miércoles, 22 de febrero de 2012

Mi segundo curso en el San Juan (1967-1968)

En mi primer año como colegial del San Juan mi actividad flamenca se redujo a escuchar mis discos, asistir a algún recital en otros colegios mayores y a salidas esporádicas a las tabernas de ambiente andaluz. De esto último ya conté algo en este cuadernillo (La corbata del Roni).

Al año siguiente, curso 1967-1968, empecé a frecuentar algunos tablaos: "Los Canasteros", con la fortuna de que alguna vez escuché al propio Manolo Caracol, "Las Brujas", donde conocí a Terremoto y al Perlo de Triana entre otros, "El Duende", local en el que actuaba un joven Lebrijano. De otros tablaos no recuerdo bien el nombre, salvo de uno que visité con frecuencia: "Las Cuevas de Nemesio". Por aquel entonces actuaba allí un cantaor por el que yo sentía debilidad: Porrina de Badajoz. Y los Hermanos Toronjo que cada noche hacían su ronda por los cantes de Huelva. Mi compañera habitual en todas estas visitas a los templos del cante era María la Austriaca, más enamorada del flamenco que de sus compatriotas Mozart o Beethoven.


Las obras seguían en el Colegio pues aún estaba sin terminar el bloque donde irían las viviendas para el director y para el subdirector general, los cuales, mientras tanto, ocupaban sendas habitaciones de colegiales. Los subdirectores de comunidad eran más afortunados pues cada uno, en la planta par de la suya, tenía un pequeño apartamento: dormitorio, cuarto de baño y despacho. En el bloque en obras también estaban previstas varias habitaciones para invitados, todo ello en la planta sótano. Más arriba irían la zona administrativa, la biblioteca y la sala de música. Y lo más importante: el salón de actos.




Es decir, el Colegio carecía de infraestructuras para posibles actividades culturales. Pero esto no era óbice para que dichas actividades se celebrasen desde el primer día de apertura. Fíjense, por ejemplo, que el comedor era usado para sesiones de "teatro leído" y de alguna conferencia, si bien éstas solían celebrarse en los vestíbulos de las comunidades donde para sentarte tenías que llevar la silla de tu propia habitación. La mayoría de ellas eran organizadas por los propios colegiales. Por mi parte propicié un "Cursillo de Lógica Matemática", a cargo de mi querido catedrático el jesuíta don Alberto Dou, e invité al profesor Fernández Viñas, recién llegado de París, para que nos hablase del más moderno "Análisis Matemático". También, como ya he referido en otro artículo de este blog, hice dos sesiones de audiciones comentadas de cante flamenco.

En mayo de 1968 se nos casa Andrés Esteban, el subdirector de la segunda comunidad. Para su sustitución, don Jesús Cobeta, que en medio de algún andamio ya se había trasladado a su vivienda como director, hizo una ronda de entrevistas y consultas con varios de los colegiales que ya éramos licenciados. Para sorpresa de todos (la mía más aún) el designado fui yo. Más adelante me atreví a preguntarle por su decisión y me contestó lacónicamente: "Fuiste el más sincero y, además, me criticaste". En mi artículo De cómo Mairena me quitó a Camarón, dejé narrada la forma en que celebré mi toma de posesión.

También por el final de curso se abrió, sin estar acabado del todo, el salón de actos que el propio director bautizó como "Corral de Comedias", pero de ello hablaremos otro día. Hoy he nombrado a Porrina. Con el gitano de Badajoz les dejo. Ejecuta una taranta y le acompaña a la guitarra Antonio de Córdoba.

lunes, 20 de febrero de 2012

Mi llegada al refundado San Juan Evangelista


A la memoria de don Jesús Cobeta Aranda.

Por los primeros años sesenta del pasado siglo el Colegio Mayor San Juan Evangelista tenía su sede en la calle Écija del madrileño barrio de Argüelles. Uno de sus directivos, el abogado aragonés don Jesús Cobeta Aranda, funcionario del entonces llamado Instituto Nacional de Previsión, tuvo la idea de una "ampliación" consistente en la construcción, dentro de los terrenos de la Ciudad Universitaria, de un edificio capaz de albergar a más de cuatrocientos colegiales. Esta cantidad, cuando en aquellos años el colegio de máxima cabida tenía ciento y pico plazas, no era la única novedad. Se instauraría, por primera vez en la historia de los colegios mayores, una serie de "autoservicios" en el comedor, lavandería, etcétera, todo ello con la intención de abaratar la mensualidad en unos tiempos en que la estancia en un colegio mayor era privilegio de ricos junto a algunos becarios que tenían que dejarse el pellejo para mantener una nota media muy alta. Más novedades: libertad de horarios para entradas y salidas, reserva de un porcentaje de plazas para titulados que preparaban oposiciones o que buscaban su primer empleo.

