flamenco". Les digo que merece la pena.

Hago un nuevo llamamiento para que salgan a la luz cuantos datos haya por ahí sobre este Teodoro Villanueva.

viernes, 24 de junio de 2011

Su caballo y su mujer

Hay una letra que solía cantarse como jotilla en las sierras de Huelva, aunque yo también la he oído como fandango, que sería escándalo no ya para las llamadas feministas, sino para cualquier fémina a secas:
Mi caballo y mi mujer
se me murieron a un tiempo
Mi mujer, Dios la perdone,
mi caballo es lo que siento.
La cosa es que la copla atravesó el charco y nos la encontramos en Argentina. Ahora ni la mujer ni el caballo mueren, sino que se van a la ciudad de Salta, aunque la conclusión viene a ser la misma:
Mi caballo y mi mujer
se me fueron para Salta.
Mi mujer no la preciso,
mi caballo me hace falta.
Lo curioso es que la cantaba un icono de la progresía de los años sesenta y setenta del pasado siglo: el poeta y cantante Don Atahualpa Yupanqui. No se le critique por ello: Atahualpa cantaba lo popular y esa letra, para bien o para mal, lo era.

martes, 21 de junio de 2011

Antonio "El Escobero"

El buen crítico y estudioso del Flamenco don Manuel Bohórquez ha hecho justicia con la historia y nos ha rescatado datos de muchos intérpretes del siglo XIX. El más sonado, ya lo saben: que en Cádiz y en el año 1789 nació Antonio Monge Rivero, del que hasta hace muy poco sólo se sabía que era apodado como El Planeta. Que nuestro flamenco haya sido una cultura ágrafa, unido a la ausencia de objetividad de muchos de sus tratadistas (les llaman flamencólogos, pero el término nunca me gustó y, por ello, procuro no usarlo), han provocado semejantes disparates. Vamos, cómo si los italianos no supieran nada de un tal Verdi salvo que dio varios conciertos por ahí...
Teniendo en cuenta la parte de causa que haya tenido la citada cultura ágrafa, en pleno XIX, se explican ciertas lagunas. Pero, ¿también en el siglo XX? Es curioso que de algunos de los cantaores que intervinieron en la famosa "Antología de Hispavox", sabemos poco menos que el nombre, tratándose de las grabaciones flamencas de mayor difusión y reconocimiento internacional.
En el invierno de 1963, aposentado en una habitación de alquiler de la avenida Reina Victoria, yo solía ir a la sala de estudio del cercano Colegio Mayor "Moncloa", donde tenía algunos amigos. En los ratos de descanso nos íbamos a la sala de estar donde había tocadiscos y algunos discos. Oíamos con frecuencia a un tal El Escobero, con la guitarra de Pepe Martínez y el sello creo que de Hispavox. Aún recuerdo que hacía unas granaínas exquisitas...
Nunca más volví a oír a este hombre y ni siquiera su nombre. Seguramente no se trataría de una primera figura, pero aún así... Somos desagradecíos cada vez que perdemos la memoria de cantaores que en algún momento han tenido un sitio en nuestro arte.
El único dato que he encontrado de este artista está en el Diccionario enciclopédico ilustrado del Flamenco de José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz. Es bien escueto y dice así:
ESCOBERO, Antonio El. Nombre artístico de Antonio Barbero Navarro, Sevilla, siglo XX. Cantaor. Seguidor de los estilos de don Antonio Chacón. Ha grabado en discos.
Si alguien supiera algo de este personaje, si alguien tuviese sus grabaciones, se agradecería mucho lo diesen a conocer. Un añadido: Manuel Bohórquez me informa de inmediato que el primer apellido de este cantaor no era "Barbero" sino "Barrero". Quede constancia de que a Blas y Ríos se les coló uno de esos seres conocidos como "duendes de la imprenta".

sábado, 18 de junio de 2011

Concurso de Cante en mi pueblo (1966)



