Lo que les voy a contar lo leí no recuerdo ni dónde ni cuándo, pero creánme que es verídico. Mi narración, por ello, no puede ser literal sino que me he tenido que permitir el novelarla un poco.
Nos situamos en el mes de junio del año 1922 en la ciudad de Granada. Se celebraba el Concurso de Cante Jondo promovido por Miguel Cerón y Manuel de Falla, apoyados por un puñado grande de grandes intelectuales españoles.
Pasada la primera noche de hotel, Andrés Segovia echaba chispas.
-Qué le ocurre,don Andrés?
-¿Qué me va a pasar?, que no he podido pegar ojo en toda la noche porque de algún lugar del hotel venía un ruido como si estuvieran dando golpes. Para colmo, cuando después de horas logré dormir un poco, salen unos gallos cantando y me vuelven a despertar.
El dueño del hotel le dice que ellos no tenían ningún gallinero y que eso era imposible. Pero he aquí que aparece Manuel Torre (que había dormido en la habitación contigua a la de Segovia) y sus palabras aclaran todo cuando, después de saludar, le dice al posadero:
-Hombre, no olvidarse de echarle de comer a mis gallos de pelea que los he traído de Jerez y los he guardado en el armario de mi habitación. Los pobres han pasado una noche muy inquietos...
-Hombre, no olvidarse de echarle de comer a mis gallos de pelea que los he traído de Jerez y los he guardado en el armario de mi habitación. Los pobres han pasado una noche muy inquietos...