Un edificio, véanlo ustedes, con sótano y seis plantas. En las impares, todas las habitaciones eran individuales, en las segunda, cuarta y sexta, la mitad seguían siendo individuales y la otra mitad eran dobles. Unas y otras eran de corte "franciscano", mínimas pero capaces de albergar un lavabo, armario, cama, mesa de estudio y estante-librería para cada colegial. Sin duda los arquitectos se lucieron al diseñarlas. En cada planta había varias zonas de duchas y sanitarios de uso común. Cada dos (primera-segunda, tercera-cuarta, quinta-sexta) se llamaría una "comunidad" y tenía un vestíbulo para actividades colectivas y un par de aulas de estudio.

El equipo directivo tendría a la fuerza que ser más numeroso que lo habitual: director, subdirector general y un subdirector por cada una de las tres comunidades.

Se fue haciendo la obra y, con vistas al curso académico 1966-1967, se anunció la apertura del nuevo edificio. Todo un éxito en la convocatoria pues se cubrieron todas las plazas. Con un dato muy significativo: pidieron entrar como colegiales muchos licenciados y muchos alumnos del último año de licenciatura. A título de ejemplo, les diré que de los que ese año íbamos a cursar el quinto curso de Ciencias Matemáticas solicitamos y fuimos admitidos hasta seis estudiantes. En mi opinión, y usando el símil de los viticultores, aquello creó "solera" desde el primer momento.

Aún en obras, el Colegio se abrió el 1 de noviembre de 1966. Allí nos recibió un equipo directivo todo él procedente del colegio de la calle Écija: don Jesús Cobeta como director, Jesús Sebastián como subdirector general y, nombrados de abajo hacia arriba, Tomás Mingot, Andrés Esteban y Alfonso Sabán, como subdirectores de comunidad.

Allí fui yo a parar a la habitación 314. En mi mochila llevaba muchos libros de matemáticas (también de poesía y de tema flamenco), un tocadiscos y algunos discos. Y cuando en mis horas de estudio yo daba golpes y golpes a la matemática hasta desentrañar la belleza de sus teoremas, me entretenía en oír cosas como ésta a mi casi paisano Fosforito:

jueves, 16 de febrero de 2012

¿Hay algo que celebrar?

Para Pepe Bentín en Lima.

La cosa esta de la crisis está tan fea, que hablar de cualquier tipo de celebración, puede parecer una frivolidad. Dicen que mundial, pero España está más tocada que la mayoría de nuestros países vecinos; dicen que global, pero seguro que la Duquesa de Cartón-Piedra o don Emilio Botín ni se enteran: la crisis, como siempre, es para el pueblo llano.

Sin embargo, Pepe Bentín, mi hermano flamenco en Perú, me recuerda que este cuaderno cumple por ahora su primer año de vida. Cierto, como también lo es que en él se han publicado 100 artículos y que ha recibido aproximadamente 20000 visitas.

Concebido como un diario de la memoria, ha ido saltando de unos temas a otros porque, al igual que los sueños, es imprevisible saber de qué te vas a acordar mañana. Artículos que a veces no han pasado de la pura anécdota (por ejemplo, "Y yo la mandé callar" donde apareció la inefable Lola Flores), retazos de la historia de la Peña "El Mirabrás" y de sus cantaores o guitarristas, mis vivencias flamencas en la Universidad de Madrid, mi amistad con Morente... He reivindicado a artistas como Valderrama, he tratado de sacar del olvido a otros como Antonio "El Escobero", he recordado, en fin, a mujeres como La Perla de Triana o Pepita Caballero. He tocado el tema de Flamenco y Literatura (Juan Ramón Jiménez, Camilo José Cela). He sido beligerante con una flamencología equivocada a mi entender, soltando no ya gotitas de almíbar sino de puro ácido (lo siento Félix, lo siento Bonald, Suárez Japón, Grimaldos o Ángel Álvarez).

¿Hay algo que celebrar en este aniversario? Sí, que el Buen Dios nos da la suficiente salud como para vivir y que, viviendo, podemos cada día seguir oyendo cante. Por ejemplo, estas magníficas seguirillas de Tomás Pavón, acompañado a la guitarra por Niño Ricardo:

lunes, 13 de febrero de 2012

Pepita Caballero


Envío a Humberto Quisquiles.

