Visitando mi cuaderno Cantando por Fandangos, ahora convertido en EL MUSEO DEL FANDANGO, podrán elegir entre doscientos cincuenta (250) artistas distintos para escuchar este estilo de cante.

jueves, 8 de agosto de 2013

De Concurso a Concurso: 1922-1956

Rompiendo mi estilo habitual, hoy publico un "artículo de opinión". Sé que muchos no lo compartirán, pero bueno, arrieros somos y en el camino andamos. Lo que escribo lo he pensado desde hace tiempo y me apetecía decirlo.

Un sector de ese gremio que llamamos "la intelectualidad española" lloraba hacia 1922 por la pérdida del auténtico (¿?) Cante Jondo. El músico don Manuel de Falla los aglutina en Granada y deciden montar un Concurso de Cante Jondo con la finalidad de su recuperación. Aunque sus promotores lo desearan, no hubo segunda edición en los años siguientes.

Pasaba el tiempo y muchos querían recuperar aquella iniciativa granadina porque pensaban que el cante iba de mal en peor. Una curiosa simbiosis entre el ensayista argentino don Anselmo González Climent y el poeta de Puente Genil (Córdoba) don Ricardo Molina cristalizan en un nuevo Concurso de Cante Jondo, ahora en Córdoba y en el año 1956.

Me cuento entre aquellos que piensan que el Concurso granadino no es que fuera innecesario sino que, como tal concurso, tuvo unos planteamientos equivocados. También discrepo de la opinión generalizada de que el Concurso cordobés fuera punto de partida en la recuperación del buen cante. Desde los tiempos de los históricos Paquirri Guanter, Frasco el Colorao, Manuel Molina, Silverio Franconetti, El Nitri o El Canario de Álora hasta este 2013 en que seguimos oyendo a un Pansequito, a un Rancapino o una Carmen Linares, además de voces más frescas como las de Marina Heredia, David Palomar o Rocío Márquez, el cante siempre ha estado vivo.

Centrándonos en el segmento de tiempo 1922-1956, el que hay entre los concursos granadino y cordobés, ¿el cante estaba perdido? Ni mucho menos. Además, se me ocurren hasta tres vías por las que discurrió a sus anchas:

1) La de los "cantaores ambulantes", aquellos que llenaban teatros y plazas de toros no sólo en Andalucía sino también en otras regiones hispanas. Eran los de la llamada "Ópera Flamenca" tan criticada por amplios sectores de la flamencología (¿me puede decir alguien en qué consiste esa pretendida ciencia?) que surgió a partir de 1956. Jamás sus figuras más significativas (por ejemplo, Caracol, Marchena, Pepe Pinto o Valderrama) dejaron de cantar por soleá, por seguiriyas o por malagueñas. Muchos de esos cantes nos han llegado a través de ellos.

2) Los "numantinos de los colmaos y las fiestas". Me refiero a un grupo de cantaores, la mayoría de ellos asentados en Madrid, prolongación del chaconismo y, en menor medida, del torrismo que rara vez participaban en actos públicos. Les hablo del Matrona, del Chaqueta, de Rafael Romero, de Aurelio el de Cádiz...

3) Al tercer grupo les llamaría "los tapaos de los pueblos". Gente que no salieron de Andalucía y que aprendían sus cantes por tradiciones más o menos familiares. Juan Talega, Manolito María, la Periñaca, el Borrico de Jerez, Joselero y el Perrate,  o gente más joven como las niñas Fernanda y Bernarda de Utrera o la divina Perla de Cádiz.. 

Vuelvo a preguntar, ¿el cante estaba perdido? Quien afirme que sí, que me lo explique.

2 comentarios:

  1. Es que al flamenco siempre lo estamos matando, pero siempre ha estado muy vivo. Cambian las formas,los modos,pero ahí está.
    Respecto de los que usted llama numantinos, fueron legión en la Sevilla de esas fechas que usted cita, en la Alameda y por las numerosas ventas de sus afueras. Un saludo y enhorabuena.

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    1. Gracias, José Luis, por su comentario. Me ha traicionado el subconsciente porque los testimonios que yo llegué a conocer procedían de cantaores asentados en Madrid. La Alameda, cómo no, Allí andaba entre otros un grande entre los más grandes: Tomás Pavón.

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