En la Feria Real de mi pueblo, celebrada en honor de la Virgen del Tránsito (15 de agosto), siempre había algún acto relacionado con el flamenco o con la copla. Y, como añadidura un "concurso" de cante que se desarrollaba sin mayores formalidades: acudía sobre la marcha quien quería y cantaba lo primero que se le ocurriera, lo que de vez en cuando derivaba en situaciones próximas a lo "chusco". Don Juan Moreno Luna, gran aficionado, decía que había que poner un poquito orden. Así se hizo en 1965 con un "I Concurso Provincial de Cante Flamenco". Se celebró en la explaná del Huerto de las Fuentes y de aquella noche se grabaron en mi memoria algunas actuaciones como las de Manuel Segovia "El Ciego de Almodóvar" o las de "Cristobitas de Santa Cruz".


En 1966 se repite convocatoria como pueden ver en el cartel adjunto. Curiosamente su redacción le fue encargada a un jovencillo Andrés Raya, cuyo nombre me suena de algo. Lo mismo que le encargaron la presentación de los cantaores finalistas y en esa labor podemos verlo en foto que también se adjunta. ¿Quiénes fueron los ganadores? No les miento si les digo que no sabría nombrarlos. Imagino que en los archivos del Ayuntamiento constarán por algún lado y si lo averiguo, ya lo contaré.


Lo que sí recuerdo es que de nuevo oímos al "Ciego de Almódovar". Que cantó maravillosamente bien por martinetes el cordobés Rafael López Recio, de cuya amistad me honro desde aquella noche hasta hoy. Y que entre los ganadores hubo dos seguros: Bernardo Benjumea, trabajador del campo afincado en el pueblo aunque nacido en la localidad sevillana de Herrera en 1919, que era un experto en todo pero sobre todo en los cantes malagueños. El otro era Pedro Lavado, de Puente Genil, nacido en 1932, ya premiado en Córdoba en 1959, que nos dejó más que satisfechos con sus serranas y soleares. Ambos salieron a cantar ya fuera del concurso e hicieron cantes que no estaban en las bases: Benjumea se lució con unas espléndidas jaberas y Lavado nos mostró diversas variantes del fandango de Lucena.



Entre el público, además de Don Juan Moreno que era parte del Jurado, estaban Manolo del Rosal y Juan Velasco, los mismos que unos meses después promovieron la fundación de la Peña "El Mirabrás". Seguro que la próxima vez que nos juntemos me ayudarán a refrescar mi cada vez más flaca memoria. Mientras tanto, les dejo con esta grabación que años después hizo Lavado con "Merengue de Córdoba".

miércoles, 15 de junio de 2011

Valderrama, el "Memorión del Cante"


Veníamos de una sesión en la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba, no recuerdo ahora en qué año, pero sí que había "teorizado" sobre poesía flamenca un profesor de Lengua venido desde los Madriles. Nos fuimos a tomar unas cervezas a la taberna "Moriles, 2", allá por la calle Antonio Maura. En el grupo estaba el más importante crítico de flamenco de esta ciudad. Mal conversando, como solemos hacer los españoles, logré derivar el foco de atención hacia artistas que, en mi entender, habían sido maltratados por la flamencología al uso, y salió el nombre de Juan Valderrama.
- Juanito Valderrama, vino a decir el crítico, es un "memorión". Es capaz de cantarte todo lo que ha escuchado.
¡Carajo!, -me dije y pensé para mis adentros- entonces ¿para qué tanta parafernalia en los años 50 por mor de recuperar el cante en vías de extinción, si ahí estaba Valderrama para transmitírnoslo?
Claro que nuestro crítico negaba expresión flamenca al cantaor de Torredelcampo. Para él, como para el argentino González Climent, Valderrama era otra cosa. Allá ellos, porque yo, como aficionado disfruté mucho, y ahora lo sigo haciendo con sus discos, escuchando a este honrado flamenco que fue don Juan.

domingo, 12 de junio de 2011

Mis primeras lecturas flamencas

El Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba celebró su XXVII edición en 2004. Como siempre he vivido rodeado de gentes que me estiman por encima de mis merecimientos, fui propuesto como miembro del Jurado. Me resistí por dos razones:
1) No me sentía preparado para tal misión.
2) Mi postura respecto a los Concursos era cada vez más crítica. Intuía que estaban perdiendo su razón de ser.

Me insistieron y acabé aceptando: al fin y al cabo, ¿por qué no iba yo a vivir una experiencia como ésta? La verdad es que lo pasé muy bien entre mis compañeros de jurado y que mi labor mereció cuando menos el aprobado. Pero hoy no voy a hablar del Concurso en sí. Voy a limitarme a dejarles un escrito que me pidieron los organizadores y que se publicó en el libreto de aquel evento.

De cómo, gracias a los Concursos de Córdoba, el aficionado que suscribe acabó editando libros sobre Flamenco
Hasta donde mi memoria alcanza, siempre me recuerdo aficionado al Cante y siempre tuve conciencia de que se trataba de algo muy nuestro. Pero en mi niñez y adolescencia me limitaba a escuchar lo que podía y a disfrutar con ello.
Corría 1962 y yo era alumno en el Colegio Salesiano del entonces llamado Curso Preuniversitario. Como era de pueblo (mi Fernán Núñez querido) vivía en pensión: la conocida como Pompeyos, situada en la calle del mismo nombre. Entre otros residentes estaba Pepe Vila, un joven abogado valenciano que realizaba en Córdoba sus prácticas de alférez de milicias. Le gustaba el Flamenco y con frecuencia hablábamos de cante. Me dijo que en Mayo sería el concurso para la Llave de Oro, me dijo que debíamos presenciarlo (como por supuesto hicimos en su momento), que podríamos oír a Chocolate, Juan Varea, Platerito de Alcalá, Fosforito y Antonio Mairena, seguro ganador -me añadía- según se oía por todas partes...
Interesado, como digo, mi amigo Vila por el Concurso de Córdoba, un día aparece en mi habitación y me dice
-Mira lo que acabo de comprar en la librería Luque
Se trataba de Cante en Córdoba, el libro que el maestro González Climent escribiera a raíz de su experiencia como jurado en el Concurso Nacional de 1956. Enseguida que Vila acabó con su lectura, me lo prestó. Me bastaron un par de tardes, no ya para leerlo, sino para devorarlo.
El siguiente libro lo busqué y compré yo: Oído al Cante, continuación del anterior ya que se refería al concurso de 1959. Sabedor ya de que el argentino había publicado previamente a 1956 su hoy famosísima Flamencología, libro que al parecer incitó a Ricardo Molina a promover el primer Concurso, no paré hasta hacerme con dicho libro.
Con estos tres libros de González Climent descubrí que el Flamenco podía ser, además de disfrute, objeto de estudio, y, por ello, gozo doble.

Desde entonces mis dos aficiones, el flamenco y los libros sobre flamenco han ido parejas. Tanto que unos años después promoví en Madrid la fundación, junto a otros socios, de una editorial dedicada a publicar temas sobre cante. Los que me conocen saben de lo que hablo, como también saben que, fracasada económicamente esta empresa, creé una segunda ya en solitario, la cual, como se puede fácilmente adivinar, también fracasó por cuestión de dineros.

Desde 1962 no he vuelto a saber de mi amigo valenciano, pero queden estas líneas como reconocimiento a quien sembró en mí el amor por el libro flamenco que, años después (a través de los libros que edité), benefició a otros muchos aficionados.

Y, como todo ello nació del interés que mi amigo y yo sentíamos por los Concursos de Córdoba, mi agradecimiento a quienes promovieron los primeros y a tantas y tantas personas que los han mantenido y han hecho posible que lleguemos a esta edición de 2004.

Andrés Raya,
Socio de la Peña Flamenca "El Mirabrás"

Nota: Para quien no me conozca, diré que las empresas a que me he referido son las siguientes: Ediciones Demófilo, S.A., y Virgilio Márquez, Editor.

jueves, 9 de junio de 2011

¿Una imagen o mil palabras?




Soy de los que están de acuerdo con ese tópico que dice que "una buena imagen, vale más que mil palabras". Les traigo un oportuno ejemplo:

Ya les conté que por aquello del nombre "El Mirabrás", Rafael Romero quiso a mi peña como propia y que la visitó con frecuencia. Vean esta foto. Rafael, fuera de escenario, sentado como uno más entre los peñistas, da una "lección particular" de cante y como ellos, los flamencos, se explican mejor cantando que hablando, ahí lo tienen haciéndose un buen apunte.

lunes, 6 de junio de 2011

¿Cuándo entró el Flamenco en la Universidad?



Se ha escrito en algún sitio que el Flamenco entró en la Universidad española a través del C. M. San Juan Evangelista de Madrid. Por lo que yo tuve qué ver en ese parto, me halagaría mucho que fuese cierto, pero no lo es. Sí es verdad que mi querido colegio ha sido el que más cantidad de actos flamencos, y de mayor interés, ha organizado, pero no, no fue el primero. Pendiente de precisar nombres y fechas, puedo asegurar, porque fui testigo presencial, que hacia 1965-66, Antonio "Fosforito" y Pepe Menese habían actuado en sendos colegios mayores madrileños. Pero hay más:


1) En 1961 hubo una Semana Flamenca en un Colegio Mayor de Cádiz dirigida por ese entrañable cantaor y divulgador que fue Amós Rodríguez Rey, el hermano de Beni de Cádiz, que dejó alguna muestra grabada en esa desigual antología que se llamó el "Archivo del Cante" y que dirigió el reconocido poeta (para quien lo reconozca, claro) José Manuel Caballero Bonald.

2) En 1963 la Universidad de Sevilla monta otra semana, de la que pueden ver el cartel anunciador. En varias publicaciones se habla de este evento, pero parecen ignorar que su organizador fue un zamorano: don Agustín García Calvo, entonces catedrático de Latín en Sevilla, que después pasó a la Complutense de Madrid en la que estuvo muy comprometido con las revueltas estudiantiles que duraron desde 1965 hasta 1968, que fue separado por las autoridades, junto a Aranguren, Tierno y otros, de su puesto en la Universidad, que se exiló a Francia, que volvió tras la muerte del entonces llamado "Jefe del Estado", que se nos mostró como magnífico poeta, etcétera, etcétera. Esa semana tuvo una clausura imborrable: cogidos los tres por los hombros, cantaron por tonás y martinetes Pastora Pavón (Niña de los Peines), Pepe Pinto y Antonio Mairena. ¡Ahí es ná!

viernes, 3 de junio de 2011

Noventa velas flamencas para El Matrona

El 4 de julio de 1887 nacía en Sevilla don José Núñez Meléndez, Pepe el de la Matrona. Noventa años después se encontraba en Córdoba para recibir, en la noche del 5 de julio, un homenaje dentro del Festival de la Peña El Rincón del Cante que presidía el gran aficionao Paco Ruiz. En esta ciudad, Pepe tenía un viejo amigo: el tabernero Pepe el de la Judería, más o menos de su misma quinta, en cuyo local, que yo solía frecuentar, estaban colgadas viejas fotos del cantaor sevillano. Alguien tuvo la feliz idea de organizar una cena, en una noche de aquellas, en honor de nuestro cantaor, la cual fue rematada con una tarta de noventa velas, y ningún local mejor que el de la Judería. Noche entrañable, de la que dejo esta foto:


Sentados, después del Matrona, están Miguel López, Eduardo Uceda y Andrés Raya. Arriba aparecen el cantaor Luis de Córdoba, Pepe el tabernero, Pepe Arrebola, el escritor José Luis Ortiz Nuevo y otras dos personas a las que pido perdón por no recordar. Por supuesto que Matrona, minutos después, no necesitó ayuda para apagar las 90 velas.





Rectificación hecha el 29 de diciembre de 2016: Me equivoqué de año, esto ocurrió en 1975 y no en 1977 como yo he puesto. Por tanto, eran 88 velas las que apagó nuestro recordado Pepe.

Agradezco al amigo pontanés Leonardo Velasco que me haya facilitado el recorte de prensa adjunto, referido al homenaje que en El Rincón del Cante.