Hoy mi memoria me lleva a la cuarta mujer (única no gitana) que don Antonio Mairena eligió para su Antología del Cante Flamenco y del Cante Gitano (Columbia, 1965). Se trata de Pepita Caballero y grabó para este álbum peteneras, granaína y taranta, siendo acompañada por Melchor de Marchena en las primeras y por Manuel Morao en los otros dos registros.

De nombre Josefa Matallanes Caballero, vino al mundo en 1915 en el monumental pueblo sevillano de Carmona. Murió en una residencia geriátrica de Barcelona el día 21 de noviembre de 1993. Cantaba desde chica y muy joven aún, en 1932, se marcha a Madrid en busca de Pepe Marchena pidiéndole a éste que la incorporara a su troupe. El veterano Rafael Pareja, que en esa época iba con Marchena a todas partes, no ya como cantaor sino como maestro de canto, se encargó de pulirla, de enseñarle a cantar con guitarra, de ponerle cantes (como solía decir el propio Pareja). Pepita aprendió y tanto que más adelante, exagerando un poco, su maestro llegó a decir que "Después de la de los Peines, la Caballero".

Efectivamente, debutó en el Price y desde entonces hizo giras por toda España con Marchena y otras veces con Jesús Perosanz. Viajó por Francia, Portugal y Marruecos. En 1936 participó en el Certamen Nacional de Cante Flamenco celebrado en el Circo Price. Sin dejar nunca de aprender, se dejó influir por Pastora Pavón y por Manuel Vallejo. A través de sus maestros enlazó con los cantes de don Antonio Chacón.

En los años cuarenta frecuentó los colmaos madrileños, especialmente el de Villa Rosa. En esos años grabó, unas veces con Pepe de Badajoz, otras con Manolo de Badajoz. Para la posteridad nos dejó rumbas y milongas, fandangos y medias granaínas, bulerías y alegrías. Más tarde, como dijimos al principio, grabó para la Antología de Columbia. Arrastrada por la necesidad acabó en Barcelona donde ejerció como lotera, aunque sin dejar de mostrar su arte cantaor en sociedades diversas, en casinos y en peñas.

En 1972 regresa a su pueblo para recibir un homenaje. En el acto cantaron, entre otros, Fosforito, Lebrijano, Fernanda de Utrera, Chocolate, Diego Clavel y, por supuesto, ella misma.

En mi blog Cantando por Fandangos hemos incluido una de las grabaciones que hizo con Manolo de Badajoz. Ahora, y así acabamos, traemos la granaína que hizo con Morao:

lunes, 6 de febrero de 2012

La Perla de Triana


En la Antología del Cante Flamenco y del Cante Gitano, figuran cuatro cantaoras. En artículos anteriores hemos recordado a La Periñaca y a Rosalía de Triana. Hoy traemos a otra, gitana al igual que las dos anteriores, conocida como La Perla de Triana. La verdad es que no he logrado localizar ni su nombre ni sus apellidos (bueno, el primer apellido debió de ser Morales. Por supuesto que agradecería a quien sepa algo que me lo comunicara). Según el Diccionario Enciclopédico e Ilustrado del Flamenco, nació y murió en Sevilla en 1903 y 1972, respectivamente. Desde muy joven alternó con Antonio Chacón y Manuel Torre. Después lo hizo con Caracol, Centeno, Canalejas de Puerto Real o la Niña de los Peines, madrina ésta de uno de sus hijos, Eugenio Carrasco Morales "El Perlo de Triana" (Málaga, 1925), cantaor al que tuve la suerte de conocer y oír en el madrileño tablao de "Las Brujas" hacia 1968.

En la Antología que dirigiera don Antonio Mairena, la Perla dejó dos cantes: fandangos, con la guitarra de Melchor de Marchena, y soleares, acompañada por Manuel Morao. Con este añejo cante les dejo esperando que ustedes, como yo lo he hecho tantas veces, lo disfruten.


Addenda: Según pueden leer en los comentarios el zamorano José Ignacio Primo Martínez me comunica que La Perla de Triana nació en 1900 y no en 1903. También que murió de accidente el día 27 de agosto de 1972.

Segunda addenda: Esteban, desde Sevilla, me dice que la Perla se llamó Antonia Morales Jiménez y que había nacido en 1897.

Tercera addenda: En correo electrónico particular Pepe Muñoz desde Sevilla me dice La Perla murió el 25 de agosto de 1972 y no el 27. He aquí la prueba: